Prince, trampolín musical de Minneapolis

El fallecido músico nunca se marchó de su ciudad excepto para grabar en California su primer álbum

Una fan de Prince, en la valla que rodea Paisley Park, hogar y estudio del músico, en Chanhassen, Minnesota.SCOTT OLSON (AFP)

Minneapolis se asemeja a muchas ciudades de Estados Unidos: una autopista cicatriza el centro de la ciudad, rascacielos y vastos suburbios residenciales. Pese a ubicarse en el Medio Oeste de EE UU, una región que se identifica con la llamada América profunda, lejos de las capitales del show business en Los Ángeles y Nueva York, es una referencia musical. El motivo de la excepción es Prince.

“Medía solo 1,57 metros, pero Prince era tan grande como Minnesota. Nadie colocó a Minneapolis en un mapa de un modo más empático. Su música a p...

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Minneapolis se asemeja a muchas ciudades de Estados Unidos: una autopista cicatriza el centro de la ciudad, rascacielos y vastos suburbios residenciales. Pese a ubicarse en el Medio Oeste de EE UU, una región que se identifica con la llamada América profunda, lejos de las capitales del show business en Los Ángeles y Nueva York, es una referencia musical. El motivo de la excepción es Prince.

“Medía solo 1,57 metros, pero Prince era tan grande como Minnesota. Nadie colocó a Minneapolis en un mapa de un modo más empático. Su música a principios de los años ochenta generó una excitación internacional para un hombre y una ciudad que muchos consideraban demasiado pequeña para ese espectáculo”, escribió el viernes, al día siguiente de la muerte de Prince, el crítico musical del Star Tribune, el principal diario de la ciudad.

Prince Rogers Nelson, que falleció a los 57 años por causas desconocidas, nunca se marchó de Minneapolis excepto para grabar en California su primer álbum. En el país de la movilidad, no necesitó irse a Los Ángeles o Nueva York (como hizo Bob Dylan, también de Minnesota) para triunfar. Su fidelidad es motivo de admiración en la ciudad, que ha iluminado de púrpura sus puentes y ha salido a la calle para recordarlo.

“Hay más músicos en esta comunidad que fueron capaces de tener una carrera porque Prince decidió quedarse. Ser un músico de Minneapolis te daba una tarjeta de visita más fuerte”, dice Lowell Pickett, fundador en 1985 del club de jazz Dakota. Pickett añade que Prince dio confianza a la escena local y atrajo talento. Pone de ejemplo el éxito de los productores de R&B Jimmy Jam y Terry Lewis, que han trabajado con Janet Jackson.

Prince asistió la noche del martes a un concierto de soul en el Dakota. En ese club, ofreció, en 2013, seis recitales en tres días. Pickett lo vio igual que siempre. Dos días después fue hallado muerto en un ascensor en Paisley Park, el complejo con salas de grabación y conciertos que se construyó en 1985 a las afueras de la ciudad. La policía dijo el viernes que no se han encontrado signos traumáticos o de suicidio en su cuerpo, pero que los resultados definitivos de la autopsia podrían tardar semanas en conocerse.

A Prince le gustaba seguir la escena local. El pasado sábado acudió a la tienda Electric Fetus para apoyar la compra de música. En febrero, vio un concierto de R&B en First Avenue, la sala en la que se consolidó en 1981 y se grabó en 1984 la película Purple Rain, que lo lanzaría al estrellato.

Revolucionó la música de Minneapolis —bautizó con el nombre de la ciudad un tipo de sonido que aunaba funk, pop y rock— pero también fue un producto de ella. Antes de Prince, había una "escena fuerte" de R&B, blues y garage rock en Minneapolis, explica Bob Fuchs, gerente de Electric Fetus, con la que el músico colaboraba. En los ochenta, en paralelo al auge de Prince, afloraron grupos conocidos, como The Replacements y Hüsker Dü. Ahora, dice Fuchs, hay una corriente exitosa de música hip hop e indie.

Hijo de pianista y cantante

Hijo de un pianista y una cantante, se crio en el norte de Minneapolis. Su barrio, de casas bajas, sigue siendo humilde y mayoritariamente negro. En las últimas décadas, ha atraído a parte de la inmigración latina y musulmana que ha hecho de esta una ciudad más diversa. George Roberts, un profesor jubilado de Literatura, tiene una galería de arte frente a la antigua casa de André Cymone, un amigo de Prince, a la que se mudó tras el divorcio de sus padres a los 10 años.

Al lado de la galería, hay una iglesia que, explica, Prince ayudó a reconstruir. Roberts recuerda cómo, de adolescentes, Prince y Cymone, que en 1979 crearían su propio grupo, ensayaban en el garaje de la casa. No eran los únicos. “Se oía música en dos o tres garajes”, dice el galerista. Explica que la música era un modo de soñar en el barrio y que la comunidad estaba muy unida: “Creo que Minneapolis tiene una ciudadanía extremadamente consciente culturalmente”.

En el centro de Minneapolis, varios teatros han puesto el nombre de Prince en sus carteles. La sala First Avenue se ha convertido en un memorial: con flores, dedicatorias y bailes multitudinarios en honor al músico. En una calle perpendicular, toca la trompeta Jabri Powell, de 29 años. Por las noches actúa en un local de jazz, pero, tras la muerte de Prince, ha decidido salir a tocar a la calle porque hay una “atmósfera triste”. “La gente necesita curación. Es lo que Prince haría”, explica Powell, que hace seis meses se mudó de Chicago a Minneapolis.

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