Cataluña (no) es un sainete

Las porteras de dos edificios de vecinos ejercen de hilo conductor de una película que fracasa como microcosmos del estado de la situación contemporánea

Una imagen de 'Cuanto más grande, mejor'.

A Ventura Pons hay que reconocerle un mérito: las ansias de seguir haciendo un cine de guerrilla, a pesar de sus 72 años y de que las condiciones de producción y la relevancia de sus películas se han ido reduciendo al mínimo en los últimos años, asentado en la estricta actualidad. Atrás han quedado sus mejores tiempos, sus visitas casi anuales a las secciones oficiales del Festival de Berlín, y sus excelentes adaptaciones teatrales y literarias; la época de, entre otras, El porqué de las cosas (1994), Caricias (1998) y Amigo/amado (1999). Pero aquí sigue, y a estreno...

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CUANTO MÁS GRANDE, MEJOR

Dirección: Ventura Pons.

Intérpretes: Amparo Moreno, Vicky Peña, Pedro Ruiz, Joan Pera, Minnie Marx.

Género: comedia. España, 2017.

Duración: 99 minutos.

A Ventura Pons hay que reconocerle un mérito: las ansias de seguir haciendo un cine de guerrilla, a pesar de sus 72 años y de que las condiciones de producción y la relevancia de sus películas se han ido reduciendo al mínimo en los últimos años, asentado en la estricta actualidad. Atrás han quedado sus mejores tiempos, sus visitas casi anuales a las secciones oficiales del Festival de Berlín, y sus excelentes adaptaciones teatrales y literarias; la época de, entre otras, El porqué de las cosas (1994), Caricias (1998) y Amigo/amado (1999). Pero aquí sigue, y a estreno por temporada.

Cuanto más grande, mejor, su undécima película en los últimos 10 años, lo que da cuenta de su encomiable sistema de trabajo, está, sin embargo, muy por debajo de sus niveles habituales, incluso de los más discretos de sus trabajos. Alejado esta vez del demostrado brillo de algunos de los relatos y textos teatrales adaptados en los últimos años (Luïsa Cunillé, Quim Monzó y Josep Maria Miró le otorgaban, al menos, un peso narrativo previo), Pons, también guionista en solitario, acude a la más rabiosa actualidad, pero sin trascender en ninguno de los muchos temas a los que pretende hincar el diente con su comedia sainetesca. La dicotomía entre el castellano y el catalán, la estafa de las preferentes de los bancos, la CUP, Ciudadanos, los desmanes del turismo, 13 TV, el independentismo, el movimiento LGTB, la corrupción, los ajustes de cuentas entre las mafias chinas de las tiendas, el yihadismo y hasta un antiguo agente del CNI van apareciendo en la película, pero con una indolencia que no pasa del rancio costumbrismo.

Las porteras de dos edificios de vecinos ejercen de hilo conductor de una película coral, sello de estilo en la obra de Pons, en la que la presencia de Pedro Ruiz como uno de los protagonistas, interpretando a un cura con frenillo, forzando dicción y tono de voz, parece surgida de su programa de los años ochenta Como Pedro por su casa a través de un ridículo túnel del tiempo. De modo que si la intención era que esa heterogénea comunidad de residentes ejerciera de microcosmos del estado de la situación contemporánea en toda Cataluña, el fracaso es rotundo.

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