Concha Jerez, artista contra el olvido
La pionera del arte conceptual en España protagoniza una gran exposición en el Reina Sofía en torno a uno de los ejes de su producción: la reivindicación de la memoria
Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 79 años) ha tirado de los recuerdos de toda su trayectoria para montar una exposición que se concentra precisamente en esa actividad que ha sido la esencia de su trabajo a lo largo de las décadas: la de reivindicar la memoria. La propia, sí, pero también la de la sociedad en conjunto. No se trata de una retrospectiva porque no podría serlo: su obra es es tan extensa en cantidad y en el tiempo; tan abierta a las transformaciones y los cambios; tan teñida de sí misma y de lo ...
Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 79 años) ha tirado de los recuerdos de toda su trayectoria para montar una exposición que se concentra precisamente en esa actividad que ha sido la esencia de su trabajo a lo largo de las décadas: la de reivindicar la memoria. La propia, sí, pero también la de la sociedad en conjunto. No se trata de una retrospectiva porque no podría serlo: su obra es es tan extensa en cantidad y en el tiempo; tan abierta a las transformaciones y los cambios; tan teñida de sí misma y de lo exterior, que solo era posible echar la vista atrás concentrándose en una sola temática.
A partir de nociones como lo “site-specific”, la “acción” y la búsqueda de la “perplejidad” como medio para crear una reacción entre el público, la pionera del arte conceptual en España ha construido Que nos roban la memoria (hasta el 11 de enero de 2021), una exposición que se inauguró ayer en el Reina Sofía de Madrid con meses de retraso debido a las contrariedades del coronavirus (aunque llevaba en preparación desde 2012), en la que se representan a través de las décadas, desde los setenta a la actualidad, las cambiantes formas que ha adquirido su actividad creativa: desde el trabajo con lo matérico hasta la experimentación con lo literario, lo visual y lo sonoro a través de performances, instalaciones, conciertos multidisciplinares y obras de arte radiofónico, unidas entre sí por el juego del lenguaje como herramienta y el interés por lo fragmentario y la tecnología.
Muchas de las obras de Jerez, premio Nacional de las Artes Plásticas de 2015 y Velázquez de 2017, se desarrollan en series que se prolongan durante años por medio de modificaciones que las estiran y las contraen para volverlas elásticas al paso del tiempo y el cambio de espacio. Esa idea de viaje que se hace en el trayecto, más que en el destino, impregna la configuración misma de la muestra, que se despliega en varias salas y también, por primera vez en el museo, en cuatro escaleras del edificio Sabatini, un espacio que antiguamente fue un hospital y que es “testigo de mucho de lo que ha ocurrido en Madrid, en España y en el mundo”. Un marco adecuado para reivindicar la importancia de la memoria, moneda cuyo inevitable reverso lo marca el olvido.
“Yo me considero una viciosa de las escaleras”, se ríe la artista, arropada en la inauguración por su madre de 102 años. “Remiten a la idea de deambular, de tránsito, de si subes o bajas. Me gustan mucho, son muy paradigmáticas de mi obra”. También lo es, de entre todas las formas de recordar, la reivindicación de la memoria histórica en España, “no solo de la Guerra Civil, sino también de los cuarenta años de represión franquista”. “Es básico que lo afrontemos, si no repetiremos los mismos errores”, sentencia Jerez, que en varias instalaciones recoge los testimonios orales de víctimas, cuyas voces resuenan entre los huecos de las escaleras y bajo las bóvedas del antiguo hospital de Sabatini.
Nació en Canarias pero casi toda su niñez, hasta los 14 años, vivió en África, en el Sáhara y Sidi Ifni. Después estudió piano en el conservatorio (aunque confiesa que ya no lo practica), formó una familia y no comenzó en el arte hasta la treintena, actividad que combinó durante dos décadas con su trabajo como profesora en la Facultad de Bellas Artes en Salamanca. Todos esos datos de su autobiografía se traslucen en su trabajo creativo, donde el lenguaje en forma de palabras escritas y declamadas, concebido como música y silencio, a modo de imagen y tachadura —todos ellos “complementarios”, distintas formas de “riqueza” del conocimiento—, marca el punto de partida de una investigación conceptual que, dependiendo de su naturaleza, encuentra unos u otros materiales para conformar su forma física. El seguimiento de las noticias a través de los medios de comunicación ha marcado otra de sus obsesiones: primero en los periódicos y después en la radio, la televisión... “La actual revolución de Internet, como cualquier otra, me parece importante”, reflexiona, “lo que pasa es que hay que ver el cómo se hace: hay que usarlo de forma creativa y honesta, porque si solo buscas carroña...”.
Observar y actuar desde el silencio creativo
Si de la memoria quiere Concha Jerez desterrar el olvido, del sonido, parte fundamental de su obra, la artista busca sin embargo reivindicar el silencio, un medio de introspección y mejora para uno mismo y el mundo. “Es bueno para observar y actuar”, asegura. Maestros como John Cage, cuyos experimentos musicales conoció en una España aún cerrada al exterior a través de otro creador canario, Juan Hidalgo (fallecido en 2018), han sido su guía. Compañeros como José Iges han recorrido con ella el camino. Con el compositor madrileño ha colaborado en numerosas ocasiones desde hace décadas, dando forma a proyectos sonoros con los que han ampliado las miras del arte electrónico en España, una de las muchas avanzadillas que ha liderado la artista.