La ópera de cámara confinada de Nick Cave y Nicholas Lens
Ambos músicos componen ‘L.I.T.A.N.I.E.S.’, una serie de cantos inspirados en formas sacras
Nick Cave cree en Dios, pero no sabía exactamente hasta este año lo que es una letanía. Se lo tuvo que explicar su amigo Nicholas Lens, ateo, pero educado como católico en Bélgica y muy formado en las tradiciones de la música sacra por su padre, un auténtico apasionado del canto gregoriano. El retiro inspiraba a los monjes en la edad media en sus sesiones de notas repetitivas y codificadas rudimentariamente. El confinamiento global de este año nos ha retrotraído de alguna ...
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Nick Cave cree en Dios, pero no sabía exactamente hasta este año lo que es una letanía. Se lo tuvo que explicar su amigo Nicholas Lens, ateo, pero educado como católico en Bélgica y muy formado en las tradiciones de la música sacra por su padre, un auténtico apasionado del canto gregoriano. El retiro inspiraba a los monjes en la edad media en sus sesiones de notas repetitivas y codificadas rudimentariamente. El confinamiento global de este año nos ha retrotraído de alguna forma hacia esos refugios y en el caso de Lens y Cave a esta pieza entre sacra y minimalista llamada L.I.T.A.N.I.E.S y publicada por Deutsche Grammophon.
Según ha contado Cave (Warracknabeal, Australia, 63 años) estaba encerrado en su casa desde marzo y su gira por Europa había sido cancelada. “Me encontraba a la deriva en medio de una especie de enfermedad que me llevaba a una mezcla de sensaciones entre apocalípticas y de aburrimiento”, escribe Cave en una nota de la discográfica, ya que no concede entrevistas. Fue entonces cuando Lens (Ypres, Bélgica, 63 años) le llamó. Este último sí las concede desde su casa en Bruselas, la ciudad donde vive y sigue de alguna forma confinado. Fueron aquellos meses entre marzo y junio cuando sintió un impulso que le condujo a la música religiosa: “Por ese silencio como revelación que se adueñó de la ciudad. Me resultaba bello e inquietante”, afirma.
Le conectó con un lugar sagrado que de alguna manera le había cambiado la vida: los templos y jardines en las colinas de Kita-Kamakura, en Japón. “Donde experimenté el silencio en otra dimensión”, comenta. De repente, todos descubrimos la tensión de una paz acústica. Cave y Lens ya habían compuesto juntos una ópera: Shell Shock, estrenada en 2014 en Londres y Bruselas. Esta vez, pese a la distancia del encierro —uno en Bélgica y el otro en Australia— sintieron un impulso sincronizado: “Hagamos algo”, le dijo Cave. Más bien se lo rogó y de aquella petición salió L.I.T.A.N.I.E.S.
Cave se ocuparía de la letra. Pero fue Lens quien acorde a la forma musical que buscaba le sugirió hacer unas letanías. “La dinámica de ruego repetitiva te lleva a una forma de meditación. Nick es creyente y por tanto en él, adquiere una dimensión concreta esta manera de oración. En mí, sencillamente, es poética, más abstracta”. A través de los dos caminos, ambos perseguían cierta trascendencia. En el caso de Cave conectada directamente a su anterior trabajo, esa maravilla que es Ghosteen. “Como sabe todo el mundo, sus circunstancias personales y la tragedia en su familia le ha conducido a expresarse de un determinado modo. Creo que este trabajo le ha ayudado a encontrar alivio”.
Lens se refiere a la muerte de Arthur, el hijo de Cave que se despeñó por un acantilado después de consumir LSD a los 15 años. Ghosteen representa un canto fúnebre a esa circunstancia y L.I.T.A.N.I.E.S., también. Cuando Lens le explicó en qué consistía dicha forma de plegaria, Nick Cave se dio cuenta de lo siguiente: “He estado componiendo letanías toda mi vida”. Así que 12 más no suponían ningún problema. En tan solo una semana las esbozó, escribe el cantante: “Sobre el nacimiento, el florecimiento, la fractura y el renacer de un ser humano. Peticiones a un divino hacedor que tenían que ver con una forma de conocimiento cósmico y que debían encontrar un encaje bello en la maravillosa música que Nicholas había compuesto”.
Una música que Lens hizo en un cuarto muy pequeño y a la que invitó a participar a su hija Clara-Lane, que estaba también en casa. “Se lo propuse sin pensar en que finalmente utilizaría su voz”, asegura el compositor. Solo como prueba. Pero resultó que como contrapunto a la imponente, grave y dolorida garganta de Nick Cave, la muchacha aportaba una inocencia desprovista de ego, centrada en la espontánea y vibrante solicitud del azar. Y así surgió uno de los mayores logros de esta obra. ¿Una ópera, tal como la vende la discográfica? ¿O más bien una pieza sacra? “Las barreras entre géneros se han borrado en los últimos tiempos. Para bien. Yo lo considero una ópera de cámara”, asegura Lens.
Bien. Aunque quizás, su padre, tan entregado al género religioso, tan devoto del gregoriano, una tradición que supo trasladar a su hijo, no lo vería así. Tampoco Olivier Messiaen, uno de sus referentes junto a la corriente minimalista, sobre todo en la inspiración que el compositor francés hallaba en los cantos de los pájaros. Lens los escucha atentamente cuando pasea o curre por los bosques de Soignes, en Bruselas: “Atento al sonido de lo que me rodea o sencillamente al silencio, eso a lo que la gente tiene tanto miedo y que no percibe con sus cascos, pero que yo me empeño que se escuche, incluso en la música que hago”.