‘La noche de los reyes’, el eterno poder de Sherezade
Este drama carcelario de Costa de Marfil es un sorprendente acercamiento a las tradiciones orales y escénicas africanas
rLa noche de los reyes es un drama carcelario en el que de forma sorprendente el mito de Sherezade se encuentra con la tradición oral africana y su riqueza escénica. El director de Costa de Marfil Philippe Lacôte propone una mirada a su país desde el microcosmos de una cárcel y lo logra con una interesantísima mezcla de capas narrativas y tonos que desde el corazón de un escenario violento y si...
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rLa noche de los reyes es un drama carcelario en el que de forma sorprendente el mito de Sherezade se encuentra con la tradición oral africana y su riqueza escénica. El director de Costa de Marfil Philippe Lacôte propone una mirada a su país desde el microcosmos de una cárcel y lo logra con una interesantísima mezcla de capas narrativas y tonos que desde el corazón de un escenario violento y sin ley se abre tanto a la fantasía de los relatos populares como a la dura realidad de la calle. Una idea nada sencilla de llevar a buen puerto, pero que Lacôte conduce con audacia y sencillez, capaz de abrirse a la luz desde un oscuro infierno.
La historia arranca cuando el personaje principal entra en una prisión cuyos funcionarios no pisan y tachan de “selva”. Un chico de 17 años perteneciente a la banda de los Microbios, unos ladronzuelos callejeros que han tomado su nombre de la película brasileña Ciudad de Dios, aterriza en un lugar regido por sus propios rituales de vida y de muerte. La noche de los Reyes ofrece una puesta en escena de intrincados pasillos y celdas donde emergen las emociones más primarias, y eso incluye las supersticiones, la fantasía y los cuentos. Una prisión con una jerarquía propia que se va cruzando por el tortuoso camino del recién llegado. Lacôte narra una historia atípica, al parecer inspirada en un ritual carcelario real.
Con estrategias del teatro dentro del cine, la película acaba concentrando su acción en un espacio diáfano de la cárcel donde los reclusos se convertirán en improvisados intérpretes y bailarines. Una mezcla de actores naturales y profesionales bien afinada en la que solo el francés Denis Lavant ejercerá de “extraño”, una especie de bufón loco aferrado a una gallina que por momentos recuerda a la sombra trágica de John Hurt en El expreso de medianoche. Pero este drama carcelario no persigue la sordidez por la sordidez. Más bien al contrario, busca reclamar desde un espacio escénico de fuerza tribal el eterno poder de Sherezade y de la imaginación.