La guerra en el ADN

En ‘Refugio’, obra entrada en harina de actualidad, Miguel del Arco contrapone la óptica de quienes cortan el bacalao con la de quienes son pescados

Imagen de la obra 'Refugio'.marcosGpunto

Un diálogo autista entre una parte de Occidente, rentista de un expolio sin caducidad, y otra de Oriente Próximo, diezmada para controlar sus recursos. Miguel del Arco ha escrito una comedia entrada en harina de actualidad, en la que a la óptica de quienes cortan el bacalao contrapone la del pobre bicho en salazón.

En Refugio, la familia de un político cuyo bolsillo ha engrosado en el ejercicio de su cargo, acoge a un refugiado árabe...

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REFUGIO

Autor y director:

Miguel del Arco.

Intérpretes:

Carmen Arévalo, Beatriz Argüello, Israel Elejalde, María Morales, Raúl Prieto, Macarena Sanz, Hugo de la Vega.

Música:

Arnau Vilà.

Vestuario:

Sandra Espinosa.

Luz:

Juan Gómez-Cornejo.

Escenografía:

Paco Azorín.

Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 11 de junio.

Un diálogo autista entre una parte de Occidente, rentista de un expolio sin caducidad, y otra de Oriente Próximo, diezmada para controlar sus recursos. Miguel del Arco ha escrito una comedia entrada en harina de actualidad, en la que a la óptica de quienes cortan el bacalao contrapone la del pobre bicho en salazón.

En Refugio, la familia de un político cuyo bolsillo ha engrosado en el ejercicio de su cargo, acoge a un refugiado árabe en estado de shock: el Mediterráneo se tragó a su mujer e hijos. Del Arco crea un puñado de arquetipos (el representante público corrupto, su esposa, en crisis existencial; el retoño terrible de ambos, la hija contestataria, la suegra enojosa, todos ellos frente a una versión culta del buen salvaje: Kaspar Hauser, adoptado por la manada de lobos) y los pone en una situación cuya irrealidad subrayan sucesivas rupturas del espaciotiempo y de la lógica escénica. Se trata aquí de simbolizar el abismo entre extractores y empobrecidos, entre causas y efectos.

La obra oscila entre el costumbrismo con el que Del Arco aborda las discusiones familiares y el onirismo con el cual representa el mundo de Farid que, a pesar de su ensimismamiento, parece estar más en la médula de las cosas que su moralmente mezquina familia de acogida.

No acaban de estar bien resueltos conceptualmente estos saltos con pirueta entre el lenguaje realista y el alegórico, salvados por la fulgurante puesta en escena, que pivota en torno a una habitación cúbica cuya pared de cristal marca la linde entre estar a resguardo y a la intemperie. Dentro del eficaz reparto, sobresale el Farid abisal de Raúl Prieto. 

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