“Hay una diferencia brutal entre ser escritor y escribir”

Enrique Vila-Matas y Luz Casal charlan sobre sus pasiones literarias en la Biblioteca Nacional

Luz Casal y Enrique Vila-Matas, hoy martes en su encuentro en la Biblioteca Nacional, en Madrid.CARLOS ROSILLO

Su primer encuentro fue muy fugaz. Así que, para describirlo, bastaron pocos instantes. Ocurrió un Día del Libro de 1998, "o quizás antes", en Barcelona, recordaba el escritor Enrique Vila-Matas. No se conocían, pero Luz Casal le había leído. Historia abreviada de la literatura portátil, en concreto. Así que cuando la cantante y el narrador se cruzaron, aquel Sant Jordi, hablaron un rato de ello. Y fin. “Fue breve, pero intenso”, se rio ella. Cuando se volvieron a juntar, este martes, tenían mucho más de lo que charlar. Sus lecturas, su...

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Su primer encuentro fue muy fugaz. Así que, para describirlo, bastaron pocos instantes. Ocurrió un Día del Libro de 1998, "o quizás antes", en Barcelona, recordaba el escritor Enrique Vila-Matas. No se conocían, pero Luz Casal le había leído. Historia abreviada de la literatura portátil, en concreto. Así que cuando la cantante y el narrador se cruzaron, aquel Sant Jordi, hablaron un rato de ello. Y fin. “Fue breve, pero intenso”, se rio ella. Cuando se volvieron a juntar, este martes, tenían mucho más de lo que charlar. Sus lecturas, sus inspiraciones y las decenas de anécdotas que proporcionan dos carreras extraordinarias. De esas que llevan al moderador, el periodista Jesús Marchamalo, a sentenciar: "Es absurdo hacer presentaciones". Baste saber que Casal admira la literatura de Vila-Matas y por eso protagonizaban el ciclo Lector encuentra Autor, en la Biblioteca Nacional.

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"Siempre me ha fascinado el mundo que él describe", explicó la estrella del pop-rock (Boimorto, A Coruña, 1958). "Una de las cosas que rara vez encuentras en un libro es algo que te provoque risas o llanto", añadió para celebrar al escritor (Barcelona, 1948). Quiso citar otra obra de Vila-Matas, pero no podía recordar el título. Ningún problema, él mismo acudió en su ayuda: admitió que sus obras no llevan nombres fáciles de interiorizar. "Escogía títulos que el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, no se atrevería a pedir en una librería. Le imaginaba incómodo diciendo: ‘Deme Suicidios ejemplares". O Kassel no invita a la lógica, el libro que Casal no recordaba. “Era el que te quería traer hoy, creía que te podía interesar la idea de un narrador que de día está eufórico y por la noche fatal”, dijo él. Ella, rápida, apuntó: “A veces, no hay mucha distancia". Y el público soltó una de varias carcajadas de la tarde. Como cuando Vila-Matas relató la “noche de lluvia” en que bajó a la calle con una capucha, comprobó que ningún vecino le observara y arrojó su entera carrera de Derecho a la basura.

Ambos se remontaron más atrás en el tiempo, hacia el comienzo de su relación con la literatura. Casal empezó a leer por una profesora que le abrió “los ojos, aunque con poca disciplina”. Devoraba de todo, libros para adultos y para jóvenes, “de un extremo a otro”. “También lo hago en la música”, defendió. Él, en cambio, contó cómo empezó a escribir. Porque, al parecer, sucedió antes que leer. “El otro día me encontré dos cuentos que escribí con cinco años: El duende de Aragón y El conde de Valencia”, explicó.

La propia charla vagó por todo tipo de territorio. Se mostraron fotos de la biblioteca de Vila-Matas, donde reina Kafka por encima de todos. Y los dos reflexionaron sobre las letras. “Hay una diferencia brutal entre ser escritor y escribir”, afirmó él. “Comparar la letra de una canción con la literatura es impensable. Pero hay puntos de conexión, en dar vueltas para quedarse con las palabras justas. Para mí es importantísimo. Necesito masticarlas, pronunciarlas, sentirlas”, agregó Casal.

¿Qué canción de Casal escoge Vila-Matas? “Que corra el aire”. ¿Y qué libro de Vila-Matas recomienda Casal? “Que los compren todos”. Entonces, el encuentro terminó porque había un tren esperando. El moderador lamentó que quedaban “muchísimos asuntos pendientes”. Otro encuentro fugaz. Y eso que duró una hora.

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