Viggo Mortensen: “Cada papel, cada aventura, suma. He tenido buena suerte”

El actor se estrena como director con ‘Falling’, un drama paternofilial, y recibe el premio Donostia del Zinemaldia

Viggo Mortensen, con el Donostia en la mano.Vídeo: JAVIER HERNÁNDEZ / CARAMEL FILMS

Viggo Mortensen (Nueva York, 61 años) transita por varios husos horarios. Por un lado, hace ya una década que vive en el centro de Madrid. Por otro, parte de su trabajo (actuación, promoción, incluso dirección de su editorial) se desarrolla en Estados Unidos. Sentado ante el periodista, con un café en la mano, a su hablar pausado, en ese argentino melódico en el que se expresa, se suma algo de cansancio (está promocionando su debut como director, Falling, en EE UU vía Zoom) y cierto dolor artístico. “La pandemia ha...

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Viggo Mortensen (Nueva York, 61 años) transita por varios husos horarios. Por un lado, hace ya una década que vive en el centro de Madrid. Por otro, parte de su trabajo (actuación, promoción, incluso dirección de su editorial) se desarrolla en Estados Unidos. Sentado ante el periodista, con un café en la mano, a su hablar pausado, en ese argentino melódico en el que se expresa, se suma algo de cansancio (está promocionando su debut como director, Falling, en EE UU vía Zoom) y cierto dolor artístico. “La pandemia ha sido durísima. Mi caso no se puede ni comparar con los fallecidos ni con los enfermos, por supuesto. Pero a Falling le ha cortado las alas, no me ha dejado desarrollar su carrera”, reflexiona. El nuevo Premio Donostia ha debutado como director con un drama -que se estrena en España el 2 de octubre- que merecía mayor repercusión. Puede que la épica que rodea a Aragorn en El señor de los anillos sea homérica, pero la de Mortensen con Falling -que describe la dura relación entre un padre ganadero con demencia senil y su hijo gay, que vive en California y que tendrá que hacerse cargo de su cuidado- no se queda muy atrás.

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Empezando porque debutar a los 61 años le hace sentir mayor. “Claro que quería haberlo hecho mucho antes. Pero las cosas llegan cuando llegan, está bien, y en este caso no puedo cambiarlo. Hace 25 años hubiera cometido errores de principiante”. En este largo periplo entró desde el principio Lance Henriksen. “Coincidimos en Appaloosa (2008), y allí me fijé en cómo daba matices al villano. Además, nos contaba historias de otros rodajes y descubrí lo estupendo narrador que es”. Y lo embarcó en su viaje. “Había intentado hacer un cuento escandinavo hace 25 años. No lo conseguí. Con Falling arranqué hace una década, se cayó el proyecto, me puse con otra que también no logré levantar, y volví a Falling. Llamé a Lance, que estaba desde el principio, y le pregunté si seguía conmigo. Su respuesta fue desarmante: ‘¿Tú crees que yo lo puedo hacer?’. Por supuesto. Pero a Lance le producía cierto respeto cómo su personaje entra y sale de la demencia, y esa honestidad es maravillosa”.

¿Qué ha aprendido durante estas décadas? “Que los mejores directores preparan todo muy a fondo, pero luego están atentos a los actores y a los accidentes; y finalmente escuchan las ideas de todos los que participan en el proyecto. Yo tenía un rodaje corto, en invierno, con niños... Aun así, pedía cada día que si a alguien se le ocurría algo que lo dijera. Lo importante es prestar atención, como cuando eres padre”. Entre esos maestros, David Cronenberg, que encarna a un médico en una secuencia: “Su presencia hace que el espectador tiemble”. Por una vez, Mortensen ríe a gusto.

Por ese estar atento, de Henriksen sacó la frase inicial, en la que un padre mira con ternura a su hijo recién nacido, y de repente le dice que siente haberle traído a este mundo. “Con su hija, Lance añadió que siempre estaría a su lado”, cuenta el neoyorquino. “Sin embargo, la primera parte de la frase me parecía que daba un vuelo a su personaje, que le creaba un arranque raro, incluso desasosegante, oscuro. También te explica que ese tipo no es como el resto, que tiene una concepción distinta de la naturaleza y de la vida”. ¿Son los dos personajes, padre e hijo, las dos caras de la misma moneda? Uno parece amar la muerte, otro abraza la vida. “Cierto. Sin embargo, que nadie olvide que, en el fondo, ambos vienen del mismo lugar”.

A Mortensen le atraía otro reto de su película: el paso del tiempo, la concatenación de estaciones, el diferente transcurrir de los días que se percibe desde el campo o la ciudad, desde la infancia o la edad adulta. Cineastas como Terrence Malick o Lisandro Alonso, con el que rodó y con quien volverá a repetir, han luchado por plasmarlo en pantalla: “El tiempo está relacionado con la memoria. Y el padre va y viene en su demencia. En realidad, para todos la memoria es muy subjetiva, no te puedes fiar de ella. Editamos nuestros recuerdos. Creemos falsamente que nuestros recuerdos del pasado son ciertos, que en cambio el presente es más difuso. Qué error. Fui fotógrafo antes que actor y he hecho discos. De todo ese pasado saqué la idea clara de lo que necesitaba para reflejar todo eso en la pantalla”. El director cuenta, tras explicar que filmó muchos planos de esa naturaleza antes del rodaje, que Falling nace de las vivencias de su familia, de cuidar a su madre, que a la vez había cuidado a su segundo marido con demencia senil. “A mi alrededor ha habido bastantes casos: tíos, abuelos... Es una historia muy personal, aunque, no te engaño, cualquier película sería igual de personal, y si he hecho esta ha sido porque he conseguido la financiación al incluirme como actor”.

Contradicciones de la industria

Tras un sorbo de café, el tres veces candidato al Oscar agradece el Donostia, y lo pone en contexto: “Me hace feliz, y me gusta recordar el pasado, aunque sin recrearme. Cada papel, cada aventura suma. He tenido muy buena suerte. He hecho varias películas de esas tan maravillosas que una sola brillaría en cualquier currículo de cualquier intérprete. Los premios están bien, pero no dan de comer”. Y confiesa una dolorosa contradicción: “Mi rostro levanta algunos proyectos. Y sin embargo, ni siquiera mi presencia en Falling aceleró la producción, aunque la cimentó. Ojalá en la siguiente como director no tenga que hacerlo. El proceso de conseguir dinero en el cine indie es muy frágil”. En otoño-invierno de 2019, Falling parecía llevar un vuelo de altura: arrancaría 2020 en el festival de Sundance, después se proyectaría en Cannes y haría una gran presentación para la industria cinematográfica en Toronto. La pandemia trastocó la caída de las fichas de dominó, y la promoción de Toronto Mortensen la ha realizado desde la distancia, mientras sigue sin encontrar distribución en Estados Unidos: “La batalla está siendo larga”.

No se rinde, y durante el confinamiento ha vuelto a escribir: “Tenía redactado un wéstern, y ahora además he empezado otro guion, un cuento basado en historias de mi familia, en la Segunda Guerra Mundial en la Europa ocupada por los nazis. Ambos los protagonizan niños, sin actores conocidos. Ya veremos”.

Mortensen acaba, al final de la entrevista, recordando su carrera: “No ha sido fácil. La gente pensará que como he sido candidato al Oscar, como he tenido premios... En realidad llevo en esto desde 1982, y tardé muchos años en ganarme la vida, y otros tantos en alcanzar papeles protagonistas. Yo no alcancé el éxito rápido. He ido paso a paso y he llegado a un límite. Tampoco me molesta, de verdad. Me conformo con estar en historias que me gusten, y logré acabar Falling. Los ejecutivos de cine, no el público, aclaro, buscan películas en las que se resuelva todo, haya redención y se acabe con esperanza. Eso no es lo mío”.

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