Els Joglars: 60 años cabreando a España
La compañía teatral fundada por Albert Boadella celebra con un nuevo montaje sus seis décadas de supervivencia tras una agitada trayectoria salpicada de juicios, cárcel, demandas y vetos
Un consejo de guerra. Una fuga carcelaria que podrían haber protagonizado Steve McQueen o Clint Eastwood en una película. Exilio. Amenazas de bomba. Obispos enfurecidos, demandas de católicos ofendidos, misas de desagravio, cócteles molotov. Veto de la Expo 92. Repudio del público catalán.
Pocas compañías teatrales han cabreado tanto a la sociedad española como lo ha hecho el grupo catalán Els Joglars en los 60 años que han transcurrido desde su primer estreno en 1962, lo que lo convierte en el colectivo privado en activo más longevo...
Un consejo de guerra. Una fuga carcelaria que podrían haber protagonizado Steve McQueen o Clint Eastwood en una película. Exilio. Amenazas de bomba. Obispos enfurecidos, demandas de católicos ofendidos, misas de desagravio, cócteles molotov. Veto de la Expo 92. Repudio del público catalán.
Pocas compañías teatrales han cabreado tanto a la sociedad española como lo ha hecho el grupo catalán Els Joglars en los 60 años que han transcurrido desde su primer estreno en 1962, lo que lo convierte en el colectivo privado en activo más longevo de Europa. Ha disparado contra el Ejército, la Iglesia, el independentismo, los periodistas… y sus semblanzas de figuras como Jordi Pujol, Salvador Dalí, Josep Pla o Santiago Rusiñol se han integrado de tal forma en el imaginario nacional que casi eclipsan la imagen real de esos personajes, interpretados siempre por el actor Ramon Fontserè en el límite de la parodia pero sin llegar a cruzarlo: el punto justo para que no perdieran su humanidad. Dirigida hasta 2012 por Albert Boadella y desde entonces por Fontserè, la agrupación celebra su aniversario con un nuevo espectáculo que reivindica la fórmula que ha practicado desde su fundación: la sátira como arma de agitación social. Se titula ¡Que salga Aristófanes!, se presentó el 13 enero en Zaragoza y el jueves inició en Soria una gira por España cuyas próximas paradas serán Málaga (4 de febrero), Madrid (del 9 de febrero al 6 de marzo), El Puerto de Santa María (11 de marzo) y Cádiz (12 de marzo).
En el nuevo montaje se reconocen enseguida las señas de identidad de la compañía. El personaje central es el dramaturgo Aristófanes, maestro de la sátira en el teatro griego, del que los joglars se declaran herederos. Una reivindicación de la libertad de expresión. Dardos por aquí y por allá con frecuentes referencias a la actualidad. Y una fuerte carga ideológica que en este caso arremete contra la corrección política. “Las redes sociales son las hogueras de hoy”, proclaman en el programa de mano. De nuevo, un discurso destinado a irritar con diatribas directas contra los movimientos identitarios, la cultura de la cancelación e implícitamente el Me Too.
¿Pura provocación? Tres miembros del núcleo duro actual del colectivo, Ramon Fontserè, Pilar Sáenz y Dolors Tuneu, explicaban su propuesta en un encuentro con este periódico la semana pasada en el Teatro Principal de Zaragoza tras el estreno de la obra. “Siempre ha habido calumnias, pero ahora se difunden más rápido y sus autores se diluyen en la masa de las redes sociales”, comenta Sáenz. “Hacemos lo que hemos hecho siempre: una propuesta de higiene mental. Invitamos a los espectadores a llegar a la catarsis a través de la risa. A que se olviden del bando al que pertenecen y tal vez salir del teatro con menos prejuicios”, apunta Fontserè. “Intentamos mirar hacia donde parece que no está mirando nadie. Porque si todo el mundo mira al mismo sitio, no hay posibilidad de debate y el matiz desaparece. Sabemos que estamos en un lugar bueno cuando nos resulta incómodo”, añade Tuneu. Y Boadella, que ya no es miembro activo de la compañía pero permanece en espíritu, subraya por teléfono: “Dentro del gremio teatral todo el mundo parece estar en el mismo lado, hay un pensamiento único. Pero Els Joglars nunca hemos estado en el lado de la mayoría. Hemos querido ocupar siempre una posición contraria a la mayoría. Una posición que creo que es necesaria y ecológica”.
Así que los joglars de 2022 se reivindican iguales a los de 1962. Aunque ya no quede en la compañía ninguno de los miembros que la fundaron: Boadella y los fallecidos Anton Font y Carlota Soldevila. Y aunque por el camino hayan cambiado los blancos de sus dardos: desde las primeras sátiras antifranquistas con posiciones ideológicas próximas al independentismo catalán hasta sus embestidas actuales contra la izquierda política y la progresía cultural, pasando por un colérico antinacionalismo que les llevó a ser denostados por público e instituciones en Cataluña y empujó a Boadella a la política con la fundación de Ciudadanos. “La sociedad española ha cambiado en todo este tiempo y nosotros con ella”, admite Boadella.
Ciertamente puede vislumbrarse la historia de España de las últimas seis décadas repasando los vaivenes de Els Joglars. Desde sus inicios como compañía de mimo en los sesenta hasta el salto mortal al teatro político que dieron con el estreno en 1977 de La torna, una parodia del Ejército por la que Boadella fue inmediatamente encarcelado en la prisión Modelo de Barcelona y todos fueron sometidos a un consejo de guerra. Hubo manifestaciones de protesta en las calles y huelgas en teatros. Un día antes del juicio, Boadella simuló estar enfermo para que lo llevaran al hospital Clínico y una vez allí se disfrazó de médico, saltó por la ventana de un baño, se deslizó por una repisa para pasar a la habitación contigua y salió del centro tranquilamente por las escaleras. Se exilió en Francia junto con el actor Ferran Rañé, pero otros cuatro componentes del grupo (Andréu Solsona, Arnáu Vilardebó, Gabriel Renom y Miriam de Maeztu) decidieron quedarse para afrontar el proceso y fueron condenados a dos años de cárcel.
Después de aquello, Boadella refundó la compañía con nuevos actores y empezaron los verdaderos buenos tiempos para Els Joglars. La crítica los ponía por las nubes y el público los adoraba, de manera que podían permitirse el lujo de encerrarse cuatro o cinco meses para gestar nuevas obras en su centro de creación: la Cúpula, un espacio de ensayos levantado en 1976 en una masía en Pruit, un pueblo a 100 kilómetros de Barcelona. Ahí nacieron espectáculos tan emblemáticos como Operación Ubú (1981), con Jordi Pujol como protagonista, retomada con el título de Ubú President en 1995; Teledeum (1983), que desató la ira de la Iglesia; Yo tengo un tío en América (1991), vetado por la Expo 92 por su parodia de los conquistadores españoles; La increíble historia del Dr. Floit & Mr. Pla (1997), con el escritor Josep Pla en el centro de la trama; Daaalí (1999), que recreaba la vida del pintor Salvador Dalí; Zenit (2016), sobre la avidez de los medios de comunicación, o Señor Ruiseñor (2018), una parodia del independentismo catalán.
Boadella recuerda las décadas de los ochenta y noventa como la consumación de una utopía: “Teníamos el favor del público e ingresos suficientes para hacer lo que nos diera la gana. Nos encerrábamos todos juntos en la Cúpula y pasábamos allí meses ensayando. Un lujo que muy pocas compañías se podían permitir”. Luego llegó el enfrentamiento frontal con el independentismo y buena parte del público catalán les volvió la espalda, de forma que sus últimos montajes apenas han sido programados allí. Pero asegura Fontserè: “Lo que no vamos a hacer nunca es autocensurarnos por miedo a que no nos vayan a ver. La autocensura es más peligrosa que la censura. No vamos a tirar nunca la toalla ”.
En cada representación de la gira de ¡Que salga Aristófanes! la compañía sortea entre los espectadores dos invitaciones para asistir a la fiesta que preparan para celebrar su 60º aniversario. Será en verano en su santuario: la Cúpula.