En JazzVitoria importan el dónde y el cómo
Los norteamericanos Thumbscrew ofrecieron en el festival un buen concierto, pero condicionado por lo inadecuado de un escenario poco propicio para la música del grupo de Mary Halvorson
Cuando un evento tiene tantos años de historia como el Festival de Jazz de Vitoria, sus espacios habituales son también parte de su personalidad. Por eso, después de año y medio de pandemia y de la muy reducida edición que tuvo lugar el año pasado, resulta realmente gratificante volver al Teatro Principal para escuchar jazz, como cada año, y más aún cuando en el escenario está el grupo de Gonzalo del Val. Presentando ...
Cuando un evento tiene tantos años de historia como el Festival de Jazz de Vitoria, sus espacios habituales son también parte de su personalidad. Por eso, después de año y medio de pandemia y de la muy reducida edición que tuvo lugar el año pasado, resulta realmente gratificante volver al Teatro Principal para escuchar jazz, como cada año, y más aún cuando en el escenario está el grupo de Gonzalo del Val. Presentando su último álbum, Cancionero, el baterista abrió la tarde del jueves en Vitoria con un concierto exquisito, acompañado por el pianista Marco Mezquida, el contrabajista David Mengual y el trompetista Benet Palet, y mostrando por qué son una de las formaciones más interesantes de nuestra escena. El marco ayudó, con ese regreso al Principal envolviendo cálidamente la música, y lo que se sintió como una conexión sincera entre la banda y el público.
El otro escenario clásico del festival, el Pabellón de Mendizorrotza, tendrá que esperar, y para este año los conciertos de mayor aforo se concentran en el Iradier Arena, un espacio habilitado para que albergue toda clase de espectáculos durante meses en la ciudad, con distancia social, aforo limitado y todas las medidas sanitarias vigentes.
La presencia de Thumbscrew en el festival tenía un peso mucho mayor de lo que, muy probablemente, hubiese tenido en una edición normal. La música del trío formado por Mary Halvorson, Michael Formanek y Tomas Fujiwara no es particularmente “dura” para un aficionado al jazz contemporáneo, pero sí exigente y con pocas concesiones para un espectador casual, lo que hace que propuestas como esta no se vean a menudo en los escenarios principales de los grandes festivales de jazz en España, un país con poca cintura para lo que sale de la ortodoxia y la tradición del género. Sin embargo, en 2021 Thumbscrew es una de las pocas bandas norteamericanas que podremos ver por aquí, y si a eso añadimos que sus integrantes son tres de los músicos más interesantes de la escena internacional, es normal presentarlos como un plato fuerte del festival, y todo un acontecimiento en el verano jazzístico.
Thumbscrew es un trío en el que la colectividad es pura: la ausencia de liderazgo por parte de cualquiera de sus miembros es manifiesta, y para escucharlos con sentido hay que empaparse por igual de todo lo que está sonando en cada momento. Los tres músicos lideran otros tríos, muy diferentes, pero la música de Thumbscrew poco tiene que ver con la del Mary Halvorson Trio, el Very Practical Trio de Formanek o el 7 Poets Trio de Fujiwara, por poner algunos ejemplos; aquí todo fluye en bloque, con una dirección marcada al unísono por tres creadores independientes y personales. Su concierto en Vitoria no se concentró en su nuevo álbum, sino en una recapitulación de varias de sus últimas grabaciones, con originales como Cruel Heartless Bastards, Sequel To Sadness o One Day, pero también reinterpretaciones de standards de Jimmy Rowles y Herbie Nichols, su versión del tango Buen Amigo, de Julio de Caro, e incluso una composición del maestro Anthony Braxton. Un repertorio que dio una amplia visión de la música de Thumbscrew, pero que también tuvo algo de irregular, tal vez porque ni el escenario ni el recinto eran propicios para esta clase de música.
Sin caer en tópicos estériles sobre si unos conciertos son para un tipo de espacio, y dejan de funcionar en otro, lo cierto es que la frialdad del recinto no ayudó a conectar con el grupo, que en algunos momentos parecía estar tocando también sin alcanzar los altos grados de comunicación interna a los que acostumbran. Todo fluía con soltura, y la música fue excelente, pero quedó la sensación de que en un espacio más reducido, con una acústica más compacta y detallada, la posibilidad de interacción hubiese sido mayor, y el concierto más emocionante.
La tarde en Iradier se había abierto con el trío de Pablo Martín Caminero, ilustre vitoriano que presentaba el proyecto Al toque, en el que rinde tributo a la tradición de la guitarra flamenca. Caminero lleva años entre los grandes contrabajistas de nuestro país, y su gran bagaje flamenco hace que pueda reinventar con categoría y credibilidad piezas del maestro Sabicas, Manolo Sanlucar, Rafael Riqueni y otros gigantes de la tradición flamenca. No hay guitarrista en su trío, claro, ni falta que hace: con Moisés Sánchez al piano y Paquito González a la percusión, Caminero construye una fusión de jazz y flamenco cabal y sin lugares comunes.