Julien Baker, dolor y adicciones para una nueva generación musical
Con la publicación de ‘Little Oblivions’, la estadounidense se ha convertido a los 25 años en un referente por la forma en la que aborda los problemas de su tiempo
La cantautora Julien Baker (Tennessee, 25 años) podría ser uno de los personajes de la serie Euphoria. Joven con precoces problemas de adicción, preocupada por mostrar la diversidad sexuales y angustiada por controlar su salud mental. Así son los protagonistas de la popular serie y así es ella. La cantante, que participó en el festival Primavera Sound de 2016, habla del sufrimiento, de la fe y del amor en ...
La cantautora Julien Baker (Tennessee, 25 años) podría ser uno de los personajes de la serie Euphoria. Joven con precoces problemas de adicción, preocupada por mostrar la diversidad sexuales y angustiada por controlar su salud mental. Así son los protagonistas de la popular serie y así es ella. La cantante, que participó en el festival Primavera Sound de 2016, habla del sufrimiento, de la fe y del amor en Little Oblivions, su tercer disco, publicado la semana pasada. “La vida es dolorosa y difícil”, medita en una videollamada con EL PAÍS. Ante su propia afirmación, quiere traslucir la tendencia, “tan humana”, a la huida: “Podría beber para apagar mi cerebro, correr para distraerme o hacer alguna otra cosa obsesiva. Todos esos comportamientos son formas de crear pequeños viajes al olvido, donde puedes escapar de los sentimientos. Eso no es siempre bueno. Pero de eso trata el álbum”, explica.
“Podría beber para apagar mi cerebro o correr para distraerme. Esos comportamientos son formas de crear pequeños viajes al olvido. Eso no es siempre bueno. Pero de eso trata el álbum”
Los dos primeros discos de Baker eran de instrumentación austera: su sentida voz era suficiente para transmitir la zozobra que sentía. En Little Oblivions se arropa con instrumentos y así las canciones tienen una base que las acerca a dos de sus referentes, Leonard Cohen y Joni Mitchell. Las letras siguen siendo a tumba abierta. En una de sus canciones, Faith Healer, reconoce que echa de menos estar colocada, porque atenuaba el terror y la belleza. La letra la escribió cuando estaba experimentando ansiedad y ataques de pánico frecuentes, y es una súplica: “Ojalá tuviera una solución inmediata a mi dolor. Me di cuenta, mientras seguía escribiendo esta canción, de que no solo nos automedicamos con el alcohol y las drogas, también lo hacemos con las relaciones, con ideologías políticas fanáticas, con atracones de programas de televisión, y con el aislamiento”. Asegura que hay muchas maneras de intentar sentirse mejor con decisiones perjudiciales, y que la canción trata de su relación con ellas y de averiguar el por qué.
Con su guitarra y su voz evidencia realidades que muchas veces han sido obviadas u oprimidas. En Hardline pregunta si le pegarían tan fuerte si fuera un chico, para mencionar lo diferente que es una pelea entre hombres, mujeres o personas LGTB. De hecho, a lo largo de su vida se ha comportado como si fuera resistente y dura ante el sentimiento de que, como lesbiana y por su cuerpo delgado y menudo, era vulnerable. Por eso, le alegra que se visibilicen estos temas sin estereotipos: “Lo más interesante de series como Euphoria es que estamos avanzando en mostrar que ser homosexual no es sorprendente. Y eso me gusta”. “When the drugs wear off, will the love kick in? (Cuando las drogas se acaben, ¿el amor se pondrá en marcha?)”, canta en Repeat.
En la música, la cantautora encuentra una forma de confesarse, pero también ha descubierto en ella el camino más sencillo para entrar en contacto con lo espiritual. “Cuando toco, escucho o voy a un concierto, es lo que espero que la gente sienta cuando creen que entran en contacto con Dios”. Aunque la educaron en la fe cristiana, admite que ha sido un proceso muy largo averiguar su relación con la religión, y que dejar de pensar en Dios como una entidad única le ayudó a ver el aspecto divino que está por toda la vida. “Si lo buscas”, puntualiza.
Baker tarda en responder. Se queda pensativa, rumia la pregunta y busca una respuesta sin miedo a que el silencio de la videollamada ―sin interrupciones ni distracciones― parezca más largo. En un mundo de exhibicionismo, de inmediatez y verborrea, abandera una reflexión que trae a sus melodías y a su manera de comunicar. Considera la música como un refugio porque dice más que con palabras: “Puedo pensar sin juzgarme y preguntarme por qué, y eso me ayuda a descubrir cómo me siento realmente; cuando no tengo miedo ni vergüenza”.
Además de dedicarse a componer, Baker estudió ingeniería de sonido y después literatura con una doble especialización en español y educación secundaria. Le interesan las lenguas por lo mismo por lo que le interesa la melodía: porque son formas de comunicación. ”Los seres humanos están desesperados por encontrar la conexión con los demás. Y cualquier cosa que nos ayude a sentirnos vistos y comprendidos es realmente interesante para mí”. También quiere darle una vuelta a la escuela para que no sea “un lugar opresivo y aterrador”, siendo una buena profesora que se preocupe por sus alumnos. “Sí, quiero cambiar cómo funcionan las cosas. Oh, Dios mío, casi acabo de decir ‘sé el cambio’, como Gandhi”, se interrumpe ella misma, entre risas.
Le gustan los idiomas, pero el español empezó como una imposición: sus padres la obligaron. Ella prefería estudiar alemán. “Solo tenías que cursarlo un año, pero seguí ocho; lo estudié todo el tiempo que estuve en la universidad. Me encantaba”. También tuvo un profesor que la adentró en la poesía española y en la lectura de Gabriel García Márquez. “Pensé: ‘Vaya, esta es una lengua realmente hermosa”.