Condenado a trabajos forzados por salvar un cuadro del discípulo manchego de Leonardo da Vinci
Un investigador descubre los documentos de la polémica venta de la Iglesia al Museo del Prado, en 1941, de la primera obra pintada por Yáñez de la Almedina al llegar de Florencia
En 1942, Cipriano Salvador Gijón tenía 47 años y se encontraba en Pamplona, delante de un juez que le tomaba declaración por “tenencia en época marxista” de un cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina (1475-1540), “el más exquisito pintor del Renacimiento en España”, según los libros de historia. La pintura es Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño (1525-1532), ...
En 1942, Cipriano Salvador Gijón tenía 47 años y se encontraba en Pamplona, delante de un juez que le tomaba declaración por “tenencia en época marxista” de un cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina (1475-1540), “el más exquisito pintor del Renacimiento en España”, según los libros de historia. La pintura es Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño (1525-1532), una de las joyas que expone el Museo del Prado de manera permanente. Salvador le dice al magistrado que por orden del alcalde de Infantes (Ciudad Real) se dedicó a recoger obras de arte de la Iglesia para protegerlas de la destrucción de la Guerra Civil. “Pero como habían empezado por entonces a destruir imágenes…” llevó a su domicilio el cuadro de Yáñez de la Almedina, con el fin de custodiarlo “y de esta suerte ponerlo en salvo” [sic].
Un año antes de su declaración ante el magistrado, Salvador ya estaba encarcelado en la prisión del Fuerte de San Cristóbal (Navarra), una de las más atroces de la dictadura franquista, conocida como “el Auschwitz español”. A la monumental fortificación mandaron a miles de opositores políticos de todo el país. Se le acusaba de haber hecho desaparecer el cuadro, que ese mismo año, en 1941, el cura de Infantes había vendido al Prado, por 15.000 pesetas. El museo lo había comprado gracias a los fondos del legado del conde de Cartagena. El Patronato de la pinacoteca había acordado llegar hasta las 20.000 pesetas por la pintura del autor al que la crítica relaciona con el “Fernando Spagnolo dipintore”, que en 1505 trabaja con Leonardo da Vinci en el Palazzo Vecchio de Florencia, en la inconclusa y desaparecida La batalla de Anghiari. Salvador siguió encarcelado y condenado a trabajos forzados hasta 1946, pero su causa dejó un documento esencial para descubrir ahora el origen de este lienzo con influencias de Durero y Rafael.
Ocurrió en 1938, cuando varios agentes de la brigada de la Caja de Reparaciones de la República, dependiente del Ministerio de Hacienda, se presentaron en su casa y le reclamaron el cuadro para llevárselo a Barcelona. En el acta republicana se aplaude la actitud del salvador de la pintura que hoy podemos disfrutar. “Al estallar el movimiento militar-fascista se dedicó en mérito de su profesión a recoger mucha obra de arte, que existía en los pueblos de la provincia, depositándolas en la iglesia de Infantes, donde después fueron destruidas en su mayoría, logrando salvar el cuadro que hoy entrega a las autoridades. Se le atribuye a la citada obra un valor extraordinario, puesto que en nuestro Museo Nacional apenas sí existen obras de tan genial artista”, puede leerse en el documento republicano, ratificado en 1941 por el alcalde de Almedina, un pueblo a 10 kilómetros de Infantes.
El investigador José A. López Camarillas localizó esta acta mientras seguía el rastro de los confusos orígenes de la venta del cuadro de Yáñez de la Almedina. No solo halló la causa abierta contra el vecino, natural de Pedro Muñoz (Ciudad Real), hijo de Cipriano y Tiburcia, maestro, escritor, divulgador del Quijote, que en sus artículos acusaba al Partido Socialista de distanciarse de Marx. También descubrió que la Iglesia perseguía la venta del óleo desde 1931, cuando el obispo de Ciudad Real escribe al director del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor, apremiándole a la compra del cuadro: “Los vecinos de Almedina vuelven a instar sobre la enagenación [sic] del cuadro y yo quisiera que usted me digese [sic] la forma que usted tenga por oportuna, si el acuerdo del Patronato persiste, a pesar de haber usted presentado la dimisión como director del museo, que lamento en el alma”. El obispo le explica en la carta que los vecinos ya han elegido incluso a dos personas que llevarían el cuadro “a la Corte”. “Le ruego por caridad que no desatienda la súplica de aquellos buenos aldeanos a los cuales uno yo también la mía muy instante”, y firma.
El propio Museo del Prado, en su ficha de catálogo, reconoce la sospecha de que el lienzo formaba parte del retablo de Almedina, en el que participó Yáñez. Pero en ningún caso se alerta de que la venta fue hecha por el cura de Infantes, Ramón Gómez Rico. El acta republicana llevó al investigador al archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), donde encontró una foto del cuadro del Prado, en 1938, pero las medidas del cuadro incautado y el del Prado no coincidían. Hasta que preguntó al museo por las medidas sin marco. Coincidían.
Gracias al estudio de López Camarillas ahora sabemos que la labor de salvaguarda de Cipriano, al sacar la pintura de la iglesia de Almedina, fue la que alteró los catálogos de la primera obra documentada de Yáñez en España, a su vuelta de Italia. Y lo que es peor, facilitó la polémica venta de la pintura al Prado. “Las actas de incautación de la República determinan que el cuadro era de la iglesia de Almedina, que nunca salió de allí hasta 1937, cuando fue incautado por Salvador. El cura de Infantes aprovechó esta confusión para venderlo, sospecho que sabía que el cuadro no era de Infantes. Sin el expediente militar no podemos saber si el cura estuvo implicado en el arresto de Cipriano”, explica López Camarillas.