crítica: l'apollonide

En busca del deseo perdido

Bonello ofrece un ejercicio de absoluta libertad creativa y orquesta La densidad del tapiz de historias que componen 'L’Apollonide' es abrumadora

Mientras la cámara recorre lánguidamente el espacio del burdel parisiense que sirve de claustrofóbico escenario a este quinto largometraje de Bertrand Bonello —autor clave del cine francés que desembarca por primera vez en nuestras pantallas comerciales—, el espectador escucha a un cliente glosar su reciente lectura de La guerra de los mundos, de H. G. Wells. L’Apollonide parece nacer en la inesperada encrucijada entre una melancolía de textura casi proustiana y la anticipación de las claves ...

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Mientras la cámara recorre lánguidamente el espacio del burdel parisiense que sirve de claustrofóbico escenario a este quinto largometraje de Bertrand Bonello —autor clave del cine francés que desembarca por primera vez en nuestras pantallas comerciales—, el espectador escucha a un cliente glosar su reciente lectura de La guerra de los mundos, de H. G. Wells. L’Apollonide parece nacer en la inesperada encrucijada entre una melancolía de textura casi proustiana y la anticipación de las claves de una sexualidad futura, desligada del deseo: la película es, por un lado, un paseo casi opiáceo a través de un limbo perdido —una casa de tolerancia entendida como entorno ambiguo, conflictivo— y, por otro, una ensoñación que detecta en ese mismo entorno las claves del materialismo lúbrico que define la contemporaneidad. La coda final, en la que vemos a prostitutas del presente haciendo la calle, podría parecer un apunte obvio, pero no es fácil fijar un juicio ni siquiera en ese detalle: las imágenes hablan de una continuidad en la transformación en objeto del cuerpo femenino, pero también sugieren un lamento por la desaparición de esos burdeles donde el mismo problema podía, al menos, ser contrapunteado por un sentido de la comunidad.

Bonello ofrece un ejercicio de absoluta libertad creativa y deja su impronta

En L’Apollonide, Bonello ofrece un ejercicio de absoluta libertad creativa y orquesta, en una sinfonía propia, lo que, en principio, parece irreconciliable: juega con elegantes travellings, hace ocasional —y asombroso— uso de la pantalla partida, rompe la verosimilitud temporal introduciendo anacronismos musicales —el baile al ritmo de Nights in white satin es memorable— y crea sentido a través de la repetición o del deliberado uso de los puntos suspensivos y los cabos sueltos. El cineasta deja su impronta desde el primer plano hasta esa imagen onírica final, que por lo menos este crítico preferiría no haber visto.

Bonello crea la ilusión de no estar construyendo su relato, pero, al llegar al desenlace, la densidad del tapiz de historias que componen L’Apollonide es abrumadora y construye un microcosmos decadentista que no puede juzgarse únicamente como territorio de explotación. Lo importante es que el espectador no encuentre en este prostíbulo del cambio de siglo ninguna zona tranquilizadora, ningún espacio para reafirmar ideas recibidas. L’Apollonide es la película más sorprendente, inesperada, rica y desbordante que se estrenará este mes de agosto. No pierdan la ocasión de celebrarla.

Ficha técnica

L’APOLLONIDE

Dirección: Bertrand Bonello.

Intérpretes: Hafsia Herzi, Céline Sallette, Jasmine Trinca, Adèle Haenel, Alice Barnole, Xavier Beauvois.

Género: drama. Francia, 2012.

Duración: 122 minutos.

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