Los retratos del nacimiento de la fotografía en Filipinas
Los descendientes de Narciso Clavería y Zaldúa, gobernador de la entonces provincia española, conservan tres daguerrotipos que un coronel tomó a nativos en los años cuarenta del siglo XIX
Parecen tres guerreros. Posan con sus armas y gesto marcial; seguro que orgullosos de ser retratados con ese invento que se presentó en agosto de 1839 en París. El fotógrafo era el coronel José María Peñaranda (1806-1850), secretario del gobernador de Filipinas cuando el archipiélago era provincia española. Él tomó tres retratos de nativos de la isla de Luzón “que son probablemente las imágenes más antiguas de Filipinas que se conservan en España, en el propio archipiélago y en EE UU”, dice el periodista y librero Prudencio Mateos, que ha investigado el origen de estas piezas. Las imágenes fue...
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Parecen tres guerreros. Posan con sus armas y gesto marcial; seguro que orgullosos de ser retratados con ese invento que se presentó en agosto de 1839 en París. El fotógrafo era el coronel José María Peñaranda (1806-1850), secretario del gobernador de Filipinas cuando el archipiélago era provincia española. Él tomó tres retratos de nativos de la isla de Luzón “que son probablemente las imágenes más antiguas de Filipinas que se conservan en España, en el propio archipiélago y en EE UU”, dice el periodista y librero Prudencio Mateos, que ha investigado el origen de estas piezas. Las imágenes fueron propiedad del gobernador y capitán general de las Filipinas, Narciso Clavería y Zaldúa (1795-1851), que estuvo en el cargo entre 1844 y 1849, y para quien se creó el título de conde de Manila. Sus descendientes han conservado su archivo, inédito, en el que están estos daguerrotipos.
Mateos ha pasado tres años analizando los papeles del archivo, “que se compone de unos 4.300 documentos, de los que 2.300 son de la etapa filipina”, apunta. Peñaranda, que estuvo destinado 22 años en el archipiélago, donde murió, “es posiblemente el primer fotógrafo de la historia en Filipinas”. “¿Cuántas máquinas de daguerrotipo podía haber en esa zona en los años cuarenta del siglo XIX?”, se pregunta. Gracias a un retrato sobre placa de marfil, del artista filipino Damián Domingo, sabemos que Peñaranda era un joven de pelo negro y rizado, ojos oscuros y boca pequeña. Juan Miguel Sánchez Vigil, profesor de la Facultad de Documentación de la Universidad Complutense de Madrid, indica que la difusión del daguerrotipo “fue inmediata en un periodo en que los viajes por el mundo eran un reto para los aventureros, que llevaban consigo el nuevo invento”. En España el primer daguerrotipo se tomó el 9 de noviembre de 1839, en Barcelona.
“Estas fotos se hicieron en torno a 1848, quizás antes”, señala Mateos, mientras desenvuelve con cuidado los tres daguerrotipos. En sus pesquisas encontró una carta que Peñaranda envió el 6 de junio de 1850 a Madrid, al conde de Manila, quien había regresado por motivos de salud. En ella le desea que se recupere, lo que no duda que sucederá gracias a “la leche de Guipúzcoa, los aires y los paseos en aquellos montes”, y le pide que cuando esto suceda le envíe “una prueba daguerrotípica”. A continuación, añade que ha tenido abandonado “este entretenimiento”, aunque pudo llevar “el instrumento a Ilocos [región filipina], con el objeto de sacar algunas vistas y retratos de varias razas en [la provincia] de Abra”. Sin embargo, lamenta que por el tiempo lluvioso solo pudo tomar “unas vistas del camino de Ayanyuyos [Yauyos]”. El tono de la misiva indica que había una relación estrecha entre ambos.
Clavería era un hombre culto que, como señalan unos apuntes que Mateos encontró en su archivo, ya sabía en 1842, antes de partir para Filipinas, cómo se hacía un daguerrotipo. El fotohistoriador Publio López Mondéjar describe esta técnica en su libro Historia de la fotografía en España: “Imágenes sobre placas de cobre cubiertas de plata, muy bien pulimentadas y sensibilizadas con vapores de yodo. La placa se revelaba con vapores de mercurio y se fijaba con sal marina”.
Sánchez Vigil no duda de la autenticidad de estas piezas, que tienen un tamaño de siete por 10 centímetros cada uno. “Destaco su calidad técnica, la composición en la toma, el buen estado de conservación y la definición de la imagen”, y agrega que “el tiempo de exposición en aquellos años era de menos de un minuto, dependiendo de la luz, por lo que el posado debió de durar en torno a medio minuto”.
Los daguerrotipos miden siete por 10 centímetros. El conde de Manila dejó escrito que eran tres retratos a “un mayoyao, un gaddan y un negrito”
La historia continúa el 18 de junio de 1850, cuando Clavería envió una carta al Museo de Artillería para ofrecer “tres retratos al daguerrotipo de un mayoyao, un gaddan y un negrito para copiarse”. Que hubo un intercambio de comunicaciones lo certifica una carta anterior de un brigadier del centro al hijo de Clavería. En ella se menciona el “encargo de recoger las armas, retratos de daguerrotipos [...]”. Y se añadía: “Ya tengo un excelente artista que copiará también al daguerrotipo los retratos de Vd. los que le devolverá muy pronto”.
Para confirmar sus pistas, Mateos consultó el Catálogo de los objetos que contiene el Real Museo Militar a cargo del Cuerpo de Artillería, de 1856. En él hay fichas de las tres fotografías: “Retrato al daguerrotipo de un indio gaddan, llamado Poutot, del pueblo del Álamo. Tiene en su mano una lanza arponada y en la otra una aligua [especie de hacha]. Este retrato con los dos siguientes fueron sacados en Manila por orden del Excmo. Sr. D. Narciso de Clavería”, se dice. De las tres imágenes es la que corresponde al hombre que posa de lado con una camisa de rayas.
La siguiente ficha dice: “Retrato al daguerrotipo de Agapit, negrito de Camaray. Tiene en sus manos un arco y dos flechas”. Es el que mira a la cámara y lleva taparrabos y un grueso collar. Por último, el de “Menguet, indio mayoyao salvaje”. “Tiene en su mano una lanza arponada”. También en taparrabos, lleva un tocado con plumas. Otros papeles del archivo sugieren que el motivo de los retratos pudo estar en la diplomacia, una muestra de respeto de la metrópoli con líderes locales.
Sin embargo, cuando Mateos preguntó en el Museo del Ejército, sucesor entre otros del de Artillería, por esos daguerrotipos, no constan en sus fondos, aunque sí otros objetos que donó Clavería. ¿Alguien se llevó las copias? ¿Se perdieron? Lo seguro es que los herederos del conde de Manila esperan que una institución o un particular les haga una oferta por los daguerrotipos y el archivo inédito.