El doble rostro de Jano

La 'opera prima' de Alejo Moreno tiene enérgicos despliegues de estilo, pero no hay un convincente retrato de personaje

Ana Rujas y Jorge Roldán en 'Diana'.

Con una campaña publicitaria modelo épater le bourgeois, Diana, opera prima de Alejo Moreno, recibe a sus espectadores parapetada tras un milhojas culterano que, despojado de intención lúdica, asume el riesgo de ser interpretado como un forzado intento de engolar la voz: partitura de Franz Schubert, sustrato mitológico —el doble rostro de Jano— y explícitos referentes literarios —Stevenson—. Las máscaras acaban siendo un elemento narrativo y simbólico de suma importancia en la película: a fin de cuentas, todo ese barniz elevado quizá sólo sea la máscara que se coloca...

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Con una campaña publicitaria modelo épater le bourgeois, Diana, opera prima de Alejo Moreno, recibe a sus espectadores parapetada tras un milhojas culterano que, despojado de intención lúdica, asume el riesgo de ser interpretado como un forzado intento de engolar la voz: partitura de Franz Schubert, sustrato mitológico —el doble rostro de Jano— y explícitos referentes literarios —Stevenson—. Las máscaras acaban siendo un elemento narrativo y simbólico de suma importancia en la película: a fin de cuentas, todo ese barniz elevado quizá sólo sea la máscara que se coloca este debut para disfrazar su visceral sentido de la provocación.

DIANA

Dirección: Alejo Moreno.

Intérpretes: Ana Rujas, Jorge Roldán, Ana Ledesma, Lucio Romero.

Género: drama.

España, 2018

Duración: 101 minutos.

Una entrevista televisiva con una prostituta vocacional sirve a la actriz Ana Rujas para entregarse a un enérgico recital interpretativo desde el filo y al director Alejo Moreno para satirizar tanto el sensacionalismo paternalista de los medios de comunicación como las fantasías redentoras de todo cliente empeñado en salvar a la escort cuyos servicios ha contratado. Pero Diana se mete en otros jardines bastante más delicados en un momento en que el debate en torno a la prostitución ocupa un lugar central en el discurso público. ¿Puede plantearse en serio la idea de que la prostituta que recibe a un desconocido en su domicilio se arriesga en la misma medida que el cliente? ¿O que la prostitución autogestionada es, en el fondo, emprendimiento? Enérgicos despliegues de estilo —la escena de la asfixia— no ocultan que, tras Diana, no hay un convincente retrato de personaje, sino tan sólo una fantasía masculina harto cuestionable.

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