La espada que el guerrero visigodo perdió en un combate en Cantabria
Hallada y restaurada una clase inédita de arma germánica en Hispania, abandonada en el siglo VII por un notable godo en un monte de Campoo de Suso
En la fuerte ladera de piedra caliza ―erosionada por el agua y el viento durante siglos― solo se distinguía el enmangue que la unió a su empuñadura. Una especie de Excálibur que, en vez de surgir de las aguas del lago como dice la leyenda, se ofrecía real en una pronunciada pendiente del Alto del Cueto, en el término municipal de Campoo de Suso (Cantabria). Se trataba de un ejemplar de scramasax, u...
En la fuerte ladera de piedra caliza ―erosionada por el agua y el viento durante siglos― solo se distinguía el enmangue que la unió a su empuñadura. Una especie de Excálibur que, en vez de surgir de las aguas del lago como dice la leyenda, se ofrecía real en una pronunciada pendiente del Alto del Cueto, en el término municipal de Campoo de Suso (Cantabria). Se trataba de un ejemplar de scramasax, una espada mediana de 43,5 centímetros, de origen germánico, perdida o abandonada y que perteneció a un militar visigodo. Su hallazgo en 2018 y su reciente restauración han sido hechos públicos ahora por la revista de arqueología Sautuola en el estudio Un scramasax de época visigoda procedente del Cueto de Camino. “Hay que destacar que se trata de la primera vez que se documenta un arma de este tipo en ámbito hispano, ya que hasta la fecha esta clase de scramasax, ligera de dorso curvo, estaba totalmente ausente del registro arqueológico peninsular, ya que todos los tipos documentados se englobaban o bien dentro de los modelos más cortos y antiguos, como los kurzsax de Loranca o Aldaieta (Nanclares de Oca, Álava), o bien dentro del tipo langsax, más masivo y tardío”, recuerda el artículo.
“A pesar de que el imaginario colectivo presenta a los protagonistas de las invasiones bárbaras en Hispania ―suevos, vándalos, alanos y visigodos― como despiadados guerreros armados hasta los dientes, lo cierto es que la presencia de armamento en el registro arqueológico de la península Ibérica entre los siglos V y VIII es poco habitual”, según los redactores del informe Raúl Catalán, Ángel García, Enrique Gutiérrez, José Ángel Hierro, Eva María Pereda y Roberto Ontañón, de la Asociación Cultural Zamora Protohistórica, el Proyecto Mauranus y el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC).
En el análisis realizado se pudo comprobar que el estado de conservación de la pieza era “bueno”, ya que se encontraba completa y con peso suficiente y núcleo metálico abundante. En la zona del enmangue se conserva, además, uno de los remaches que lo unían a las cachas, de material orgánico, ya desaparecidas.
El scramasax mide 43,5 centímetros, de los que 6,8 corresponden a la espiga de enmangue y los restantes 36,7 a una hoja de un solo filo. La anchura media es 3,6 centímetros, que descienden hasta la punta simétrica. El espesor del dorso máximo es de 0,7 centímetros. El arma muestra dos grandes muescas o melladuras que fueron “producidas al golpear desde arriba, con la parte distal del filo y dos veces consecutivas sobre una superficie dura ligeramente inclinada”. “Las marcas de uso presentes en su hoja podrían estar indicando su utilización en combate y, por tanto, la posible existencia de un escenario de conflicto armado en ese mismo lugar, algo que solo los futuros trabajos de campo previstos podrán confirmar”, sospechan los especialistas.
“Se trata de un modelo inédito hasta ahora dentro de los repertorios peninsulares y sus mejores paralelos se encuentran dentro del ámbito merovingio ―insisten los autores del estudio―. Está incluido dentro del conocido como tipo leichtsax de Wernard”, muy común en los enterramientos francos o alamanes del centro y norte de Europa.
De hecho, y gracias a la información de otros paralelos europeos, se puede decir que se establecía “un vínculo estrecho entre los leichtsax y el desempeño de funciones de carácter militar, por lo que es plausible relacionarlo con un contexto social relativamente elevado, familiarizado con actividades militares propias fundamentalmente del grupo de los hombres libres”. Estas armas “jugaban un importante papel como elementos de representación de estatus en contextos de vida cotidiana, señalando el derecho del individuo a portarlas sin la necesidad de ir completamente armado”. Además, tal y como establecía la ley militar de Ervigio (643-687), de finales del siglo VII, y recogida en el Liber Iudiciorum, formaba parte del equipamiento básico del guerrero.
Curiosamente, no hay constancia de ningún yacimiento arqueológico en la zona del hallazgo que se pueda relacionar con el objeto. No obstante, los especialistas han revisado las fotografías aéreas y los modelos digitales del terreno obtenidos con técnicas láser (LiDAR) y creen haber identificado “los restos de posibles estructuras, concretamente de lo que podría ser un recinto de planta vagamente rectangular, de unos 3.000 metros cuadrados de superficie, rodeado de un terraplén y conectado con otras estructuras. ¿La fortaleza de donde procedía el guerrero? “Estas incógnitas únicamente podrán aclararse mediante trabajos de campo”, recuerdan.
Y concluyen: “Todo parece indicar que, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los ejemplares europeos, este sax no procede de una sepultura ni de ningún otro tipo de contexto funerario. De hecho, la existencia de estructuras correspondientes a un posible recinto fortificado en la zona del Cueto de Camino abre una vía de interpretación sugerente en relación con el contexto de su hallazgo. En lo que respecta a su cronología, los paralelos con los que se puede relacionar permiten situarlo en el siglo VII, concretamente entre el año 600 y el 675, aunque su uso haya podido prolongarse en el tiempo más allá de la última fecha. La mayor parte de los yacimientos de época visigoda que se conocen en su entorno presentan niveles o materiales asignados a esa misma centuria, así que el scramasax no desentona ni desde el punto de vista cronológico ni, por supuesto, desde el cultural”.