Catedrales bajo tierra

'Cavedigger', nominado al Oscar a Mejor corto documental, narra la vida del escultor de santuarios subterráneos Ra Paulette

Madrid -
El escultor Ra Paulette en una de sus cavernas, templos bajo tierra.

La carretilla sobre los hombros. En ella, pico, pala y lija. Y al cuello, un extraño colgante; un papel que dice: "Disculpen las molestias" por si tienen que retirar su cadáver sepultado. Ese es el exiguo equipo con el que Ra Paulette se enfrenta a las cavernas de arenisca en Nuevo México. Sin permisos, sin descanso, sin pretensiones más allá de cavar y cavar, de tallar y tallar, hasta lograr (después de meses o años) una  nueva catedral subterránea. Un espacio, según sus palabras, "de transformaci...

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La carretilla sobre los hombros. En ella, pico, pala y lija. Y al cuello, un extraño colgante; un papel que dice: "Disculpen las molestias" por si tienen que retirar su cadáver sepultado. Ese es el exiguo equipo con el que Ra Paulette se enfrenta a las cavernas de arenisca en Nuevo México. Sin permisos, sin descanso, sin pretensiones más allá de cavar y cavar, de tallar y tallar, hasta lograr (después de meses o años) una  nueva catedral subterránea. Un espacio, según sus palabras, "de transformación" para quien la visite.

Este es el proceso artístico que documenta con su cámara Jeffrey Karoff, un director del mundillo publicitario que ha decidido retratar, ya en su madurez, un creador que le fascina en Cavedigger,  su primer documental de 38 minutos que ha sido nominado al Oscar al Mejor cortometraje documental. "La primera vez que entré en una de sus cavernas, hace más de 10 años, experimenté el mayor impacto que he tenido con una obra de arte. Me quedé asombrado". Tanto sobrecogió a Karoff su primera vez en el submundo de Paulette, en sus corredores tupidos de extrañas formas fantásticas, que inmortalizó esa sensación en su película. "Un travelling en el que pasas de la oscuridad a la luz al entrar en la bóveda abierta de la caverna. La misma imagen que viví". Esa revelación emocional es justo lo que Paulette busca provocar con su trabajo, a través de la luz, la sombra y la forma: "Estas cavernas están pensadas para tener un efecto psicológico en el visitante. Estás bajo tierra, en la oscuridad, y de pronto llegas a la bóveda donde la luz del sol entra a raudales. Estas son las yuxtaposiciones, las metáforas que dominan nuestra vida: Lo interior y lo exterior".

Jeffrey Karoff y el escultor Ra Paulette en una de las cavernas del artista.

Documentar el trabajo de Ra Paulette fue enfrentarse al arte en su desnudez. Paulette no boceta nada, no cuenta con asistentes, no sigue ningún plan preconcebido. Simplemente elige su caverna, a veces ilegalmente, y se pone a cavar. "No hago dibujos porque puedo sentirlo. Puedo sentir el espacio vacío. A veces me siento más como un arqueólogo. Alguien que descubre lo que ya estaba allí". Su trabajo tiene dos fases muy diferenciadas: cavar y esculpir, y ambas despertaban en el director del corto un interés opuesto: "La primera fase, la de cavar, es poco agradecida. Es eso, verlo cavar, no hay más [ríe]. La segunda, la talla, es la mágica. La arcilla es tan maleable que las formas surgen bajo tu mirada".

La forma de retratar este proceso, el lenguaje audiovisual que Karoff emplea, está en las antípodas del estilo abigarrado del videoclip y la industria publicitaria. Largos planos contemplativos, una música que entra solo para potenciar ciertas imágenes y emociones, y ni el menor retoque fotográfico en el etalonaje. "Conozco todas las herramientas y trucos de puesta en escena que están de moda. Las he usado muy a menudo en mi trabajo [realizador publicitario]. Pero como cineasta mi sensibilidad me pide ser muy limpio en la imagen, que la fuerza de mi obra venga de otro lugar, y no de una triquiñuela visual". Karoff empleó solo una técnica externa a lo que estaba pasando frente a la cámara: el time-lapse, montaje acelerado de un proceso muy largo. "Lo veo como algo totalmente necesario en este caso", recalca el director. "Estamos hablando de unas obras que llevan años. Para que el espectador tenga una percepción del proceso, tenía que usar esta técnica". 

Una de las cavernas de Ra Paulette, en la que utilizó espejos para simular estanques. Los instaló contra la voluntad de su mecenas, que se temía un efecto kitsch para una obra de arte que le parecía muy "orgánica y natural". Entró a hurtadillas, los instaló y se fue.

Jeffrey Karoff tardó 10 años en cumplir su sueño de llevar el arte de Paulette a la gran pantalla. Y el retraso no fue solo por motivos de trabajo, sino también porque tuvo que construir una relación duradera y cercana, una amistad, con un hombre desacostumbrado a abrir su intimidad. "Creo que la primera vez que lo vi, yo estaba asustado", recuerda el director. "No era alguien muy accesible. Y yo lo agravé, porque me había impresionado tanto su obra que lo puse en un pedestal, haciendo la comunicación difícil. Me llevó mucho tiempo que tuviéramos una relación más cercana". Pero llegó a ser tan estrecha que comió en su casa con su mujer, entrevistó a todos sus amigos y mecenas, lo filmó en el gimnasio levantando pesas, cayéndose a rolos con la carretilla o confesando, de buen humor, cómo su mejor amigo le birló la novia. También filmó sus momentos más duros, como el derrumbe de la caverna que pensaba convertir en su opus magnum y a la que había dedicado dos años de su vida. Lo increíble es que Paulette no se vino abajo: "Cavar me da algo que es intangible. Así que los años que pasé con esta caverna no los perdí, porque ese intangible, crear, lo tuve". En un par de días, ya había encontrado una nueva caverna, la número 13. También la última que tallará y a la que ya le ha dedicado cuatro de los 10 años que le llevará completarla.

Ra Paulette en una de sus cuevas bajo la bóveda abierta al cielo. El artista espera que el contraste entre la oscuridad del pasadizo de entrada y el haz de luz solar provoque en el espectador una colisión emocional.

El próximo domingo 2 de marzo el periodo mágico, irreal, que ha vivido Jeffrey Caroff con Cavedigger encontrará su fin en la 86º ceremonia de los Oscar. Un trabajo minimalista con un director, un cámara y un artista que ha llegado hasta los premios más universales del séptimo arte. Un sueño que comenzó con suspense, el día de las nominaciones, con la pantalla de un móvil que podía darle o la mayor alegría de su vida, o la mayor decepción. "Estaba viendo las nominaciones con mi mujer en la tele. Y las de los cortos no las anuncian. Tenía un colega en la Academia que me dijo: 'Te mandaré un SMS cuando lo sepa, después de que salgan por televisión. Pondre: sí o no'. Estábamos los dos temblando, mirando al móvil y diciéndonos: '¡Míralo tú! ¡No, no, tú! Cuando llegó el sí... Aún no me lo creo". Ra Paulette, el artista que ha hecho posible este corto, se alegró mucho por Karoff. Pero siguió trabajando como cada día bajo tierra, fiel a su meta: "Quiero que la gente se de un respiro en la continuidad de quiénes son. Y en ese respiro, pueden pasar muchas cosas".

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