‘The Owners’: una oportunidad perdida para actualizar la lucha de clases

Lo mejor que se puede decir de The Owners (Los propietarios), primera película de Julius Berg, es que no sabes dónde colocarte ante ella. Ni en cuanto al género, que deambula entre el cine social, el thriller de atracos, el terror cercano al torture porn y la comedia negra de crueldad absoluta. Ni tampoco en cuanto al tono, con protagonistas y antagonistas sucesivamente repulsivos, lo que genera una incomodidad constante que a algunos espectadores desesperará, pero que este crítico suele valorar como una virtud más que como un defecto.

Ambientada en la década de los...

Lo mejor que se puede decir de The Owners (Los propietarios), primera película de Julius Berg, es que no sabes dónde colocarte ante ella. Ni en cuanto al género, que deambula entre el cine social, el thriller de atracos, el terror cercano al torture porn y la comedia negra de crueldad absoluta. Ni tampoco en cuanto al tono, con protagonistas y antagonistas sucesivamente repulsivos, lo que genera una incomodidad constante que a algunos espectadores desesperará, pero que este crítico suele valorar como una virtud más que como un defecto.

Ambientada en la década de los noventa, The Owners, basada en la novela gráfica Une nuit de pleine lune, se desarrolla en un corto arco de tiempo, apenas una noche; en un único escenario, una añeja casa inglesa de campo, propiedad de un anciano médico y su esposa, en la que un grupo de jóvenes sinvergüenzas de encefalograma plano ha decidido robar; y está dividida en dos claras mitades donde el poder es ejercido, respectivamente, por cada una de las partes enfrentadas. Sin embargo, pese a que el metraje de la película es bastante escueto, ambas se hacen demasiado largas, como si los grandes temas a tratar no superaran la superficialidad de la violencia. O como si no bastara con la ferocidad de los contendientes y los desequilibrantes toques de humor para componer lo que quizá podría constituido: una despiadada puesta al día de la lucha entre clases.

Berg, francés forjado en la televisión de su país —aunque este debut se haya producido en el Reino Unido—, no parece despuntar en el apartado visual, pero tiene la ayuda de un notable grupo de intérpretes, en el que destaca la presencia de Rita Tushingham, histórica joven actriz del free cinema de los sesenta en películas como Un sabor a miel, aquí ya como anciana inquietante. Son ellos los que sostienen un tanto una película molesta y turbia, con menos altura de la que pretende, cuyo giro final empieza a oler a podrido, por repetitivo, en el último cine de terror.