Patrick Dupond, bailarín estrella y exdirector del Ballet de la Ópera de París

Rebelde, problemático, capricho, lenguaraz y de un enorme talento, falleció a los 61 años

Patrick Dupond en enero de 2003, durante el ensayo de 'L'Air de Paris'.JEAN AYISSI (AFP)

El bailarín estrella y exdirector del Ballet de la Ópera de París, Patrick Dupond, murió el viernes día 5 de marzo de una grave enfermedad que ya hace varios meses lo había separado de toda actividad profesional y social. Tenía 61 años, y había nacido en París el 14 de marzo de 1959. Apodado “L’enfant chéri de la danse française” (el niño querido de la danza francesa), fue al mismo tiempo el enfant terrible del ballet de la primera casa francesa. Siempre fue rebelde, problemático, lenguaraz, c...

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El bailarín estrella y exdirector del Ballet de la Ópera de París, Patrick Dupond, murió el viernes día 5 de marzo de una grave enfermedad que ya hace varios meses lo había separado de toda actividad profesional y social. Tenía 61 años, y había nacido en París el 14 de marzo de 1959. Apodado “L’enfant chéri de la danse française” (el niño querido de la danza francesa), fue al mismo tiempo el enfant terrible del ballet de la primera casa francesa. Siempre fue rebelde, problemático, lenguaraz, caprichoso y con una especial inclinación a saltarse todas las normas, pero eso quedaba en cierta medida compensado y hasta eclipsado por su enorme talento, su simpatía y su don seductor.

Con un físico armonioso, una exultante belleza siempre juvenil y unas dotes naturales de facilidad para danzar que asombraban a entendidos y profanos, Patrick encontró en su primer profesor de ballet “el maestro para toda la vida”: Max Bozzoni (1917-2003), también primera figura masculina de la Ópera en su tiempo (Balanchine lo escogió para protagonizar Le Palais de cristal) y reputado profesor en la propia Ópera por décadas.

Cuando era niño solamente se centraba, se transformaba en otro, en la barra de clases o en cualquier otra actividad en el salón de trabajo de danza

La madre de Patrick primero probó con los deportes a ver si el niño asentaba su carácter e inconformidad, pero no logró nada concreto hasta que alguien sugirió la férrea disciplina del ballet, y en 1970 es admitido en la escuela de la Ópera a través de Bozzoni. Y era verdad que el chico solamente se centraba, se transformaba en otro, en la barra de clases o en cualquier otra actividad en el salón de trabajo de danza. Bozzoni entendió, con su larga experiencia, qué debía estimular en el muchacho hasta convertirlo en un gran bailarín, no sin antes eludir y afrontar varios procesos por indisciplina que casi le cuestan la expulsión de la prestigiosa escuela; apenas terminó los estudios, fue admitido en el cuerpo de baile.

En 1976, con 17 años, fue el primer francés en ganar (y por unanimidad del exigente jurado) la medalla de oro del certamen de Varna (Bulgaria); de ahí todo fue ascensión y laureles. En 1979 es ascendido a primer bailarín por su interpretación del Bolero de Maurice Béjart, y en 1980, al cumplir 21 años, es nominado estrella por la creación Vaslaw, ideado para él por John Neumeier inspirado por la vida de Nijinski. Fue capaz de insuflar al Bufón (una invención ruso-soviética que no está en el original) de El lago de los cisnes de Bourmeister, ya en el repertorio de París desde 1960, tal fuerza e hilaridad, que se convirtió en el auténtico protagonista de la reposición del título.

Todos los personajes que tocaba, los hacía suyos a fuerza de arte e introspección mostrándose virtuoso: el pícaro Basilio del Don Quijote (Nureyev) y el tierno Alain de La Fille mal gardée (Spoerli); el aéreo Puck de Sueño de una noche de verano (Neumeier), El hijo pródigo (Balanchine) o el patético drogado de Au bord du précipice (Ailey).

Hay muchas creaciones memorables de Dupond, desde el Romeo de Nureyev en 1984, el Molinero de Le Tricorne [El sombrero de tres picos] en la versión original de Leonidas Massine, El martirio de San Sebastián de Robert Wilson en 1988, o en 1986 su transformación en Salomé, de Maurice Béjart, un rol a medida que se adelantaba décadas a los asuntos del género. Probó suerte como cantante pop, hizo publicidad, cabaret y cine (entre otros filmes Dancing machine, en 1990, con guion y protagonizada por Alain Delon); el último gran ballet donde bordó un personaje inolvidable fue el Till Eulenspiegel, según la reconstrucción filológica hecha por Mellicen Hodson y Kennett Archer en 1994 sobre el original de Nijinski de 1916 con la música de Richard Strauss.

Primero Dupond fue director del Ballet de Nancy por una temporada en 1988, donde fue llamado por el sobreintendente Jean-Albert Cartier. Poco después, cuando ya Rudolf Nureyev por su enfermedad debe dejar la dirección de la Ópera, Cartier, que se ha movido a París, lo sitúa como sucesor (en cierto sentido aceptado como una lógica natural) del primer ballet francés, puesto que ocupa con la asistencia ejecutiva de Helene Trailine, un periodo que se hace convulso y que dura de 1990 a 1995, donde la crisis desatada lleva a la plantilla de la Ópera a protestas nunca vistas, y a reclamar su relevo, siendo finalmente procesado internamente por nuevas indisciplinas y ausencias.

Sufre un accidente en 2000: los médicos contabilizan hasta 134 fracturas óseas y vaticinan que nunca volverá a bailar

Dupond en 1997 fue invitado como miembro del jurado del Festival de Cannes, y continúa su trayectoria internacional en solitario con enormes y masivos triunfos en Japón y los Estados Unidos, carrera que se ve truncada por un grave accidente de tráfico en 2000; los médicos contabilizan hasta 134 fracturas óseas en su organismo y vaticinan que su vida no corría peligro, pero que nunca volverá a bailar. La carrera de la gran estrella francesa del ballet parecía haber terminado así de dramáticamente, y para mitigar los terribles dolores le administran fuertes dosis de morfina hasta convertirlo en un adicto.

Dupond necesitó más de un año de internamiento en clínicas de desintoxicación para poder distanciarse de los opiáceos, y a la vez, acude a Bozzoni, a su legendario primer maestro, su padre putativo en el arte del ballet, que crea para el maltratado cuerpo del bailarín una serie de ejercicios hasta hacerle volver a las tablas y estrenar con triunfo una comedia musical; ese lento entrenamiento personalizado y paciente se ha considerado un verdadero milagro del trabajo y la constancia.

Hace unos años, Patrick Dupond se encontró con una exjugadora de baloncesto que se había convertido en bailarina contemporánea y coreógrafa: Leïla Da Rocha, que tenía una escuela propia en Soissons, y se convirtió en su compañera y colaboradora. Juntos volvieron a la escena, a programas de televisión, jurados de concursos y exhibiciones con una compañía residente en Burdeos, la White Eagle Dance Company. Es ella quien ha declarado que Dupond ha muerto de una “fulminante enfermedad”.

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