El genial pianista Joachim Kühn corona un Jazzaldia que ha sabido reinventarse
La edición de este año del festival donostiarra pasará a la historia por su capacidad para salir adelante con calidad en tiempos de pandemia
Terminó un festival que, hace un par de meses, nadie hubiera dicho que podría haber ocurrido. Con la gran mayoría de eventos del verano desahuciados por las circunstancias que estamos viviendo, el Donostiako Jazzaldia consiguió reinventarse de urgencia para salir adelante, y lo hizo de forma sobresaliente: más de media docena de conciertos al día de artistas locales, estrellas nacionales, y ...
Terminó un festival que, hace un par de meses, nadie hubiera dicho que podría haber ocurrido. Con la gran mayoría de eventos del verano desahuciados por las circunstancias que estamos viviendo, el Donostiako Jazzaldia consiguió reinventarse de urgencia para salir adelante, y lo hizo de forma sobresaliente: más de media docena de conciertos al día de artistas locales, estrellas nacionales, y grandes figuras internacionales hábilmente seleccionadas para que fuese posible, a nivel logístico, que acudiesen a la cita. Todo ello construyendo una programación de altísima calidad musical, y respetando escrupulosamente las medidas sanitarias. Si los formatos que estas permiten son económicamente sostenibles es otra cuestión, que empieza a estar sobre la mesa de forma clamorosa, pero, en cualquier caso, Donostia decidió hacer este precioso regalo a su público, y no parece posible que hubiese podido hacerse mejor.
La última jornada fue una buena muestra de esa excelencia musical, con el genial pianista alemán Joachim Kühn como figura hegemónica en un programa que alineó a tres generaciones de grandes pianistas europeos: el propio Kühn (Leipzig, 1944), el noruego Bugge Wesseltoft (Porsgrunn, 1964) y el español Marco Mezquida (Menorca, 1987). A pesar de hacer música muy diferente, saltando de uno a otro podríamos esbozar un retrato, incompleto y parcial, pero también muy rico, del piano europeo desde los años sesenta a la actualidad.
El menorquín, probablemente el jazzista español con más talento de entre los aparecidos en la última década, tiene además una cualidad poco habitual: su capacidad para moverse indistintamente en lenguajes muy diferentes, desde la tradición clásica al jazz, pasando por el flamenco o la improvisación libre. En la clausura del festival presentó un nuevo proyecto, tan osado como sugerente: Beethoven Collage. Mucho más que una simple adaptación jazzística del compositor alemán, la idea de Mezquida parte de un acercamiento que, salvando las distancias, recuerda a los samplers del hip hop. Acompañado por músicos extraordinarios como el flautista Pablo Selnik, el contrabajista Masa Kamaguchi y el baterista David Xirgu, la reconstrucción de pinceladas maestras de Beethoven en manos de Mezquida fue muy interesante, sobre todo porque es el imaginario del menorquín el que pinta el cuadro a partir de la foto original, y cuánto más lo retuerce, más sentido tiene.
Cuando Kühn se sienta al piano uno no debe esperar otra cosa que la tórrida y genuina personalidad de un creador inigualable
Wesseltoft, una de los nombres más populares de cierta renovación del jazz nórdico en la pasada década, venía con el supergrupo Rymden, completado por la sección rítmica del mágico Esbjörn Svensson Trio (EST.): Dan Berglund y Magnus Öström. En el único concierto que dará el grupo este verano, los escandinavos alternaron entre momentos un tanto erráticos y pasajes realmente inspirados, haciendo gala de un enorme acierto: no sonar en absoluto como EST, sino como algo cercano, pero distinto.
Y luego está Kühn, un auténtico maestro que trasciende a conceptos como el jazz o la improvisación. El pianista es un universo en sí mismo, profundamente original, forjado año a año durante décadas hasta construir un legado magnífico, enriquecido ocasionalmente por otros creadores afines. Entre ellos destaca Ornette Coleman, revolucionaria voz del jazz durante más de medio siglo, que eligió al alemán para acompañarlo regularmente a finales del siglo pasado.
En Donostia, a piano solo, Kühn tocó a Ornette, pero también a los Doors, a Mal Waldron, a clásicos del cancionero americano y, sobre todo, a sí mismo. Composiciones bellísimas, frases que surgen de no se sabe dónde y que perecen en los impredecibles desarrollos del alemán. Cuando Kühn se sienta al piano uno no debe esperar otra cosa que la tórrida y genuina personalidad de un creador inigualable. Y, en el verano de 2020, en San Sebastián, pudimos escucharlo en directo.