Theodor Kallifatides: “La solidaridad será más potente que la división”

El escritor sueco-griego, conocido en España a raíz de su libro 'Otra vida por vivir', reflexiona sobre el trato a los mayores durante la pandemia, el racismo o el auge de la extrema derecha

El escritor griego Theodor Kallifatides en la presentación de su libro 'El asedio de Troya', en Madrid el pasado febrero.VÍCTOR SAINZ

Theodor Kallifatides (Molai, Grecia, 1938) tiene en su memoria, y lo ha escrito ahora en El asedio de Troya (Galaxia Gutenberg, 2020), un recuerdo vivo que lo hizo escritor y, sin duda, también el europeo que lleva en su corazón, habitado por dos países, aquel en el que nació y Suecia, adonde lo llevó el exilio hace más de cincuenta años. En ese exilio se hizo escritor de dos lenguas, y ...

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Theodor Kallifatides (Molai, Grecia, 1938) tiene en su memoria, y lo ha escrito ahora en El asedio de Troya (Galaxia Gutenberg, 2020), un recuerdo vivo que lo hizo escritor y, sin duda, también el europeo que lleva en su corazón, habitado por dos países, aquel en el que nació y Suecia, adonde lo llevó el exilio hace más de cincuenta años. En ese exilio se hizo escritor de dos lenguas, y un día sintió que no solo perdía la de su nacimiento sino incluso aquella a la que abrazó en la juventud. Perdió, en definitiva, la voz de la escritura, como si se le hubiera atravesado una bala de aquella guerra que él vio cuando, de niño, a los cinco años, fue obligado a presenciar en su pueblo el ajusticiamiento de un ciudadano que había hecho burla del jefe nazi. Kallifatides contó con lápiz aquella imagen, se la entregó a su padre. Fue lo primero que marcó su vida. Otra vida por vivir (también en Galaxia), donde relata el reencuentro con la música sentimental de su primera lengua, fue, en 2019, el factor de su descubrimiento en España. Ahora nos habló por Skype desde Estocolmo sobre este momento del mundo.

PREGUNTA. ¿Cómo ha visto Europa en este tiempo que compartimos?

RESPUESTA. En general, mucha solidaridad, pero persiste cierta rivalidad para ver cuál tiene más éxito en derrotar al coronavirus. Y eso no me gusta, el virus es el enemigo común. Lo mejor que podemos hacer es aprender los unos de los otros e intentar ayudarnos mutuamente. Creo que es importante que las conexiones entre los países sean más fáciles y no sea tan difícil viajar de un país a otro. Naturalmente, habrá algunas medidas para eso. Pero no creo que el aislamiento ayude a ningún país en esta situación.

Persiste cierta rivalidad para ver qué país tiene más éxito en derrotar al coronavirus. Y eso no me gusta.

P. Europa sabe de insolidaridad, de cuando Hitler.

R. Espero que no cometamos los mismos errores otra vez. En periodos de crisis los movimientos extremistas ganarán algo de terreno. Siempre sucede. El propio Hitler fue la consecuencia de una larga crisis de Alemania. Incluso esta crisis ya ha dado lugar a algunas medidas extremas y a demostraciones muy fuertes de nuestra insolidaridad. Ahora hay algo que no había antes, la Unión Europea, y eso supone una gran diferencia. Por tanto, esta vez estoy más seguro de que derrotaremos a este enemigo. Cada vez más países aceptarán el camino común de la solidaridad en vez de la división.

P. Usted es un inmigrante. Uno de los extremos en Europa ahora no quiere que los inmigrantes estén en sus países. La extrema derecha estaba casi aislada, pero que ahora gana fuerza.

R. Es verdad. Pero, en cierta manera, es por el miedo y la desinformación. Soy consciente de que en Suecia hay aproximadamente un 20% de personas que ahora votarían por el partido de extrema derecha, y en Polonia, en Hungría. El otro día vi un programa de televisión sobre España, y decían cosas terribles. Pero después de todo, no son mayoría. La mayoría, digamos, de manera optimista, que el 50% de la gente, y aproximadamente un 20% de partidos ecologistas o de partidos liberales hablan más o menos entre ellos. Si este movimiento tiene un 20%, el resto de los partidos siguen representando a un 80% de la gente. Estoy seguro de que no se impondrán. También tenemos ahora la experiencia de Hitler. En aquel entonces no tenían esa experiencia. No sabían qué iba a suceder. Pero nosotros sí. Tenemos que parar a la extrema derecha. Y estoy seguro de que lo haremos.

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P. ¿Cómo podemos combatirlo, cuando el racismo es la otra parte de ese extremismo?

R. No tenemos un medio especial para eso, salvo la información, escribir, hablar, dar conferencias, ir a entrevistas, votar. No podemos oponernos con armas al movimiento que mantiene posturas poco razonables, sino que podemos hablar y podemos intentar convencer. Igual que lo hicimos antes, tenemos que unir nuestras fuerzas. Y estoy seguro de que, si lo hacemos, si los partidos liberales, los partidos socialdemócratas y los partidos de izquierdas se unen, los movimientos de extrema derecha no tendrán ninguna posibilidad.

P. ¿Cuál es la situación en ese extremo en Suecia?

R. En este preciso momento no hay inmigración en Suecia, y por supuesto, no resulta sorprendente. Pero los movimientos de extrema derecha llegan al 20% de la población, que es mucho. En épocas como esta el mejor cabeza de turco para la mayoría son los inmigrantes, los refugiados o los inmigrantes económicos. Y también es el caso de Suecia. Sin embargo, Suecia ha recibido muchos refugiados en los últimos cinco años. Estoy seguro de que se permitirá a la gente venir aquí después de que todo esto acabe algún día, no sé exactamente cuándo. Estoy seguro de que la política de inmigración sueca no cambiará radicalmente.

P. Ha vivido su confinamiento en Suecia, con su familia. ¿Qué ha sentido?

R. Las restricciones en nuestra vida personal, en nuestra vida familiar, no han sido tan grandes como en algunos otros países. Por ejemplo, la policía nunca tuvo que darnos permiso para salir de nuestras casas, y a los niños les enseñaron en el colegio cómo comportarse con los miembros mayores de su familia. Evitamos libremente las situaciones peligrosas lo máximo posible. Las recomendaciones son como leyes en Suecia. Por supuesto que se cometieron errores, y algunas situaciones en la sanidad general y en otros ámbitos, en el cuidado de las personas mayores, tuvieron consecuencias muy graves. También es poco realista pensar que pasara algo así y que nadie muriera en el país. Hay que vivir con eso. Si vas a la guerra, algunas personas morirán. Y eso es lo que pasa ahora. No me gusta. Todo es muy trágico, pero es así.

Si vas a la guerra, algunas personas morirán. Y eso es lo que pasa ahora. No me gusta. Todo es muy trágico, pero es así

P. Suecia empezó la lucha contra la pandemia con buen pie, pero parece que es más dramático que al principio.

R. Hay muchas víctimas, principalmente entre las personas de más edad en residencias. La nueva gestión económica sueca había abandonado estas residencias desde hacía 40 años, y tenían un personal no muy competente. Era como una especie de trabajo de verano para estudiantes que pasaban allí dos o tres meses, y luego hacían algo diferente. Cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, la gente mayor en estas residencias ya estaba contagiada. Y el precio ha sido muy, muy alto. Casi el 80% o más de la gente que ha muerto entra dentro de esta categoría. Eran personas que ya estaban muy enfermas.

P. Quizás este aspecto dramático de la pandemia es una metáfora de nuestra época. No existe una manera en el mundo de respetar a los mayores.

R. El consumismo y el crecimiento extremo llevan a la conclusión de que ya no eres útil para esos medios, para el consumo y la producción, y entonces, ya no eres necesario para nadie y también puedes morir. Eso es lo que el sistema económico moderno, más o menos en toda Europa, le dice a los ciudadanos: “Ya no eres necesario”. Eres necesario hasta que tienes 65 años o, en algunos países, incluso hasta los 67 años. Pero luego, ya está. No eres útil, y vas a un lugar donde se supone que morirás tarde o temprano.

P. Eso es tan terrible como el racismo.

R. Cuando mi padre y mi madre murieron hace unos años, su situación no era mejor. Habían dejado su vida atrás, y las condiciones generales eran, diría, muy perturbadoras, con mucha gente corriendo alrededor, chillando, fumando, y en medio de todas las personas, algunos hombres y mujeres estaban muriéndose. No me gustaba mucho eso. Ahora, la actitud en Suecia, en general, es que las personas mayores permanezcan en sus casas y sean atendidas por personas que vayan a sus domicilios. Pero hasta ahora no había este tipo de personal para cuidar a una persona mayor. Es un trabajo muy difícil. Y hemos dejado ese trabajo en manos de personas jóvenes sin formación, con salarios y horarios pésimos. Este es el resultado.

Eres necesario hasta que tienes 65 años o, en algunos países, incluso hasta los 67 años. Pero luego, ya está. No eres útil, y vas a un lugar donde se supone que morirás tarde o temprano

P. Para nosotros Suecia siempre ha sido la perfección, especialmente en los cuidados sociales. Es una sorpresa ver en la televisión que allí la pobreza está vigente.

R. Por supuesto que lo está, porque, como he dicho antes, en los últimos 30 años, la principal política económica de casi todos los Gobiernos ha sido recortar los gastos del Estado y bajar los impuestos. Empezamos a vender hospitales, residencias de ancianos, colegios, comunicaciones públicas, etcétera. Existía la idea de que sería mejor, pero nada ha mejorado. No surge de la nada, son 30 años de un mal uso del sistema económico en Suecia. Treinta años.

P. ¿Podemos suponer entonces que el asesinato de Olof Palme fue el final de una determinada Suecia?

R. Olof Palme es un caso muy diferente, porque no era solo un político, sino que era, al mismo tiempo, un tipo de intelectual, y suponía una gran diferencia. No digo que nadie piense hoy en día, sino que piensa a muy corto plazo. Nadie pudo ver las consecuencias de las políticas, nadie vio lo que significaba bajar los impuestos y vender las propiedades públicas a personas que nos están convirtiendo en clientes del negocio. La sanidad pública es un negocio, la escuela pública es un negocio, las personas mayores son un mal negocio…

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