Diversidad, el nuevo superpoder de los cómics
El Superman hijo de Clark Kent se presenta como bisexual y se suma a la reciente apuesta por la visibilidad en los mitos modernos
A partir de 2021 Superman será bisexual. También un adolescente sin identidad secreta; hijo de humana y de un alienígena de Krypton que ha madurado en un futuro remoto. Y solo la primera de esas nuevas características que forjan una renovada visión del superhombre ofendió a quienes se autoproclamaron los únicos que entendían quién era Superman: un hombre heterosexual. Lo mismo sucede cada vez que una de estas deidades modernas sale del armario o la sustituyen por un personaje de otro género o raza. Algo que en la última década se ha utilizado repetidamente como reclamo. Unos 80 años después de...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
A partir de 2021 Superman será bisexual. También un adolescente sin identidad secreta; hijo de humana y de un alienígena de Krypton que ha madurado en un futuro remoto. Y solo la primera de esas nuevas características que forjan una renovada visión del superhombre ofendió a quienes se autoproclamaron los únicos que entendían quién era Superman: un hombre heterosexual. Lo mismo sucede cada vez que una de estas deidades modernas sale del armario o la sustituyen por un personaje de otro género o raza. Algo que en la última década se ha utilizado repetidamente como reclamo. Unos 80 años después de sus primeros golpes, la diversidad se normaliza entre los superhéroes.
“El símbolo de Superman siempre ha significado esperanza, verdad y justicia. Desde hoy, ese símbolo representa algo más. Más personas pueden verse representados en el superhéroe más poderoso”, explicaba el guionista Tom Taylor en el anuncio con el que la editorial DC Comics celebraba el hito, el pasado 11 de octubre. El Superman más famoso, Clark Kent, sigue siendo un hombre hetero de mediana edad casado con Lois Lane. Es Jonathan Kent, su hijo, quien sale del armario al asumir la capa para cubrir la ausencia del héroe perdido en el espacio. Ambas miradas suceden en paralelo para que el lector elija. Igual que conviven mensualmente un Batman negro (del guionista de 12 años de esclavitud, John Ridley), un Spiderman afrolatino (con una década de historias), la Batwoman lesbiana, la Ms. Marvel musulmana y un Robin bisexual. El Capitán América del cine también es afroamericano desde hace meses. Todos se estrenaron bajo ataques furibundos, pero también con empresas dispuestas a valerse de su iconicidad para lograr que las viñetas lleguen a nuevos públicos, y, por lo tanto, vender más tebeos.
“Como reclamo de mercado, empieza a parecer anticuado. Han pasado casi 10 años desde que anunciaron a Thor como diosa. Lo interesante es que los anuncios sean trascendentes para el arquetipo, que afecten a la obra, no que quede en maquillaje de género. Veremos cómo afecta a los superhéroes y cuánto dura”, apunta Elisa McCausland, escritora de Wonder Woman: el feminismo como superpoderes y Sueños y fábulas: historia de Vértigo, sobre el sello que rompió los cánones del cómic estadounidense: “Las grandes corporaciones ven un filón legitimador en la diversidad, siempre que ya esté legitimada en la esfera pública y mercantil”. Eso incluye a la poderosa Disney, que en Eternals presenta un equipo diverso y global.
Detrás de los cambios, hay un mensaje que siempre fue seña de este arte serializado, reflejar el mundo donde vive. Lo hacía incluso más cuando era contracultura. Superman, un refugiado, fue defensor del trabajador; Capitán América pegaba un puñetazo a Hitler o descubría una conspiración en la Casa Blanca de Nixon; Pantera Negra se presentó en plena lucha del grupo homónimo, y la Cosa del Pantano protegía lo verde. “Si los cómics no son un reflejo de la sociedad, no sé para qué iban a existir. ¿Qué va a hacer Superman, pelear por el Watergate? La Patrulla X nació como crítica al racismo en plena batalla por los derechos civiles y extrapola alegorías para quienes nos sentimos distinto”, explica Sara Soler, responsable de Us, autoficción en la que cuenta su vida como bisexual en una relación con una mujer trans: “No es forzado. Escribimos lo que nos sale de dentro, sobre lo que somos y lo que queremos leer. Queremos vernos representados. Claro que si las empresas quisieran hacer un cambio real, cambiarían a los más famosos, pero es un gran avance, sobre todo para la visibilización de la bisexualidad, siempre en tierra de nadie. Solo por eso, esa S en el pecho significa mucho”.
La noticia del nuevo Superman se anunció con una portada donde besaba a su pareja, el reportero Jay Nakamura, en una serie que discute la libertad de prensa, la inmigración y el cambio climático, con Superman manifestándose en Fridays for Future. “Crecí sin ver héroes como yo, y esa experiencia forma lo que un niño cree posible. Debe haber personajes LGTBI en el cómic porque los hay en la vida. Está más forzado ideológicamente crear ficción que se empeñe en imaginar un mundo donde no existimos”, argumenta Anthony Oliviera, autor canadiense que ganó el premio GLAAD por la representación en el cómic de los héroes Marvel, y pareja, Hukling y Wiccan, hijo de la Bruja Escarlata: “Necesitamos ser relevantes y el arte siempre toma partido”. El aterrizaje de Jonathan Kent como nuevo Superman se anunció el día estadounidense para salir del armario, con muchas portadas y logos de la bandera del orgullo.
“Es una manera de acercarse a lectoras del género conocido como literatura de jóvenes adultos, punta de lanza editorial”, explica McCausland. Enganchan así al público que no se acerca a historias con décadas de trama. Una estrategia hacia nuevos mercados de una industria cada vez más pequeña. “El lector de cómics es adulto. Fríamente desde la empresa, se ven abocados a cultivar nuevas generaciones. Hay que acercarse a los temas que interesan e incluirlos en el discurso, igual que Spiderman apelaba a los adolescentes”, reflexiona Soler, también profesora de cómic, que piensa en los lectores de América Latina que escriben agradeciéndole sus relatos desde entornos donde salir del armario no es norma. “Luego tengo a comentaristas que me dicen que adoctrino a niños y que somos monstruos. La realidad no es la suya y se te echan encima por ser mujer. Pero me quedo con lo bueno”. A la artista Belén Ortega, que dibuja a Robin, la insultaron furibundamente por haber “destruido” al héroe.
McClausland, aun así, es crítica con las corporaciones y aboga por ir más allá. No quedarse con el marketing llamativo: “Estos cambios, cuando son cosméticos, no dejan de ser alpiste para un público perfectamente detectado. Por eso muchas de estas obras no trascienden. Lo importante es preguntar de qué manera podemos intervenir la realidad, que los discursos permeen en el pensamiento y se traduzcan en acciones. Que este lado del espejo mejore”. ¿Hay igualdad real en las empresas? Oliviera responde: “Han cambiado cosas, pero no tantas como se congratulan por haber cambiado. Los creadores queer luchan para encontrar trabajo, y me incluyo. Puedo contar con los dedos de una mano las series regulares queer, y no existe representación trans y no binaria. Ni en la página ni entre creadores. Pero, claro, antes no nos dejaban ni dibujar un arcoíris. Estoy listo para la revolución”.
Solo “secundarios o villanos” LGTBI
El primer recuerdo de la autora Sara Soler de una relación no hetero en los cómics es la de Hiedra Venenosa y Harley Quinn, solo canónica en los últimos años. En 2011, Marvel tuvo su primera boda homosexual, la de Estrella del Norte, mutante poco conocido. “Como buen tópico eran secundarios, villanos o personajes que no importaban”, apunta la dibujante. Algunos guionistas también han escrito a la inmortal Wonder Woman como bisexual (su creador, William Moulton Marston, era famoso por tener una relación poliamorosa), aunque nunca se explicita. Si echamos la mirada a los ochenta, uno de los primeros superhéroes gais de DC fue Extraño, peruano afeminado miembro de los Nuevos Guardianes. Varios de ellos contrajeron el VIH a través de un vampiro creado por supremacistas blancos llamado Hemo-globin, lo que recibió críticas desde las asociaciones de enfermos de sida. Al querer ser actuales, habían creado una parodia.