Ariel Goldenberg, un nómada sedentario de la programación teatral europea

El gestor cultural argentino de origen judío, director entre otras citas del Festival de Otoño de Madrid, falleció a los 70 años en la ciudad francesa de Nimes, su última residencia

Ariel Goldenberg, en una imagen de 2019 en Madrid.LUIS MAGÁN

Ariel Goldenberg (Buenos Aires 1951-Nimes 2021) falleció este miércoles a los 70 años en el Hospital General de Nimes (Francia), donde vivía retirado después de cuajar una carrera profesional que le llevó a ser uno de los más reconocidos gestores de la programación teatral internacional. De origen judío, padre rumano y madre polaca, empezó su trayectoria profesional como cofundador del Teatro Margarita Xirgu, en Buenos Aires, su ciudad natal, pero su andadura europea empezó en el Festival de N...

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Ariel Goldenberg (Buenos Aires 1951-Nimes 2021) falleció este miércoles a los 70 años en el Hospital General de Nimes (Francia), donde vivía retirado después de cuajar una carrera profesional que le llevó a ser uno de los más reconocidos gestores de la programación teatral internacional. De origen judío, padre rumano y madre polaca, empezó su trayectoria profesional como cofundador del Teatro Margarita Xirgu, en Buenos Aires, su ciudad natal, pero su andadura europea empezó en el Festival de Nancy, donde llegó con el equipo del Teatro Payró, un grupo bonaerense fundado por varios disidentes del Yiddish Folk Theatre. Allí fue donde le fichó el entonces ministro de cultura Jack Lang, que tan buena huella dejó en la política cultural francesa.

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Recaló en España integrándose en el equipo del actor y director José Luis Gómez, en la etapa en que este dirigía el Teatro Español de Madrid, y en 1980 inició su relación con la Asociación Caballo de Bastos en los albores del Festival Internacional de Teatro de Madrid, que codirigió con Tato Cabal hasta 1984 y con Amaya de Miguel hasta 1991, año en el que las instituciones culturales patrocinadoras liquidaron una muestra que permitió descubrir los nuevos movimientos teatrales que emergían por el mundo y los grandes nombres del teatro internacional en una España que estaba en plena transición de una dictadura a una democracia. Precisamente Amaya de Miguel, actual directora del INAEM, comentó al conocer la desaparición de Goldenberg: “Era un hombre lleno de cualidades y saberes, su característica más notable era su generosidad, nunca le vi perder los nervios, siempre buscaba y lograba el acuerdo; era un auténtico visionario”.

En 1989, tras un breve paso por la dirección del Festival de Múnich, fue nombrado director del Teatro de Bobigny, hasta el año 2000, en el que asumió la dirección del Théâtre National de Chaillot, de París, uno de los más importantes de Francia, cuya labor desarrolló hasta 2008. En el año 2000, haciendo compatible su función con el trabajo en París, volvió a ponerse en España al frente de un gran evento, como director del Festival de Otoño de Madrid, cargo en el que permaneció 15 años, situando la muestra entre las más interesantes del panorama mundial. Goldenberg decía que, a la hora de seleccionar las compañías, lo más importante era “el valor artístico de los espectáculos, la originalidad y evitar el tono festivalero”.

Además del español, hablaba correctamente francés, italiano, portugués, inglés, alemán y yiddish, aunque creía que su conocimiento de lenguas no había sido fundamental para desarrollar una brillante e internacional carrera como director de festivales y teatros. “Mi trayectoria profesional no hubiera sido la misma sin las muchas comidas que he tenido con creadores, artistas, políticos, programadores... El placer de la buena mesa lo aprendí en muchos países. Me gusta porque es una extraordinaria forma de convivencia, de aportar calor a una relación, algo muy útil porque el material con el que trabajo son artistas”, decía Goldenberg, quien aseguraba que esa actividad le había costado muy cara “en todos los sentidos”.

Vivió en muchas ciudades, pero se consideraba un “nómada sedentario” y le parecía de lo más normal vivir en París y trabajar en Madrid. Su última residencia fue en la francesa ciudad de Nimes.

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