Nick Cave en escena: muerte, música y confesión

El australiano lleva a los escenarios los tres discos en los que reflexiona sobre su hijo adolescente muerto en 2015. Visitará en 2022 el Primavera Sound de Barcelona con su banda, The Bad Seeds

Nick Cave, en primer plano, durante su actuación con Warren Ellis en la Salle Pleyel el pasado 12 de octubre en París.David Wolff - Patrick (Redferns)

Con Nick Cave nunca se sabe. Si se saca la entrada de patio de butacas en una de las primeras filas de un frío auditorio y él tiene el día, se aupará a una de ellas con su metro noventa y acabará cantando en toda cara de los privilegiados seguidores y rozando sus dedos, como si el show ya fuera solo para ellos. Una experiencia casi mística (Into my Arms, Palacio de Congresos de Madrid, mayo de 2015). Pero puede que si se saca la de balcón y esa noche, como la del miércoles pasado en la Salle Pleyel de París, al ...

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Con Nick Cave nunca se sabe. Si se saca la entrada de patio de butacas en una de las primeras filas de un frío auditorio y él tiene el día, se aupará a una de ellas con su metro noventa y acabará cantando en toda cara de los privilegiados seguidores y rozando sus dedos, como si el show ya fuera solo para ellos. Una experiencia casi mística (Into my Arms, Palacio de Congresos de Madrid, mayo de 2015). Pero puede que si se saca la de balcón y esa noche, como la del miércoles pasado en la Salle Pleyel de París, al barítono más atormentado del rock le de por conversar con los pobres diablos de allá arriba mientras cantaba eso, Balcony Man ―”Soy el hombre del balcón / Donde todo es normal hasta que deja de serlo”― mientras les exigía que berrearan cada vez que él pronunciaba “balcony” y si no lo hacían les gritaba “¡fuck!”.Esa noche, de nuevo, París era una fiesta. Aunque también tuvo mucho de funeral.

Nick Cave (Warracknabeal, Australia, 64 años) y su viejo compañero el multiinstrumentista Warren Ellis (Ballarat, Australia, 54 años) llenaron dos noches seguidas este templo de la música clásica en dos conciertos sorpresa anunciados a mediados de septiembre en medio de la gira que ambos llevan a cabo actualmente. Dos horas y media de música de duelo y desesperanza, también de luz y humor, destiladas en 23 canciones.

Aunque no faltaron viejas composiciones como Henry Lee (del disco Murder Ballads, 1996), Cosmic Dancer (un clásico de T.Rex de 1971) o la propia Into my Arms (del álbum The Boatman’s Call, 1997), el repertorio, incluidos cuatro extensos y generosos bises, se centró sobre todo en los tres últimos discos de estudio de Cave: Skeleton Tree (2016), Ghosteen (2019) y Carnage (2021), especie de trilogía/elegía en recuerdo del hijo muerto. Los dos primeros están firmados por The Bad Seeds, la banda que lidera el bardo australiano desde 1984, y el tercero es exclusivamente obra del dúo Cave-Ellis. Los tres están directamente influidos por la muerte en 2015 de Arthur, uno de los hijos mellizos de Nick Cave y la modelo Susie Bick, quien cayó por un acantilado de Brighton (la ciudad inglesa donde vive la familia) tras haber consumido ácido.

Aquella desgracia pilló a Cave grabando Skeleton Tree. El resultado final ya incluyó himnos desoladores en memoria de Arthur, como el tema I Need You, interpretada con un aroma de góspel la otra noche en París. De Ghosteen, un disco doble que se divide en dos partes, Los hijos y Los padres, fueron cayendo en el Pleyel prácticamente todos los temas: Spining Song (con la que arrancó el concierto), Bright Horses, Waiting for You, Galleon Ship, Ghosteen, Hollywood… y lo mismo sucedió con Carnage, del que la pareja llevó al directo Hand of God, Carnage, White Elephant (recordando al Cave post-punk que nunca murió), Lavender Fields y toda la desolación de Shattered Ground, además de la mencionada Balcony Man.

Warren Ellis (izquierda) y Nick Cave, colaboradores también en el álbum 'Carnage'.

“Para mí, Carnage es un mundo en sí mismo, evocador y cinematográfico. Eso es algo que nace ya con la composición propia, entre los paisajes sonoros de Warren y la poesía de Nick. Desde el punto de vista del sonido, lo importante al arreglar y mezclar un disco como este es mantener esa misma sensación hasta el final y no dejar que se rompa la magia”, explicaba este jueves desde Londres a EL PAÍS el español Luis Almau, responsable junto a Cave y Ellis de las mezclas y de los arreglos de este disco triste y magistral puesto en pie durante la pandemia: “Ghosteen puso el listón muy alto, pero Nick y Warren siempre intentan ir más allá, y para mí han conseguido mantener los rasgos más clásicos de su trabajo y a la vez seguir sorprendiendo”.

En la Salle Pleyel del Faubourg Saint-Honoré de París, el show transcurrió entre Nick Cave aullando y susurrando al borde del escenario o sentado ante un gran piano de cola, Warren Ellis como un músico callejero ―lo que en realidad fue― con su cacharrería de violines y teclados de los que extraía lo mismo notas folk que lúgubres sonidos de campana de iglesia. No será este formato, ni mucho menos, el que llevarán en junio de 2022 al Primavera Sound de Barcelona. Entonces serán The Bad Seeds al completo quienes se suban al escenario.

Pero el resultado será el mismo: el ansiado regreso de Nick Cave a la carretera. “Durante la pandemia me sorprendió lo difícil que era para mí no tocar en directo. He llegado a la conclusión de que soy esencialmente una cosa que gira. Echo de menos la emoción de subir al escenario, la emoción de la actuación, donde todas las demás preocupaciones se disuelven en una pura interrelación animal con mi público”.

Lo escribió en una de las entradas de The Red Hand Files, el blog de preguntas y respuestas que Cave se toma “como una oración” y que mantiene abierto con sus seguidores desde hace justo ahora tres años. En esta especie de consultorio que toma el nombre de una de las canciones del músico, Red Right Hand, lo mismo se habla de música que de Dios, de ayuda psicológica que de amor, de intemperie, de viajes, de giras, de soledad, de muerte, amistad, de humor y de sus legiones de seguidores. El motivo de hacerlo lo reveló él mismo en septiembre en respuesta a la carta de una tal Chantal, de Sydney: “Por el tremendo poder curativo de la combinación de contar y escuchar”.

En París, tras dos horas y media de música, se despidió así: “Gracias por venir, para nosotros es muy importante después de todo lo ocurrido. Gracias por recordar cómo ser un público”.

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