Un teatro romano en el subsuelo de Córdoba
Las excavaciones de la ciudad de Ategua confirman que la gran edificación que se ha localizado en el yacimiento contaba con gradas, cuerpo escénico y ‘orchestra’
En un cerro amesetado de la pedanía de Santa Cruz (a unos 30 kilómetros de Córdoba), en época íbera (siglos IV y III a. C.) se ubicaba un poblado amurallado que, en periodo romano, se convirtió en la ciudad de Ategua. En ella, en el año 45 a. C., se dieron cita los ejércitos de Julio César y de los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, que luchaban por el c...
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En un cerro amesetado de la pedanía de Santa Cruz (a unos 30 kilómetros de Córdoba), en época íbera (siglos IV y III a. C.) se ubicaba un poblado amurallado que, en periodo romano, se convirtió en la ciudad de Ategua. En ella, en el año 45 a. C., se dieron cita los ejércitos de Julio César y de los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, que luchaban por el control de Roma. El reciente estudio La ciudad romana de Ategua, que analiza e interpreta los resultados obtenidos por las prospecciones geofísicas efectuadas en el interior del recinto amurallado desde 2018, firmado por la arqueóloga María del Camino Fuertes y el ingeniero alemán Cornelius Meyer, da a conocer los últimos hallazgos de este sorprendente yacimiento. Los trabajos de excavación realizados en agosto pasado han confirmado las expectativas del informe geofísico: hay un teatro romano en el subsuelo.
Camino Fuertes explica lo excavado en este yacimiento gestionado por la Junta de Andalucía: “Hemos encontrado una panadería, un tramo del cardo máximo [calle principal norte-sur] y otro del decumano máximo [vía este-oeste] y las cimentaciones de las gradas de un edificio de espectáculos y que son características de los teatros, pero también de los anfiteatros o de los circos”.
El emperador Napoleón III (1808-1873) era un apasionado de la historia, sobre todo de la que se refería a Julio César. Así que mandó al coronel Eugéne-Georges Stoffel a excavar Ategua, con el visto bueno de Isabel II, y eso que el francés terminaría robándole uno de los tesoros más importantes encontrados en España, el visigodo de Guarrazar. No fue hasta el primer tercio del siglo XX cuando los expertos nacionales hicieron acto de presencia, con unos estudios que pudieron confirmar la existencia de una ciudad íbera y luego romana. Además, se constató su ocupación desde, al menos, la Edad del Bronce (hace unos 3.000 años) y la construcción de una fortaleza islámica almohade en el XII de nuestra era.
En diciembre de 2018 se iniciaron las primeras prospecciones geomagnéticas de todo el conjunto arqueológico, que han dado como resultado la detección de “edificios, viales y estructuras que son completamente invisibles en el terreno y que, en la mayor parte de los casos, ni siquiera se intuyen”, afirma la publicación científica de Fuertes y Meyer.
En concreto, se han detectado 76 calles, 59 manzanas y, al menos, nueve edificios singulares posiblemente romanos, si bien su cronología exacta solo se podrá determinar cuando se excaven. Se calcula que la muralla que rodeaba la ciudad medía 1,7 kilómetros y defendía 13,44 hectáreas de tejido urbano. La calle principal (cardo máximo), que unía dos puertas de la urbe y que pasaba junto a las termas, tenía una anchura de cinco metros según los instrumentos de teledetección.
Y entre las imágenes obtenidas, y ahora confirmada con la excavación, destaca “la presencia de una gran estructura semicircular, de 26,66 metros de diámetro, abierta hacia el norte a un espacio de planta triangular”. Los arqueólogos calculan que tenía unos 2.000 metros cuadrados. El edificio incluía un muro en exedra (circular) que “bien pudo ser una plaza abierta o de otro tipo de edificio público, tal vez de carácter termal, tal vez de carácter comercial, tal vez de carácter lúdico”.
De todas formas, se lee en la publicación, “no podemos escapar a la tentación de considerar [el edificio de 2.000 metros cuadrados] como de espectáculos, siendo el teatro la propuesta más sugerente. De ser así, el espacio central generado por la curva sería el que estaría ocupado por la orchestra, a cuyo alrededor se diseñaría el graderío, y el rectangular, al norte, el destinado al cuerpo escénico”.
Pero no es la única gran edificación localizada bajo el subsuelo del entramado urbano. Los arqueólogos creen haber hallado un templo de 18 metros de lado y de planta casi cuadrada. Su interior parece vacío. “Es una estructura cuando menos singular que, por otra parte, se localiza en un espacio también exclusivo, a más de 10 metros de altura con respecto a la cota general. “Se trata”, continúa Fuertes, “de un edificio aislado, pero muy visible con respecto al resto de la ciudad y del territorio que la circunda, no solo porque se levanta en una zona ya de por sí más elevada sino, además, porque se localiza junto a una de las puertas de acceso”. Es decir, era una edificación de obligada visión para quienes accedieran a la ciudad.
¿Y por qué desapareció esta gran urbe? El artículo de Fuertes lo explica así: “Los resultados no dejan lugar a dudas de que el urbanismo imperante es de una ciudad romana, ciudad que como todas las de su alrededor, entre ellas Córdoba, se levantó sobre una antigua ciudad protohistórica y sobre anteriores poblados prehistóricos. Su devenir estuvo condicionado por la rendición a la que tuvo que someterse ante César en el 45 a. C., si bien siguió siendo un importante enclave estratégico hasta el siglo XII. Pero los repartos de tierras tras la conquista por parte de las tropas cristianas condicionaron su declive y abandono”.
“Se trata, en definitiva”, afirma Fuertes, “de un yacimiento único, una auténtica joya que está por descubrir bajo la superficie de la tierra que lo protege”.