El embarazo es una mercancía

El italiano Carlo Sironi se acerca en este estimable drama a estas nuevas formas de seudocapitalismo disfrazadas de maternidad subrogada

Diez mil euros es el precio del sueño, el valor de la felicidad. De unos y de otros: el sueño de una joven polaca embarazada que quiere instalarse con cierta tranquilidad en la Europa de arriba, en Italia, quizá en Alemania; y la felicidad de unos padres italianos que no pueden tener hijos y la contratan para que les dé su mercancía cuando esta quede totalmente manufacturada y en perfecto estado. El tercer vértice de la operación mercantil, que también se lleva su parte, lo ejerce otro joven, un nini italiano que deberá representar el papel de padre ante la ley y cuidar de la materia pr...

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Diez mil euros es el precio del sueño, el valor de la felicidad. De unos y de otros: el sueño de una joven polaca embarazada que quiere instalarse con cierta tranquilidad en la Europa de arriba, en Italia, quizá en Alemania; y la felicidad de unos padres italianos que no pueden tener hijos y la contratan para que les dé su mercancía cuando esta quede totalmente manufacturada y en perfecto estado. El tercer vértice de la operación mercantil, que también se lleva su parte, lo ejerce otro joven, un nini italiano que deberá representar el papel de padre ante la ley y cuidar de la materia prima y del producto final hasta el momento del intercambio.

En su primera película como director, el italiano Carlo Sironi se acerca en la estimable Sole a estas nuevas formas de seudocapitalismo disfrazadas de maternidad subrogada, un viaje al centro de la ambigüedad moral articulado a partir de buena parte de las habituales formas contemporáneas del cine de autor europeo: lenta cadencia en las (pocas) conversaciones; interpretaciones con un punto de distanciamiento, deliberadamente parcas; información sobre los personajes ofrecida con cuentagotas y sin apenas desarrollo; formato de pantalla en 4:3, utilizando los encuadres con bastante aire y espacio libre por arriba para subrayar la indefensión y la estrechez en el futuro de los personajes; ausencia de música en gran parte del relato, al menos hasta que las criaturas comienzan a liberarse de sus ataduras mentales.

Los que ansían un hijo suelen estar convencidos de que serán unos padres perfectos, pero el deseo poco tiene que ver con la práctica, con las dificultades sobrevenidas. La maternidad no se enseña y, en cambio, gente que nunca pensó en tener hijos y criarlos puede sacar de dentro una aptitud incuestionable. Sironi, que presentó su película en el Festival de Venecia y obtuvo una candidatura a mejor dirección debutante en los David de Donatello, traza bien lo que quiere componer. Sin embargo, a su trabajo le falta atrevimiento para salir del terreno de lo trillado en el cine social, para ser verdaderamente singular. Y alrededor de Sole pulula otra película con parecidas esencias y tramas, El silencio de Lorna (Luc y Jean-Pierre Dardenne, 2008), con mayor vuelo dramático y formal.

La contención de Sironi circula en paralelo a la grisura de sus ambientes y de sus colores. Sole es siempre un trabajo riguroso y capaz, un buen primer acercamiento al largometraje. Pero también una obra que se diferencia poco de otras decenas de relatos del cine social europeo contemporáneo.

SOLE

Dirección: Carlo Sironi.

Intérpretes: Claudio Segaluscio, Sandra Drzymalska, Bruno Buzzi, Barbara Ronchi.

Género: drama. Italia, 2019.

Duración: 90 minutos.

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