Esther García Llovet: “Benidorm es lo más cosmopolita que hay en toda España”

La escritora publica ‘Spanish Beauty’, una carta de amor a la ciudad de los rascacielos y el turismo masivo, pero también una novela negra en la que mantiene su apuesta original y no adscrita a corriente alguna

La escritora Esther Garcia Llovet, el martes en la Plaza de Colón en Madrid.Olmo Calvo

Esther García Llovet tuvo en junio de 2019 un flechazo: se enamoró de la ciudad donde elaboraba un reportaje para EL PAÍS sobre gente que vivía en lo alto de los rascacielos. “Tengo que escribir algo que pase aquí”, pensó en su primera visita. Y empezó a trabajar en una novela para la que solo tenía el sitio: Benidorm. “Me parece una ciudad que da como muchísimo juego. Es una locura. Y el tipo de gente que hay… es lo más cosmopolita que hay en toda España. Tiene algo que no se parece a ninguna otra ci...

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Esther García Llovet tuvo en junio de 2019 un flechazo: se enamoró de la ciudad donde elaboraba un reportaje para EL PAÍS sobre gente que vivía en lo alto de los rascacielos. “Tengo que escribir algo que pase aquí”, pensó en su primera visita. Y empezó a trabajar en una novela para la que solo tenía el sitio: Benidorm. “Me parece una ciudad que da como muchísimo juego. Es una locura. Y el tipo de gente que hay… es lo más cosmopolita que hay en toda España. Tiene algo que no se parece a ninguna otra ciudad de esas características, pero a la vez tiene algo muy cutre. Une el cutrerío con la vanguardia arquitectónica”, cuenta en una terraza en el centro de un Madrid con sol de invierno y sin playa. “Y además quería poner el mar, me apetecía mucho poner el mar y Madrid no tiene mar”, remata subrayando la negativa.

Spanish Beauty (Anagrama) es la historia de Michela, una policía corrupta a la que más o menos todo le da igual. O casi todo. Su vida tiene un motivo último: encontrar el mechero de oro que perteneció a los legendarios gemelos Kray, un fetiche que, confiesa la autora emocionada, existe y se subasta en Christie’s, pero que en la novela sirve de excusa para desplegar ese puñado de perdedores que no van a ninguna parte y a los que nadie espera, mafiosos horteras, buscavidas y más lumpen a uno y otro lado de la ley. Y, de paso, llevar al lector por un Benidorm de fiesta continua y resaca perpetua, de pubs ingleses con jamón 5J y fiestas en torres a medio construir, un lugar alucinado y alucinante que no atiende ni a estaciones ni a husos horarios, de luces y rascacielos que fascinaron a J. G. Ballard, un lugar por el que merecía la pena abandonar su Madrid de la M-30, el escenario de sus tres novelas anteriores. “Tiene algo que es muy distópico, pura literatura, lo que pasa que hay que buscarla. Hay que moverse. No va a pasar todo en Madrid. No me importaría que la siguiente fuera en la Antártida, ya puestos, cuanto más lejos mejor”, aventura medio en broma García Llovet (Málaga, 58 años).

El edificio Intempo, el rascacielos residencial más alto de Europa, en julio de 2021, un mes después de la finalización de las obras.Mònica Torres

Como ocurría ya en Gordo de feria (Anagrama, 2021) o Sánchez (2019) los personajes tienen heridas que el lector no ve, solo intuye, son seres hechos de contradicciones y con un punto de irrealidad que, al igual que ocurre con sus escenarios, los vuelve totalmente verosímiles. Michela, inglesa de Benidorm, acento cockney del centro de Londres, organiza carreras de motos acuáticas ilegales, secuestra mafiosos, utiliza su poder como le viene en gana, vive en un piso ocupado tras un registro en el que halló dos manos churruscándose en el microondas, pero nadie que reclamara la vivienda y tampoco un cadáver que justificara, a su juicio, una investigación. La caza del talismán se mezcla en las azarosas jornadas de Michela con la búsqueda de su padre. “Me gusta, porque dice ‘me voy a hacer muy dura porque me faltan muchas cosas’, y eso es una protección infalible. Va siempre con el chaleco antibalas por la vida aunque no le haga falta para nada. Y eso es porque está muy desprovista por dentro”. Son sus novelas cortas, puro hueso, que resuelve pronto y sin miramientos, así que para saber cómo es la protagonista no busquen descripciones, es mejor fijarse en Mona Martínez, la actriz española que se incrustó en la mente de la autora mientras escribía. “Hay pocas polis corruptas. Siempre hay muchos polis corruptos, pero se supone que las mujeres no nos corrompemos nunca y eso es mentira. Tenía que haber puesto a Rita Barberá, dios mío, cuánto valor”, suelta entre risas.

García Llovet se explaya cuando habla de los Kray, de esa época “fascinante” del Londres de los cincuenta y los sesenta, del coleccionismo de sus objetos más cotidianos, de esos hermanos temibles, como los mafiosos rusos de su novela, y elegantes, nada que ver con ellos. “Los de ahora son como nuevos ricos”, comenta. Pero ralentiza el discurso cuando hablamos de tecnicismos, estructuras narrativas, motivaciones. “Uff”, responde con la mirada en la mesa y la cabeza girando, lenta, a un lado y a otro. Tampoco toma notas porque no quiere aburrirse, ni planifica la estructura —”si no hay efecto sorpresa, no me pongo a escribir”— pero sí sabe qué camino transita. Aquí quería una novela más próxima a cierto tipo de género negro que otras anteriores porque así, cuenta, resolvía antes “todo eso”, daba un motor a la historia y se podía poner a profundizar en los personajes. “Son gente con un pie fuera y que van sobreviviendo como pueden. Si se pueden pillar una comisión de 70.000 euros pues lo hacen. Si esto es novela negra, pues vale”, reflexiona con la indiferencia de quien no quiere militar en géneros ni corrientes.

Hay pocas polis corruptas. Siempre hay muchos polis corruptos, pero se supone que las mujeres no nos corrompemos nunca y eso es mentira

Cuando la conversación llega a la fotografía, el rostro de García Llovet cambia, combina la ilusión con la frustración por haber tenido que dejar su pasión en barbecho. Son sus reportajes fotografía callejera y ahora, admite con pesadumbre, no se pueden hacer con todo el mundo enmascarado. Pero ya piensa en proyectos para cuando la pandemia acabe y deja, además, que un arte invada la otra. Suyas son las imágenes de las portadas de los libros y, cuando regresó a Benidorm para captar la que iba a ilustrar Spanish Beauty surgió la idea de la segunda entrega de la trilogía, en la que se encuentra ahora enfrascada. En ella se traslada a El Saler, a un camping, a jugar con el misterio y el terror, de nuevo en la frontera, preparada para no ceder en su apuesta, que combina con guiones alimenticios e incluso una obra de teatro en busca de editor.

“Benidorm es un planeta turístico en las afueras de la galaxia, rodeado tan solo por el espacio infinito, una pesadilla recurrente. España ha creado un monstruo y parece que le gusta”, aseguraba el arquitecto holandés Winy Maas, del estudio MVRDV, a principios de siglo. García Llovet no rechaza nada de eso en Spanish Beauty, más bien se regodea y escribe así su carta de amor criminal a ese no lugar, a su forma distinta de ser único. “Precisamente lo refrescante de Benidorm es que se renueva todo el tiempo”, asegura. “Por muy cosmopolita que sea nunca va a ser una ciudad que tenga el peso cultural o histórico que puede tener Berlín, por ejemplo. No lo tiene y no lo tendrá nunca. Bienvenido sea”.

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