La ambigüedad romántica

Él la quiere, a su manera machista. Ella simplemente deambula

Fotograma de la película 'Me estas matando, Susana'.

Las películas que te llevan a una encrucijada de (casi) imposible respuesta tienen una gran virtud de inicio: la singularidad. Un valor que sin duda posee Me estás matando, Susana, tercer largometraje del mexicano Roberto Sneider, al acercarse a la aparentemente clásica comedia romántica desde presupuestos nada obvios, particulares y arriesgados, y presentar a unos seres con los que resulta difícil empatizar.

El personaje masculino protagonista es un crápula irredento, un canalla con cier...

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Las películas que te llevan a una encrucijada de (casi) imposible respuesta tienen una gran virtud de inicio: la singularidad. Un valor que sin duda posee Me estás matando, Susana, tercer largometraje del mexicano Roberto Sneider, al acercarse a la aparentemente clásica comedia romántica desde presupuestos nada obvios, particulares y arriesgados, y presentar a unos seres con los que resulta difícil empatizar.

ME ESTÁS MATANDO, SUSANA

Dirección: Roberto Sneider.

Intérpretes: Gael García Bernal, Verónica Echegui, Ashley Hinshaw, Björn Hlynur Haraldsson.

Género: romance. México, 2016.

Duración: 100 minutos.

El personaje masculino protagonista es un crápula irredento, un canalla con cierta gracia, gran triunfador en las relaciones sociales desde conductas más relacionadas con la artimaña que con la espontaneidad. El femenino es una veleta que si sabe lo que quiere lo disimula muy bien, encantadora a ratos, culta e inteligente, pero de nula personalidad. Él la quiere, a su manera machista. Ella simplemente deambula. Y ahora la gran pregunta: la distintiva ambigüedad moral a la que se llega en la película, en una secuencia final con azotes incluidos, ¿se produce porque la sociedad ha cambiado tanto desde que José Agustín escribió la novela en que se basa la película —Ciudades desiertas, de 1982—, que ya no vemos del mismo modo los efectos de la evidente prepotencia varonil que reina en el relato? ¿O esa ambigüedad moral es realmente buscada por el director de la película, planteando así una refrescante transgresión de los habituales códigos del género de la comedia romántica, donde siempre parecen obligatorias la empatía e identificación con los personajes?

La respuesta resulta imposible, aunque la primera opción parezca sacar ventaja a la segunda, en una película muy bien interpretada y narrada, ambientada en Estados Unidos en los círculos universitarios y académicos, y en la que siempre destacan sus elipsis —unas cortantes, breves en el tiempo; otras de larga duración, de bonita proyección narrativa—, y una estupenda selección de canciones de aire fronterizo —Piñata Protest, 17 horses, Bebe, Cream—.

Que la conducta del antagonista, el tercer vértice del triángulo amoroso, también sea desoladora, ayuda incluso a tener que optar entre lo malo y lo peor. Con lo cual se completa el gran dilema de una extraña comedia romántica de seres a la deriva, con los que nunca te querrías topar a pesar de su extraño encanto.

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