Análisis

De la bici de Wadjda al coche de la candidata

Las películas de Al Mansour reflejan los cambios en Arabia Saudí

Imagen de 'La ciudadana ejemplar'

Cuando Haifa al Mansour rodó Wadjda (La bicicleta verde) en 2012, tuvo que dirigir a los actores semiescondida en una furgoneta y a través de micrófonos inalámbricos. Siete años después, la directora saudí ha contado con la complicidad de un régimen que espera convertir el cine en uno de los pilares de su apertura al mundo. Mientras la pequeña Wadjda luchaba contra la prohibición de que las chicas montaran en bici, la protagonista de La candidata perfecta, su última película, conduce de c...

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Cuando Haifa al Mansour rodó Wadjda (La bicicleta verde) en 2012, tuvo que dirigir a los actores semiescondida en una furgoneta y a través de micrófonos inalámbricos. Siete años después, la directora saudí ha contado con la complicidad de un régimen que espera convertir el cine en uno de los pilares de su apertura al mundo. Mientras la pequeña Wadjda luchaba contra la prohibición de que las chicas montaran en bici, la protagonista de La candidata perfecta, su última película, conduce de camino al trabajo y aspira a ser elegida miembro del Consejo Municipal.

El salto entre una y otra imagen refleja la transformación que está impulsando en Arabia Saudí el heredero y gobernante de hecho del reino, el príncipe Mohamed Bin Salman (MBS). Los cambios sociales son evidentes. Entre los más visibles está el levantamiento de las restricciones a las mujeres (incluido el celebrado derecho a conducir). Pero también el fin de la prohibición del cine.

Hasta hace dos años, y durante casi cuatro décadas, Arabia Saudí vetó las salas de cine y las escasas películas firmadas por saudíes, en general cortos, se filmaban fuera del país y con actores (en especial actrices) extranjeros. La necesidad de diversificar la economía (y preservar la monarquía) ha llevado a MBS a romper con esas restricciones impuestas por los islamistas en los que su familia se apoyaba para gobernar. Bajo ese nuevo enfoque, el ocio y la cultura se ven como un maná capaz de cambiar la imagen del reino en el exterior y ofrecer oportunidades profesionales a su joven población (un 75% de los 24 millones de saudíes tiene menos de 35 años).

Los cambios, que no alcanzan a la política, resultan controvertidos. Para los más conservadores, van demasiado deprisa. Para los activistas, son superficiales. Sin embargo, entre las mujeres y los jóvenes son numerosos quienes los abrazan con entusiasmo. Al Mansour, la primera saudí en dirigir un largometraje dentro del Reino del Desierto, adopta este punto de vista al presentar un país en el que la modernidad se enfrenta al enquistado conservadurismo, pero en el que el cambio está en el aire. El futuro, transmite, no es del hombre que desde la camilla se niega a que le trate una médica, ni del entrevistador convencido de que el único interés de la candidata son los jardines y parques infantiles; el futuro es de las saudíes que, con niqab o sin él, quieren modernizar su país.

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