Columna

Corriente alterna

La poesía de Raúl Zurita es un combate al interior de un ser que se habita a sí mismo con todas las incomodidades del mundo

Fotografía de 2017 del poeta y premio nacional chileno, Raúl Zurita Canessa, durante un homenaje a la editorial española Visor en Santiago (Chile).ELVIS GONZÁLEZ (EFE)

A Raúl Zurita le bastaron unas decenas páginas en una revista para dejar una huella imborrable en la poesía chilena. La revista se llamaba Manuscrito y resultaba en la recién instalada dictadura (corría 1975) una extraña bocanada de aire de fresco. La revista sólo alcanzó un número, pero nadie dejó de saber que, con Áreas verdes, del rigurosamente inédito estudiante de ingeniería Raúl Zurita de 25 años, algo inesperado había sucedido. La poesía chilena había hasta entonces viajado de la palabra telúrica ...

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A Raúl Zurita le bastaron unas decenas páginas en una revista para dejar una huella imborrable en la poesía chilena. La revista se llamaba Manuscrito y resultaba en la recién instalada dictadura (corría 1975) una extraña bocanada de aire de fresco. La revista sólo alcanzó un número, pero nadie dejó de saber que, con Áreas verdes, del rigurosamente inédito estudiante de ingeniería Raúl Zurita de 25 años, algo inesperado había sucedido. La poesía chilena había hasta entonces viajado de la palabra telúrica y total de Pablo Neruda a la ironía perfectamente matemática de Nicanor Parra. Zurita, que sabía tanta matemática como Parra, pero que bebía en las aguas oscuras del Neruda de Residencia en la tierra, intentaba reconciliar ambas posibilidades, creando una tercera, la suya.

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Buscó el espacio y lo encontró. Las vacas de Áreas verdes que serían luego desiertos, cielos y acantilados, venían a intentar reconquistar un territorio perdido que no era otro que un país sometido por entonces a un riguroso estado de sitio. Quizás por eso escapó Zurita de la página en blanco y se escribió en el cielo de Nueva York y el desierto y los acantilados de Chile. De todas esas tentativas de sacar la poesía de la página en blanco, quizás la más conmovedora sean los versos que escribió sobre su electroencefalograma. Poema de un hombre que se enfrenta quizás al demonio más invencible de todo, el de esos impulsos eléctricos que después llamamos ideas, palabras, imágenes, sueños o pesadillas.

Toda entera la poesía de Zurita es un combate al interior de un ser que se habita a sí mismo con todas las incomodidades del mundo. Un hombre obligado a dar todo para hablar de lo que no se nombra, que es por supuesto el dolor, pero que a veces podría también ser el amor, que como en Dante, aparece sólo para desaparecer mejor.

Zurita es también el poeta chileno actual que mejor ha recogido la herencia de sus mayores: la del poeta ciudadano. El poeta que es incluso poeta para los que nunca han leído poesía. Recitando con un grupo de rock detrás o llamando la atención por Facebook ante las imposibles declaraciones de un ministro de Cultura que cayó por la fuerza de la indignación moral, ha asumido con todos sus riesgos el papel de poeta total y totalmente poeta, más allá y más acá de sus versos.

Rafael Gumucio es escritor.

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