CRÍTICA | JIMMY'S HALL

El baile político

Un fotograma de 'Jimmy's Hall'.

A estas alturas, quizá al borde de la jubilación, según sus propias palabras, Ken Loach ya no engaña a nadie. Eso sí, tampoco miente; si acaso, subraya. El veterano director inglés sigue fidelísimo a sus principios éticos y políticos, y el espectador sabe perfectamente lo que espera de él, conformando así una especie de contrato social-cinematográfico donde todos saben la trinchera que ocupan. Su cine es un volcán, y Jimmy's Hall,también. Para bien, y para regular: ahí están una vez más sus virtudes y sus defectos, pero el volcán de emociones que provoca, a pesar de su sempiterno mani...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A estas alturas, quizá al borde de la jubilación, según sus propias palabras, Ken Loach ya no engaña a nadie. Eso sí, tampoco miente; si acaso, subraya. El veterano director inglés sigue fidelísimo a sus principios éticos y políticos, y el espectador sabe perfectamente lo que espera de él, conformando así una especie de contrato social-cinematográfico donde todos saben la trinchera que ocupan. Su cine es un volcán, y Jimmy's Hall,también. Para bien, y para regular: ahí están una vez más sus virtudes y sus defectos, pero el volcán de emociones que provoca, a pesar de su sempiterno maniqueísmo, acaba ganando la batalla.

JIMMY'S HALL

Dirección: Ken Loach.

Intérpretes: Barry Ward, Simone Kirby, Andrew Scott, Jim Norton, Francis Magee.

Género: drama. Reino Unido, 2014.

Duración: 110 minutos.

Como suele ocurrir, apenas hay matices en los personajes del bando de los opresores y, sin embargo, el guion de Paul Laverty intenta esta vez una serie de contrapesos que funcionan bien. Lo logra en el ámbito religioso con el personaje del joven sacerdote; en el familiar, con la mirada calmada de la madre; y en el social, en la discusión sobre los derechos de la tierra y en los adolescentes que sólo buscan el aspecto lúdico del salón de baile de la polémica.

No lo encuentra, en cambio, en la vertiente política, quizá porque no cabía la solución. Pero donde verdaderamente gana la guerra de la película es en las maravillosas escenas de grupo, festivas o dialécticas, en la naturalidad de su cámara, en el poder de las miradas y las reacciones, y en su bellísima fotografía.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Sobre la firma

Archivado En