Hermanas de sangre y tinta

Miguel Rellán adapta al teatro un díalogo entre dos reporteras de raza: Mónica García Prieto y Maruja Torres

Una imagen de 'Contarlo para no olvidar', con Nuria Mencía y Nuria González.esmeralda martín

A Miguel Rellán se le ocurrió una doble historia estupenda: adaptar al teatro Contarlo para no olvidar, el diálogo entre dos reporteras de raza, Mónica García Prieto y Maruja Torres, que se había publicado en la Revista 5W, y dirigirlo en la sala Xirgu del Español, donde permanecerá hasta el 4 de octubre. De acuerdo, quizás le faltaría un poco más de humor en el retrato de Torres, pero cuando Nuria González (tengo muchas gan...

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A Miguel Rellán se le ocurrió una doble historia estupenda: adaptar al teatro Contarlo para no olvidar, el diálogo entre dos reporteras de raza, Mónica García Prieto y Maruja Torres, que se había publicado en la Revista 5W, y dirigirlo en la sala Xirgu del Español, donde permanecerá hasta el 4 de octubre. De acuerdo, quizás le faltaría un poco más de humor en el retrato de Torres, pero cuando Nuria González (tengo muchas ganas de verla en 30 monedas, la serie de Alex de la Iglesia), calza en la misma réplica atrapamos su rebeldía y su ironía feroz. Me encanta la claridad, los ojos como un corazón abierto, y los golpes de furia de Nuria Mencía (a la que esperaba ver otra vez desde La respiración de Alfredo Sanzol), cuando te hace creer en la mirada de Mónica García Prieto. Rellán sabe, como pocos, cazar al vuelo la naturalidad. Y hacer crecer, y apoyar los silencios de Torres y Mencía en la parte final. Ahí late la desesperanza, la fatiga, todo el horror que han visto: la historia del hombre que se juega una y otra vez la vida para salvar a gente que no conoce, y a quien al día siguiente ven arrancar el hígado de un enemigo. Y el empeño de seguir mirando, anotando. Contarlo para no olvidar: vuelve como un emblema ese soberbio título.

Se habla de tantas cosas en este encuentro… vuelven luego los recuerdos de las muertes de Fuentes y Couso. Todos esos años de zancadillas, que siguen. Y tantos y tantas que siguen unidos y unidas. Los recuerdos: el Líbano como una segunda patria, los años tratando de seguir creyendo en Cuba. Ver a esas dos mujeres un poco en los roles dramáticos de maestra y alumna, aunque son más hermanas, hermanas de sangre y tinta, por encima de la distancia de años. Esas frases tras las que vuelve el silencio colectivo, emocionado, en la escena y la pequeña pero repleta platea. Frases que el público se apresura a anotar: “¿La vida sigue siéndolo cuando nadie la conoce?”. “Tardé mucho en hacerme feminista porque había crecido con la enfermedad de complacer” (esta creo que era de Jane Fonda). Las dos reporteras batallando contra las manipulaciones, luchando para contar una historia porque debe contarse. Los ritmos de las dos.

Las veo, las escucho, y las imagino creciendo juntas durante varias guerras. Escucho de nuevo los diálogos breves y certeros: “Vuelvo a hacerme la misma pregunta: ¿la información cambia las cosas?”. “No creo”. “A lo mejor sirve. Este jodido mundo es una mierda, pero contado desde el lugar de las víctimas a lo mejor sirve de algo”. “Y si no lo hacemos puede ser peor”. “Bastante peor”. Pienso en una película o, mejor, una serie. Título posible: Dos cabalgan juntas. Dos reporteras de país en país. Y Miguel Rellán en el rol de un periodista veteranísimo, a lo Sam Waterston en The Newsroom, de Aaron Sorkin.

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