La misteriosa muerte de las sacerdotisas teñidas de rojo que vestían 270.000 conchas marinas
Un grupo de arqueólogos describe detalles del enterramiento de hace 5.000 años de una veintena de mujeres adornadas con cuentas perforadas
No hay nada igual en el registro arqueológico: más de una veintena de restos humanos en un enterramiento circular, todas mujeres, en el que las que ocupan la posición central están rodeadas de miles y miles de pequeñas cuentas blancas que debieron formar parte de su vestimenta. Es el yacimiento del Tholos de Montelirio, en las cercanías de Sevilla. Después de años de trabajo, limpiándolas de tierra una a una, y en un trabajo recién publicado en Science Advances, los arqueólogos han cifrado en más de 270.000 las piezas de aquellas túnicas, faldas o fajines. También han determinado que las hicieron con 800 kilogramos de varias especies de moluscos. Un estudio previo ya había encontrado en sus huesos las mayores concentraciones de mercurio registradas en la literatura científica. Ambos elementos, la mayor acumulación de conchas marinas en una tumba y la elevadísima presencia del metal hacen de Montelirio un lugar excepcional en el que se enterró a unas mujeres que debieron tener una significación especial hace unos 4.800 años.
“Imposible contarlas, son más de un cuarto de millón. Lo que hemos hecho es una estimación”, dice el arqueólogo Leonardo García Sanjuán, de la Universidad de Sevilla, sobre esas cuentas perforadas. Para llegar a esa cifra, tomaron una muestra de 1.000 ya lavadas y las pesaron. Con una regla de tres llegaron al cálculo de 270.769 cuentas blancas. “La siguiente tumba que se conoce con este tipo de cuentas, con la siguiente colección más grande, es una que hay en un yacimiento de Estados Unidos. Es el mayor complejo ceremonial que se conoce al norte de México. Hay una tumba de un personaje que se ha interpretado como relevante socialmente y tenía 30.000 cuentas. A partir de ahí lo que se sabe es de tumbas con 5.000, 2.000 o 1.000 cuentas”, destaca García Sanjuán.
Aunque hay cuentas de marfil o de algunas piedras, el 99% procede de varias especies de vieiras y berberechos. Mediante una serie de experimentos para reproducir cómo las hicieron, los científicos han estimado que se necesitaron unos 800 kilogramos de estos bivalvos. “Las vieiras hoy día son conocidas por ser el símbolo del Camino de Santiago, pero en la antigüedad, eran el símbolo de Afrodita/Venus. Está claro que en el mundo precristiano la vieira, su concha, es un símbolo de feminidad, es un símbolo de unas diosas que son básicamente las de la fertilidad”, recuerda el arqueólogo.
Es otro de los datos que hacen de este lugar algo tan especial. El enterramiento está formado por dos cámaras y un largo corredor de 40 metros. Se han encontrado restos de 26 individuos en el dolmen. La mayoría (20) estaban en la cámara grande y 17 eran mujeres. De los otros tres no se ha podido determinar su género. Es en torno a un grupo de ellas, colocadas de una forma particular, donde estaban las cuentas perforadas. Una, que debió estar cubierta de una túnica de conchas marinas desde el cuello hasta las piernas, debió tener una significación particular: la encontraron con las manos alzadas como una orante y alineada con una estela que se iluminaba solo una vez al año, cuando con el solsticio de verano un fino rayo de Sol atravesaba todo el corredor hasta llegar hasta aquellas mujeres. “Es algo especialísimo, porque no hay hombres, no hay ancianos, no hay ancianas y no hay niños. Esta tumba no es una instantánea o un fotograma de la sociedad. Aquí tenemos un grupo social selecto, especialísimo”, mantiene García Sanjuán.
La datación por radiocarbono añade interés al hallazgo. Todas las mujeres murieron en un lapso relativamente corto. El proceso por el que el carbono-14 decae mediante radiación (hasta convertirse en un elemento estable, el nitrógeno-14) se inicia justo en el momento de la muerte. El problema para los estudiosos del pasado es que el reloj no es muy preciso, adelantando o atrasando unos cuantos años, en este caso unos 25. Así que las que vestían aquellas túnicas de cuentas pudieron morir en un único evento o a lo largo de varios años. Las conchas, que también han sido datadas, no permiten elegir entre una u otra opción. Pero sí afirmar que fueron recolectadas poco tiempo antes de que murieran las chicas.
La arqueóloga de la Universidad de Durham (Reino Unido) y coautora de la investigación, Marta Díaz-Guardamino, recuerda que no hay certeza del momento en que las conchas fueron recolectadas: “Las fechas por radiocarbono lo que están haciendo es datar, la muerte del bivalvo”. Contando con esta salvedad, destaca que los moluscos “ofrecen un rango temporal en el que pudieron haber ocurrido todas estas cosas, la muerte del bivalvo, la recolección y la manufactura”. Ese lapso puede ser desde uno o dos años hasta 200. Así que para Díaz-Guardamino, no se puede afirmar que, como tampoco se podía con las mujeres, la recolección y confección se produjeran en un evento único. Pero tampoco pueden descartarlo.
Algo similar sucede con la hipótesis de García Sanjuán de que aquellas mujeres vestían sus trajes de cuentas marinas durante las ceremonias. Podría haber sido justo lo contrario, que fueran su mortaja, solo usados para enterrarlas. “Sí que observamos desgaste en algunas de las cuentas, pero no parece que sea por utilización, sino más bien erosivo, provocado por las sustancias con las que ha estado en contacto”, sostiene la arqueóloga Díaz-Guardamino.
Mercurio en los huesos
Para completar el misterio de Montelirio, en 2023 otro trabajo confirmó que las allí enterradas tenían concentraciones muy elevadas de mercurio en sus huesos. Considerado hoy un tóxico muy peligroso por la Organización Mundial de la Salud (OMS), este metal líquido ha venido usándose directa o indirectamente desde hace milenios. En la naturaleza se presenta como sulfuro de mercurio en minerales como el cinabrio. De esta roca se obtiene un pigmento usado ya en las primeras ciudades, como Çatalhöyük hace unos 10.000 años y conocido posteriormente como rojo pompeyano por ser el responsable del color bermellón de las paredes de las villas romanas. El mercurio fue también esencial en la minería al facilitar la separación del oro y la plata de otros metales. Incluso se usó hasta el siglo XIX (aún se recoge en la farmacopea china) como medicina, siendo durante siglos la principal arma contra enfermedades como la sífilis.
Todas las mujeres de Montelirio tenían mercurio en sus huesos. El valor medio en el fémur era de hasta 95 microgramos por gramo de hueso. Pero en 17 de ellas, los niveles rondan los 500. La arqueóloga de la Universidad de Sevilla, Raquel Montero, es experta en el uso del cinabrio y el mercurio a lo largo de la historia. Coautora del trabajo que determinó los niveles del metal en los huesos del enterramiento, dice que tales concentraciones son altísimas, pero no es fácil hacer comparaciones. “No existe un umbral fijado por la OMS y no es fácil estudiarlo en huesos”, dice Montero. Así que las mujeres de los miles de cuentas tenían niveles tóxicos de mercurio en su cuerpo.
“Pero no sabemos cómo llegó hasta sus huesos”, admite Montero. En el yacimiento había cinabrio esparcido, explica la arqueóloga: “Por el suelo, sobre los cuerpos, las paredes estaban pintadas de rojo, pero no sabemos si se pintaron la piel”. Su colega García Sanjuán quiere pensar que iban pintadas de rojo y vestidas con conchas marinas “en unas ceremonias que debían ser impresionantes para los que las observaban”. De hecho, el complejo de Valencina, donde se encuentra el enterramiento, era un lugar de reunión ceremonial. En esta línea, los autores del estudio recuerdan que, en bajas dosis, el mercurio provoca estados alterados de la conciencia como algunas drogas rituales. También existe otra posibilidad: que fueran sacrificadas, envenenadas con el cinabrio y amortajadas con las conchas. Hay en marcha varios estudios más que podrían responder a las preguntas que quedan.