Libros en el limbo
De Margaret Atwood a Guillermo Arriaga, un repaso por los lanzmientos de febrero y marzo damnificados por la covid-19
Las primeras víctimas literarias del parón editorial provocado por el coronavirus fueron los títulos que acababan de llegar a librerías cuando se decretó el estado de alarma. Son libros que han quedado en el limbo y que ahora tendrán que competir con la insólita rentreé de finales de mes que, aun siendo menor de lo esperado —casi todos los sellos admiten haber reducido entre un 25 y un 30% su producción—, lleva ventaja.
Grandes y esperadas obras, como la autobiografía de Bret Easton Ellis...
Las primeras víctimas literarias del parón editorial provocado por el coronavirus fueron los títulos que acababan de llegar a librerías cuando se decretó el estado de alarma. Son libros que han quedado en el limbo y que ahora tendrán que competir con la insólita rentreé de finales de mes que, aun siendo menor de lo esperado —casi todos los sellos admiten haber reducido entre un 25 y un 30% su producción—, lleva ventaja.
Grandes y esperadas obras, como la autobiografía de Bret Easton Ellis, Blanco (Literatura Random House), la segunda parte de Cegador, de Mircea Cartarescu (Impedimenta), Poeta chileno, de Alejandro Zambra (Anagrama), o el inédito de Toni Morrison La fuente de la autoestima (Lumen), figuran entre las damnificadas.
Lo mismo ha ocurrido con David Sedaris, que ha dado el salto a Blackie Books con la hilarante Calypso, sin que dicho salto haya tenido el eco que habría tenido en cualquier otro momento. Por no hablar de la recuperación del clásico cruel y fundacional de la sátira del matrimonio de clase media que constituye Personajes desesperados, de Paula Fox (Sexto Piso), o la nueva incursión de Margaret Atwood en lo mitológico con Penélope y las doce criadas (Salamandra). O de apuestas como San, el libro de los milagros, de Manuel Astur (Acantilado). Y de la llegada, por partida doble, de la intensísima prosa de Caroline Lamarche con El día del perro (Nórdica) y Estamos en el borde (Tránsito Editorial).
También se han quedado en el limbo el clásico y polémico La bastarda, de Violette LeDuc, recuperado por Capitán Swing; la historia feminista de la música de Vivien Goldman, La venganza de las punks (Contra) y un microensayo de Begoña Méndez para WunderKammer, Heridas abiertas, que explora la distancia entre el yo íntimo y público de la mujer a través de los diarios de diez escritoras. En la lista hay hasta distopías, como la delirante a la par que escalofriante QualityLand, de Marc-Uwe Kling (Tusquets). O, en el capítulo de los debús, una propuesta de la editorial Walden, que se había atrevido con una antología de cuentos de nueve novísimos autores españoles, de título perfecto para este momento: Y todos tus días malos acabarán.
Sesudos ensayos como el de George Packer sobre el diplomático nortamericano y figura clave de la política mundial del siglo XX Richard Holbrooke, Nuestro hombre (Debate), también han pasado este tiempo en librerías cerradas, en las que han coincidido con desopilantes novelas postsoviéticas como La caja negra, de Alek Popov (Automática Editorial), el revelador Las invisibles, de Peio H. Riaño (Capitán Swing) y el recientemente premiado La biblioteca de hielo, de Nancy Campbell (Principal de los Libros), un libro de viajes por superficies heladas.
Estos títulos aguardan junto a novelas que sí tuvieron tiempo de tener un primer contacto con el lector, como Libro de familia, de Galder Reguera y Noche y océano, de Raquel Taranilla (Seix Barral). Dos ejemplos más: Hombres de verdad, de Alberto Marcos (Páginas de Espuma) y Ni siquiera los muertos, de Juan Gómez Bárcena (Sexto Piso).
La lista es larga. El salto de Martín Caparrós de Anagrama a Literatura Random House con una novela sobre la inmortalidad y sus problemas, Sinfín, también se encontraría en ella, así como el Premio Alfaguara de este año, Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga. Pero se diría que estas novedades confinadas, como A corazón abierto, de Evira Lindo (Seix Barral), Boulder, de Eva Baltasar (Literatura Random House) y pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz (Anagrama), no han sufrido tanto el encierro gracias a la fama de sus autores y los encuentros online que han tenido estos días con sus lectores.