Molly Bloom después del Me Too
El cierre de los teatros en Francia facilita que Madrid acoja el estreno mundial del montaje de Jan Lauwers y Viviane de Muynck, dos grandes de la escena europea, del monólogo final del ‘Ulises’
Hace ya veinte años que el director teatral belga Jan Lauwers y su compatriota Viviane de Muynck, carismática actriz que ha protagonizado muchos de los montajes que han hecho de Lauwers una figura de referencia del teatro europeo de vanguardia, se propusieron llevar juntos a escena el último capítulo del Ulises de James Joyce. Un monólogo endemoniado, sin signos de puntuación, en el que Molly Bloom, la esposa del protagonista del libro, Leopold, da ri...
Hace ya veinte años que el director teatral belga Jan Lauwers y su compatriota Viviane de Muynck, carismática actriz que ha protagonizado muchos de los montajes que han hecho de Lauwers una figura de referencia del teatro europeo de vanguardia, se propusieron llevar juntos a escena el último capítulo del Ulises de James Joyce. Un monólogo endemoniado, sin signos de puntuación, en el que Molly Bloom, la esposa del protagonista del libro, Leopold, da rienda suelta a sus pensamientos sobre su matrimonio, sus amantes, su intensa vida sexual, el deseo y la decencia, fuente de escándalo durante largos años por la descarada libertad con la que se expresa el personaje: una mujer casada de principios del siglo XX. Pero tras varias cartas “ofensivas”, el controvertido albacea del escritor, su nieto Stephen J. Joyce, les prohibió expresamente hacer el montaje. Como consuelo y también por rebeldía, Lauwers y Muynck hicieron algunas lecturas clandestinas en 1999 en Alemania, pero se quedaron con la espina clavada de no poder hacer un espectáculo en toda regla en un teatro.
Dos décadas después, expirados en 2012 los derechos de autor de Joyce, Lauwers y De Muynck han decidido retomar por fin el proyecto bajo el sello de la Needcompany, el colectivo teatral fundado por Lauwers en Bélgica en 1986. Y por una carambola urdida por la pandemia, el estreno mundial del espectáculo va a ser en España, pues la première planeada a principios en la ciudad alsaciana de Mulhouse tuvo que ser cancelada por el cierre de los teatros en Francia. Se representará mañana y el miércoles en el espacio íntimo de la sala Cuarta Pared de Madrid, programado por el Festival de Otoño, un milagro teniendo en cuenta que los circuitos escénicos internacionales están prácticamente clausurados en este momento. Estaba previsto que el montaje se viera también este próximo fin de semana en el festival Temporada Alta de Girona, pero las restricciones en Cataluña han obligado a aplazarlo al 11 y 12 de diciembre.
Pero esta Molly Bloom ya no es la que Lauwers y De Muynck imaginaron hace dos décadas, advierten ambos antes de viajar a Madrid para el estreno. De la misma manera que esta mujer que entra en escena en el año 2020 no es la que Joyce imaginó hace un siglo, tampoco es la que hablaba en aquellas lecturas clandestinas de 1999. “El mundo ha evolucionado rápida y profundamente. Movimientos como el Me Too y Black Lives Matter y asuntos como el cambio climático me han transformado. Me doy cuenta de que mi mirada masculina es una mirada contaminada y, por tanto, mi punto de vista sobre Molly y Joyce es diferente al de hace veinte años. Pero hay algo que no ha cambiado desde que lo escribió Joyce: su capacidad de provocación. Molly es un espíritu libre al que no le importa la corrección política. ¡Y eso lo hace hoy incluso más provocador que hace 20 años!”, explica el director, que firma la adaptación y la puesta en escena de manera conjunta con la actriz.
Y otro factor esencial: Viviane de Muynck tiene ahora 75 años. “Cuando comencé a trabajar con Molly Bloom era mucho más joven y mi acercamiento a ella era más emocional, muy influido por mi admiración por el autor. Ahora me concentro más en su fuerza, su independencia, su humor, su sabiduría. No hay sumisión a los hombres de los que habla. Su observación del mundo masculino es aguda, amorosa y divertida. ¿Es sensual? Sí. Un espíritu libre que no se deja encadenar por la dominación masculina”, comenta la actriz. Y que en 1922, año de publicación de la novela de Joyce, dice cosas como esta: “...está claro que una mujer quiere ser abrazada 20 veces al día casi para parecer joven no importa por quién siempre que se esté enamorada o amada por alguien si el hombre que quieres no lo tienes delante algunas veces por Dios bendito estaba pensando me iría yo a los muelles en una noche oscura donde nadie me conociera a cogerme a un marinero recién llegado de los mares que estuviera rabiando por hacerlo y no le importara un bledo de quién fuera yo sólo despacharse en un portal en algún sitio”.
De Muynck coincide con Lauwers en que el texto ha cobrado un sentido diferente al que tenía antes del Me Too. Aunque, para ella, el abuso de los hombres sobre las mujeres tiene más que ver con el exceso de poder que con el sexo. “Es importante señalar el hecho de que Molly no está en contra de los hombres. Ella los mira con humor y amor. Los mira desde un punto de vista crítico. En el mundo polarizado de hoy, esta puede ser una buena declaración. No sirve de nada odiarse el uno al otro, es importante ser crítico, por supuesto, criticar el mal comportamiento de manera directa, pero también es importante agregar amor y humor, no ser amargo”, opina.
La actriz confiesa que siente curiosidad por ver cómo recibe hoy el público el monólogo. Cree que el mundo tiende a ser más puritano, más políticamente correcto. “No es que el teatro deba escandalizar porque sí, pero hay belleza en lo salvaje, en asumir riesgos. Debe haber siempre límites en la sociedad, pero las cosas más interesantes ocurren en los límites de esos límites. Cuando caminamos sobre esos límites, damos un empujón a otra cosa, sacamos a la luz lo inesperado. Molly Bloom es un instrumento que nos ayuda a comprender o sentir estos límites. Una y otra vez. Dice ‘sí’ a la vida incluso ante las dificultades. Si no hay riesgo, ¿para qué molestarse? Nunca he tenido miedo de aterrizar con mi cara en el barro”, comenta.
Cualquiera que haya visto en escena a Viviane de Muynck sabe que lo que dice es verdad. Sin aspavientos ni sobreactuaciones, con una presencia magnética sobre las tablas, le basta un gesto, una mirada o simplemente el silencio para mostrarnos lo más hondo de sus personajes. Ha participado en decenas de serie y películas —es habitual en los trabajos del director flamenco Dominique Deruddere— y forma parte de esa rompedora generación de creadores belgas que tanto ha influido en el teatro mundial en las últimas tres décadas, entre los que hay que citar a Ivo van Hove, Jan Fabre, Guy Cassiers, Anne Teresa de Keersmaeker y el propio Lauwers. Con este último tiene una especial complicidad y en España se la ha podido ver en dos de sus trabajos conjuntos, Isabella’s Room y la adaptación de la novela Guerra y trementina, del también belga Stefan Hertmans.
¿Y cómo se interpreta un texto sin signos de puntuación y con tan pocas pistas como el monólogo de Molly Bloom? Es curioso, pero pese a esa dificultad y a que ni siquiera es una obra escrita para el teatro, el último capítulo del Ulises de Joyce ha sido fuente constante de inspiración no solo de nuevas novelas (Elizabeth Costello, del sudafricano J. M. Coetzee), sino también de múltiples adaptaciones teatrales (por ejemplo, La noche de Molly Bloom, del español José Sanchis Sinisterra). “Quizá porque lo que nos gusta hacer como artistas son las cosas difíciles, ir por el camino lleno de baches —incide Lauwers—. En efecto, no hay ninguna indicación que obligue a Viviane a hacer un gesto concreto o a pensar más profundamente en un determinado momento. Joyce dice todo entre líneas. Tuvimos discusiones muy interesantes sobre cuándo respirar en oraciones sin comas. Suena como una corriente de conciencia, pero está increíblemente controlado. Joyce es tan grande como Shakespeare. Y es importante hoy llevar a escena a esos escritores para poder desmontar la mirada masculina y el sistema patriarcal”.