La ciudad de los cuatro tesoros escondidos

Los arqueólogos recuperan la historia de los tesorillos ocultados por sus dueños ante la inminencia de la guerra en el yacimiento medieval de Calatrava La Vieja

Vista aérea de la ciudad fortificada de Calatrava la Vieja, y en un círculo marcado el lugar donde se halló el primer tesoro en 1960.Manuel Retuerce Velasco
Madrid -

El viejo adagio “no hay nada más cobarde que el dinero” se ha convertido curiosamente en un auténtico tesoro arqueológico, una fuente inagotable de conocimientos para los expertos. Ahora, el artículo Las monedas escondidas en Calatrava La Vieja. Los secretos tesorillos del pasado, firmado por el arqueólogo Manuel Retuerce Velasco, del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, y Miguel Hervás Herrera, de la consultora ...

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El viejo adagio “no hay nada más cobarde que el dinero” se ha convertido curiosamente en un auténtico tesoro arqueológico, una fuente inagotable de conocimientos para los expertos. Ahora, el artículo Las monedas escondidas en Calatrava La Vieja. Los secretos tesorillos del pasado, firmado por el arqueólogo Manuel Retuerce Velasco, del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, y Miguel Hervás Herrera, de la consultora Baraka, Arqueólogos S.L., rescata el hallazgo en las últimas décadas de cuatro conjuntos monetarios hallados en este yacimiento de Carrión de Calatrava (Ciudad Real), ocultados por sus propietarios ante el peligro inminente de algún conflicto. Dos de ellos corresponden a la época emiral (siglo IX) y otros dos al siglo XIII, ya que la ciudad fortificada se hallaba en plena frontera entre cristianos y musulmanes y fue el núcleo habitado más notable entre Córdoba y Toledo durante cuatro centurias.

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El artículo de Retuerce y Hervás lo explica así: “A causa de los temores generados por los propios hombres con sus frecuentes acciones bélicas, en los momentos de inseguridad siempre fue muy habitual y lógica la ocultación de los bienes de cualquier miembro de una comunidad. Hasta que el peligro pasara, resultaba totalmente habitual que cualquier persona tratara de esconder sus recursos y pertenencias en un sitio determinado y relativamente cercano al lugar en que habitaba”.

Así, desde 1960, cuando se produce casualmente el primer hallazgo, hasta 2010, cuando se realiza el último, los arqueólogos han ido ampliando sus conocimientos sobre la vida cotidiana en esta ciudad amurallada, que será habitada por unas 4.000 personas hasta fines del siglo XIII, cuando comenzó su decadencia y progresivo abandono, ya que el traslado de la frontera militar hacia el sur peninsular le arrebató su importancia estratégica.

Tesorillo de 29 monedas restauradas procedentes de la cuarta ocultación entre finales del siglo XII y 1264 en Calatrava La Vieja.Manuel Retuerce Velasco

En 1960 ―24 años antes de que comenzasen las excavaciones en este yacimiento― un labrador encontró, en lo que fue el arrabal oeste de la ciudad, más de un centenar de monedas emirales. Sin embargo, los investigadores tienen poca información sobre lo hallado, porque casi todas las piezas fueron vendidas por su descubridor, y del recipiente donde se guardaron ―fundamental para determinar el porqué de la ocultación― se tienen pocos datos. Solo cinco piezas fueron donadas al Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Dos monedas del reinado de Alfonso VIII pertenecientes al tercer tesoro hallado en Calatrava La Vieja.Manuel Retuerce Velasco

El segundo hallazgo se produjo en 1995 durante las obras de apertura de una fosa séptica a unos cien metros al sureste de una ermita que se alza próxima al yacimiento. Se trata de un conjunto de más de 400 gramos de monedas de plata que incluye piezas de “todos los emires omeyas de al-Andalus —desde Abd al-Rahman I a Abd Allah—, unos pocos fragmentos de monedas francas, dos monedas de dinastías islámicas no andalusíes y dos pequeñas piezas de joyería de plata”.

Se supone que pertenecía a alguien que escondió todo su caudal ante la llegada de los enemigos a la ciudad. La cronología de estas piezas se extiende poco más de un siglo: desde finales del VIII a los años 891 u 892 y que corresponden al reinado del emir Abd Allah (888-912), abuelo de Abd al-Rahman III, futuro califa de Córdoba. El conjunto está expuesto en el Museo Provincial de Ciudad Real.

Pero no todos los hallazgos han sido casuales como los anteriores. En 2004, mientras los arqueólogos trabajaban a extramuros, al norte del imponente alcázar, se toparon con un conjunto de 71 dineros de Alfonso VIII, en lo que sospecharon que pudo ser el suelo de una vivienda de un arrabal. Por sus características —con huellas de la tela que lo envolvió y el poco valor de las monedas—, los expertos creen que pudo tratarse de un hatillo depositado en algún escondrijo de la casa, posiblemente en una viga del techo, y que caería al suelo al desmoronarse la vivienda. Está fechado entre los años 1212 y 1217 y se correspondería con el sueldo aproximado de un mes.

Dineros de Alfonso X, de entre fines del sitlo XII y 1264, correspondientes a la cuarta ocultación.Manuel Retuerce Velasco

El último hallazgo, realizado en 2010 y a solo ocho metros del anterior, es muy semejante. Solo se diferencia en que los arqueólogos, en esta ocasión, sí están seguros de cómo se escondió este tesorillo de 29 piezas acuñadas entre finales del siglo XII y 1264, estas últimas por Alfonso X a raíz de la primera guerra de Granada.

El conjunto fue encontrado sobre lo que fue el pavimento de una vivienda del siglo XIII y envuelto con telas. “Fue escondido entre los maderos de alguna de las durmientes del techo de la habitación”, explica Retuerce. “Quizás esas monedas se guardaron en ese punto y allí quedaron para siempre; sin que nadie nunca las recogiera, hasta que una vez abandonada la casa, y tras el desmoronamiento de muros y de la cubierta, cayeran al suelo”.

“Los cuatro tesorillos de Calatrava la Vieja”, concluye el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, “son un claro ejemplo de cómo se escondían en lugares secretos las fortunas muebles. Los sitios solo eran conocidos por el temeroso y previsor propietario o por personas allegadas a él. En el momento en que el peligro y los atacantes se fueran, solo él o sus familiares intentarían volver a por el apreciado patrimonio oculto. Lo malo, es que, en muchas ocasiones, ninguna de las personas que conocían el secreto sobrevivía, nadie podía ir a recoger el bien escondido y este permanecía en el mismo lugar por los siglos de los siglos…”.

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