La última travesía

Acusar a Ossang de hermetismo solo responde a la pereza; su película deja claro que no es tanto cine negro como un ejercicio de cine negro soñado bajo los efectos del opio

Imagen de '9 dedos'.

Hay títulos de películas que parecen contener mapas encriptados. Por ejemplo, Detour (1945), de Edgar Ulmer, el hombre que trajo al Poverty Row de Hollywood un casi nigromántico cargamento de tiniebla expresionista. El desvío inmortalizado en el título de ese clásico de culto bien podría ser el que se aparta de la carretera principal en la ruta mainstream para desembocar en ese territorio antijerárquico donde autores tan diversos como David Lynch, Ed Wood, Jr., Raúl Ruiz, Alain Robbe-Grillet, Jesús Franco y Philippe Grandieux explorarían esa poesía común que hermana ...

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9 DEDOS

Dirección: F. J. Ossang.

Intérpretes: Paul Hammi, Damien Bonnard, Pascal Greggory, Gaspard Ulliel.

Género: thriller. Francia, 2017.

Duración: 99 minutos.

Hay títulos de películas que parecen contener mapas encriptados. Por ejemplo, Detour (1945), de Edgar Ulmer, el hombre que trajo al Poverty Row de Hollywood un casi nigromántico cargamento de tiniebla expresionista. El desvío inmortalizado en el título de ese clásico de culto bien podría ser el que se aparta de la carretera principal en la ruta mainstream para desembocar en ese territorio antijerárquico donde autores tan diversos como David Lynch, Ed Wood, Jr., Raúl Ruiz, Alain Robbe-Grillet, Jesús Franco y Philippe Grandieux explorarían esa poesía común que hermana al cine de géneros y subgéneros con la expresión experimental. No muy lejos de allí andaría el francés F. J. Ossang, a quien se ha tildado de cineasta punk, pero que también podría ser un consecuente tataranieto del expresionismo. 9 dedos, su quinto largometraje, supone su presentación en el circuito español: descubrir su hipnótico poder para el extrañamiento de códigos genéricos es, de hecho, uno de los acontecimientos del año para todo cinéfilo sin miedo a bucear en fosas abisales.

Acusar a Ossang de hermetismo solo puede responder a la pereza. 9 dedos deja claro que no es tanto cine negro como un ejercicio de cine negro soñado bajo los efectos del opio tras una imprudente sesión de lectura que mezclara al conde de Lautréamont con Raymond Roussel. Todo empieza con un asesinato y un secuestro y prosigue con un fantasmal viaje en barco que parece funcionar como alegoría de una cierta fase terminal de la Historia, en la que la propagación de una metafórica peste con aroma a polonio podría llevar a un final inapelable o una tabula rasa desde la que construir una nueva realidad revolucionaria.

Con su capitán de barco que se apropia de las palabras de los Cantos de Maldoror y las evocaciones vampíricas en la relación que mantiene el protagonista con una enigmática mujer, 9 dedos oscila entre el thriller, las aventuras y el terror, ofreciendo solo un asidero firme en su viaje al fin de la noche presidido por la ambigüedad y la inestabilidad de sus códigos: la fascinante pero perturbadora belleza de sus imágenes.

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