El ayudante de John Lennon

Añejos documentos que circulan por el mercado de coleccionistas revelan detalles insospechados de la vida de grandes figuras

John Lennon y Yoko Ono, en la parte de atrás de un coche el 1 de diciembre de 1968.Susan Wood (Getty Images)

Con creciente frecuencia, salen a la superficie manuscritos, cartas, postales, garabatos de las estrellas. En general, se trata de papeles que han entrado en el circuito de las casas de subastas, empresas interesadas en publicitar sus lotes e inflar su “importancia histórica”. Un día es el contrato privado por el que Bob Dylan se compromete a pagar todos los gastos de montar una casa propia para su mujer de entonces, Sara. O la factura de una guitarra comprada por Hendrix.

Otro día se difunde la lista de tareas que John Lennon encarga a ...

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Con creciente frecuencia, salen a la superficie manuscritos, cartas, postales, garabatos de las estrellas. En general, se trata de papeles que han entrado en el circuito de las casas de subastas, empresas interesadas en publicitar sus lotes e inflar su “importancia histórica”. Un día es el contrato privado por el que Bob Dylan se compromete a pagar todos los gastos de montar una casa propia para su mujer de entonces, Sara. O la factura de una guitarra comprada por Hendrix.

Otro día se difunde la lista de tareas que John Lennon encarga a Frederic Seaman, su asistente, el 22 de mayo de 1980. Ha provocado mucha rechifla, dado que incluye detalladas instrucciones para la próxima visita del técnico de la televisión por cable, la urgencia por localizar determinados libros, la orden de tener siempre llenos los depósitos de sus coches, la necesidad de comprar mermelada o cambiar el colchón de su hijo Sean.

Se transmite la idea de que Lennon era un divo, incapaz de las tareas mínimas que resolvería cualquier “persona normal”. Urge puntualizarlo. Puede que John no se fiara de sí mismo: habitualmente afable, había abierto la puerta de su apartamento a intrusos que, durante sus años de silencio, se colaban subrepticiamente en el edificio Dakota. Fuera de allí, estaba más alerta: desarrolló técnicas para moverse por las calles de Manhattan con la mínima interferencia, pero procuraba evitar pasarse por tiendas.

Asunto más enojoso era el de las tareas domésticas. El acuerdo por el que Yoko aceptaba el retorno de John Lennon al lecho conyugal desembocó en su conversión en “amo de casa”, un supuesto triunfo feminista ejemplarizado por su fugaz dedicación a cocer pan. En realidad, John contaba con suficientes empleados para no tener que esforzarse demasiado.

Nota manuscrita de John Lennon con instrucciones para su asistente, Frederic Seaman.

Contamos con el testimonio de su ama de llaves, la gallega Rosaura López Lorenzo, que firmó un libro sin maldad, En casa de John Lennon (Hércules de Ediciones, 2005), donde relativizaba las habilidades culinarias del músico y su sentido práctico. Anécdota: recibe Lennon un paquete de marihuana envuelto en un periódico (no pregunten, una costumbre de los camellos de allí). Hace una bola con el papel y lo tira por el retrete. Se atasca la tubería y termina pidiendo socorro a una Rosaura más divertida que enfadada.

Seguramente conocen el dicho “nadie es un héroe para su ayuda de cámara”, derivado de una observación de Montaigne (“pocos hombres han sido admirados por sus criados”). Efectivamente, suele ocurrir. Aparte, Fred Seaman no era de fiar. El método Yoko para contratar personal consistía en pasar a cada candidato por un filtro astrológico y resultó desastroso con Seaman, que secretamente tomó partido ante lo que percibía como abusos de Ono y humillaciones infligidas a John. Lo que no justifica las trapacerías del ayudante, que intentó comerciar con los “diarios” del difunto (en realidad, anotaciones telegráficas sobre cómo había ido su día). Denunciado, Seaman se comprometió a devolver lo que se había llevado del Dakota. Evidentemente, se quedó con material. Todos lo hacen.

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