CRÍTICA | GIRLHOOD

Física de la adolescencia

Un fotograma de 'Girlhood'.

La adolescencia es ese periodo de desconcierto inevitable en el que el ser humano se debate entre la independencia y el rebaño, ese instante a veces vislumbrado como una eternidad en el que todo se confunde, ideales y práctica, mensaje y actitud, orgullo y cerrazón, autenticidad y procacidad, como esas chicas británicas que cogieron un avión en Londres con ropa y complementos último modelo para irse a combatir junto al Estado Islámico. Así es la protagonista de Girlhood, tercer trabajo de la francesa Céline Sciamma, todos ellos asentados en el cruel, regocijante e incomprensible perio...

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La adolescencia es ese periodo de desconcierto inevitable en el que el ser humano se debate entre la independencia y el rebaño, ese instante a veces vislumbrado como una eternidad en el que todo se confunde, ideales y práctica, mensaje y actitud, orgullo y cerrazón, autenticidad y procacidad, como esas chicas británicas que cogieron un avión en Londres con ropa y complementos último modelo para irse a combatir junto al Estado Islámico. Así es la protagonista de Girlhood, tercer trabajo de la francesa Céline Sciamma, todos ellos asentados en el cruel, regocijante e incomprensible periodo entre la pubertad y la juventud, ambientado en un barrio suburbial de París alrededor de un grupo de chicas de raza negra. Una película en la que, como en Naissance des pieuvres (2007) y Tomboy (2011), domina el estilo sensorial de Sciamma, que articula un esquema de exquisitas formas casi más impresionista que realista a pesar de su aire, solo aparente, de drama social a la europea.

GIRLHOOD

Dirección: Céline Sciamma.

Intérpretes: Karija Touré, Assa Sylla, Lindsay Karamoh, Idrissa Diabaté.

Género: drama. Francia, 2014.

Duración: 113 minutos.

Historia sobre la humillación y la desesperanza, sobre el sometimiento de la escala social, la familiar y la de género, Girlhood capta los sonidos, los anhelos y la respiración entrecortada, incluso el vómito de desesperación, de una chica con todas las papeletas para caer por el barranco de la delincuencia, previo paso por el casi ineludible periodo consumista. Hay en Sciamma un cuidado trabajo con la luz, tanto en interiores como en exteriores, con las transiciones entre secuencias, con los fundidos, y sobre todo con la música y el montaje de sonido. Y a pesar de que en algunos pasajes (la canción videoclip en el hotel) y en uno de los personajes (el del hermano mayor) caiga en la autoindulgencia y el trazo grueso, y parezca refocilarse en su propia sistemática, casi en todo momento resulta auténticamente certera en su fisicidad.

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