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La ciencia española rinde cuentas sobre la experimentación animal: “Usaríamos métodos alternativos si pudiéramos”

Los investigadores de España utilizaron 887.241 animales en 2024, una reducción del 22,5% en relación con 2023

Durante años, la comunidad científica evitó pronunciarse públicamente sobre el uso de animales para experimentación. Según el investigador Lluís Montoliu, el sector se adelantó a creer que “la sociedad entendía la necesidad de este uso”. “Habíamos hecho dejación de funciones”, admite este científico del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). Para corregir esa realidad, nace en 2016 el acuerdo de transparencia de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), que este jueves ha presentado los resultados de su octavo informe. En él se detalla qué instituciones reconocen utilizar animales en investigación y qué tipo de actividades realizan. “No queremos hacerle daño a los animales. Si pudiéramos realizar nuestras investigaciones mediante métodos alternativos, los usaríamos”, dice Montoliu, uno de los presentadores del estudio.

Según explicó Javier Guillén, representante de la European Animal Research Association (EARA), la entidad encargada de evaluar que los compromisos del acuerdo se cumplan, el informe se elaboró a partir de 158 respuestas de los más 160 afiliados, incluidas universidades, centros de investigación, hospitales y laboratorios. Lo que supone un 93% de participación.

De ellas, 108 organizaciones utilizan animales y otras 50 no lo hacen directamente (como algunas asociaciones de pacientes). “La investigación con animales en España es mayoritariamente pública. Existen empresas privadas, pero no contamos con esas grandes farmacéuticas o compañías de estudios por contrato que sí son habituales en otros países europeos; aquí las hay, pero en menor número”, subraya Guillén, director para Europa y América Latina de la Asociación para la Evaluación y Acreditación del Cuidado de Animales de Laboratorio (AAALAC).

Un indicador relevante del informe es que las instituciones adheridas cuentan hoy con una declaración pública sobre el uso de animales, accesible en sus páginas web. Este dato, recordó Guillén, contrasta con la situación en 2014, cuando no había ni una sola institución con una declaración pública de este tipo. De acuerdo con el experto, el 80% divulga información relacionada en sus webs y el 96% utiliza redes sociales para comunicar sus actividades o compartir estadísticas.

Según el último estudio sobre los usos de animales en investigación y docencia del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), que se publicó en noviembre y que el Cosce ha tomado para contextualizar la situación, durante 2024 se reportaron 887.241 usos de animales. Esto corresponde a una reducción del 22,5% en comparación con 2023 (1.144.214).

De acuerdo con los datos oficiales, los mamíferos continúan siendo el grupo más empleado en investigación. El segundo grupo más usado son los peces, incluso cuando acaba de experimentar una caída de 63,3%. De acuerdo con los expertos, esto se debe a que su utilización varía de un año a otro porque en algunos proyectos se trabajan en fases muy tempranas de su desarrollo, donde se necesitan muchísimas larvas para realizar los procedimientos. Cuando un proyecto así está activo, el número de peces se dispara y, cuando ese proyecto termina o no hay otro similar ese año, el número cae bruscamente.

Con respecto a las especies, el ratón vuelve a encabezar la lista con casi la mitad de los usos, seguido de los peces (21%) y las aves (17%). Todos usados en investigaciones biomédicas, no en prácticas como pruebas en cosméticos, prohibidas en la Unión Europea desde 2013.

Montoliu defiende que las técnicas en biomedicina requieren fases de experimentación en modelos animales porque sin esto no se tendría el mismo nivel de fiabilidad. “No hay ningún otro método alternativo que nos permita llegar a las mismas conclusiones. Cada vez hay más variantes y cada vez tendemos a usar menos animales, pero siguen siendo indispensables”, sentencia.

Montoliu menciona ejemplos concretos donde su uso ha sido un pilar fundamental: varias terapias génicas aprobadas en Europa, incluyendo las basadas en edición genética CRISPR, fueron posibles gracias a años de validación en animales antes de pasar a ensayos clínicos. Lo mismo ocurre con vacunas o tratamientos para enfermedades raras. “No se utilizan los animales porque sí, los animales que se tienen que utilizar tienen que justificarse exhaustivamente”, argumenta.

Al ser consultado sobre los casos de presunto maltrato que han generado escándalo en los últimos años, como el de Vivotecnia, el investigador evita ambigüedades. Sostiene que cualquier actuación contraria a la ley debe ser sancionada sin reparos: “A aquellos que incumplen las normas, que les caiga todo el peso de la ley”.

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