Redundante camino de redención

Lástima que no haya personajes lo suficientemente bien construidos a los que agarrarse. Tampoco estilo en la puesta en escena

Fotograma de la película 'Waterboys'

Formada en 1983 por Mike Scott, la banda The Waterboys tendió un puente entre la poesía de W. B. Yeats y la voracidad del público de rock por los himnos generacionales, a través de un repertorio que encontró su línea de cohesión en el asombro ante un mundo cuya intrínseca divinidad podía manifestarse en los más ínfimos detalles.

Si tenemos que creer a Waterboys, sexto largometraje del holandés Robert Jan Westdijk, la formación no siempre tuvo la suerte de poder escoger a su público entre lo mejor de cada casa: Victor, el protagonista de esta historia, es un escritor de novelas ...

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Formada en 1983 por Mike Scott, la banda The Waterboys tendió un puente entre la poesía de W. B. Yeats y la voracidad del público de rock por los himnos generacionales, a través de un repertorio que encontró su línea de cohesión en el asombro ante un mundo cuya intrínseca divinidad podía manifestarse en los más ínfimos detalles.

WATERBOYS

Dirección: Robert Jan Westdijk.

Intérpretes: Leopold Witte, Tim Linde, Helen Belbin, Julie McLelland.

Género: comedia.

Holanda, 2016

Duración: 89 minutos.

Si tenemos que creer a Waterboys, sexto largometraje del holandés Robert Jan Westdijk, la formación no siempre tuvo la suerte de poder escoger a su público entre lo mejor de cada casa: Victor, el protagonista de esta historia, es un escritor de novelas policiacas y fan incondicional del grupo tan zoquete a la hora de identificar cualquier brote de belleza, que incluso es incapaz de querer con propiedad al hijo —hoy, un violoncelista veinteañero— que supuestamente engendró durante un concierto de la banda. De hecho, Victor es una de esas personas incapaces de ver nada que se sitúe más allá de su propio ego.

La película empieza con una doble ruptura: Victor y su hijo son expulsados de sus respectivos hogares por sus correspondientes parejas y, en esa situación de inesperada intemperie, deciden irse juntos a la visita promocional a Edimburgo que tenía programada el primero. Y, sí, está es la enésima historia de padres e hijos que aprenderán a comunicarse y de un narcisista camino a la redención. Lástima que no haya personajes lo suficientemente bien construidos a los que agarrarse. Tampoco estilo en la puesta en escena. Quedan las canciones.

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