Por qué lo que pasa en el Polo Norte puede generar horribles tormentas en España

La ciencia intenta entender cómo el calentamiento desbocado del Ártico puede provocar eventos de tiempo extremo como la dana de Valencia

Un grupo de voluntarios limpia lodo en el pueblo de Paiporta, cerca de Valencia, el domingo.ÓSCAR CORRAL

Una de las mayores incógnitas sobre la dana es si lo que ha sufrido Valencia se debe a lo que pasa a más de 5.000 kilómetros de distancia, cerca del Polo Norte. Es una posibilidad cierta. Desde hace años se están observando cambios en la corriente de chorro polar, el régimen de vientos de oeste a este que sopla en latitudes altas del hemisferio norte y que es responsable de que los vuelos transoceánicos tarden unos 40 minutos menos en ir de Nueva York a Madrid que viceversa.

Esta corriente es fundamental para regular el clima del hemisferio norte. Funciona como una frontera entre el frío polar y las corrientes de aire cálido que suben desde el ecuador. Esa frontera no es recta, sino que tiene ondulaciones que dejan pasar aire cálido llegado del sur o gélido del norte. En los últimos años, esas ondulaciones parecen haberse hecho mucho más pronunciadas, de forma que las bolsas de aire polar se descuelgan como meandros de un río hasta latitudes mucho más bajas y con más frecuencia. Al llegar al sur de Europa, las bolsas de aire frío en altura se encuentran con el calor y la humedad que ascienden desde las aguas del Mediterráneo, más cálidas de lo normal, y generan tormentas de lluvia mucho más intensas y largas, pues se recargan una y otra vez.

Esta anomalía en la corriente polar también provocaría el efecto inverso. Al retroceder hacia el norte, cada vez con más frecuencia suben masas de aire caliente que provocan olas de calor y sequías. Jennifer Francis, meteoróloga del Centro Woodwell de Investigación del Clima (Estados Unidos) es una de las principales defensoras de esta teoría, que encaja con lo visto en España. “Una corriente con grandes ondulaciones como la que provocó las horribles inundaciones en España será cada vez más frecuente debido al calentamiento acelerado del Ártico”, explica la investigadora a este diario.

Los cambios en la corriente están produciendo anomalías que duran mucho más de lo habitual. La corriente de chorro se desplaza de oeste a este por el hemisferio, ondulando hacia el norte y el sur, y esas ondas generan las áreas de alta y baja presión que vemos en los mapas del clima, según expone Francis, quien detalla: “Cuando las ondas son pequeñas, el clima cambia rápido, pero si crecen y se mueven más lentamente, se crean patrones climáticos persistentes. Esto puede llevar a sequías, olas de calor prolongadas o lluvias continuas que pueden causar inundaciones, ya que el mismo clima se queda en una región por más tiempo”.

Estudios recientes muestran que estas oscilaciones son cada vez más bruscas, en forma de los denominados latigazos climáticos. “Un planeta cada vez más caliente tiende a sufrir más sequías y olas de calor. Lo que nuestros estudios sugieren es que estos periodos se cortan de forma brusca por lluvias torrenciales, que también están conectadas con la crisis climática”, ha explicado Francis. Sus estudios relacionan los cambios en la corriente de chorro con recientes tormentas de nieve y hielo en latitudes bajas, como en el estado de Texas (Estados Unidos), o con el paso de la sequía y los incendios a las lluvias torrenciales en Italia o Grecia, que sufrió una terrible dana en 2023.

Una de las claves sería el calentamiento desbocado del océano Ártico, donde las temperaturas suben unas cuatro veces más rápido que en el resto del planeta. La clave para que la corriente de chorro funcione normalmente es la diferencia de temperaturas entre las regiones polares y las ecuatoriales, que se está acortando, lo que provocaría una corriente de chorro polar con cada vez más meandros que descuelgan grandes masas de aire gélido que se topan con las aguas del Atlántico y el Mediterráneo más cálidas de lo normal y generan grandes tormentas. “La región ártica al norte de Europa está inusualmente cálida, más de 15 grados por encima de su media. Este domo de aire cálido refuerza los desplazamientos hacia el norte de la corriente en chorro, como el que afecta a Europa occidental y ha generado la dana que ha provocado lluvias intensas en el este de España y que sigue trayendo aún más lluvias a la península ibérica”, explica Francis.

Vídeo: NASA

La disrupción de la corriente polar es inquietante, pues por ahora hay una gran incertidumbre sobre su magnitud y alcance futuro en un planeta más cálido. Los científicos se encuentran aquí con uno de los sistemas más complejos que pueden imaginarse, el régimen de corrientes de viento y su interacción con las oceánicas y con la orografía, algo que es difícil de modelar con precisión hasta para los mayores ordenadores conocidos. El panel internacional de expertos de Naciones Unidas sobre cambio climático —el IPCC, por sus siglas en inglés—, está estudiando este tema, aunque por ahora dice que el nivel de incertidumbre es alto.

La gran incógnita es si lo que está sucediendo se debe a las actividades humanas por la quema de combustibles sólidos, o es parte de la variabilidad natural de la corriente de chorro, que cada año cambia de forma sustancial, explica a este diario Paulo Ceppi, climatólogo del Imperial College (Reino Unido). “En un sistema así es muy difícil detectar la señal del cambio climático, aunque los modelos nos indican que en general la corriente se va a retirar hacia el norte, lo que traería más lluvias al norte de Europa y más sequía al sur”, detalla. Esteban Rodríguez, de la Agencia Estatal de Meteorología, incide en las dudas actuales debido a la complejidad del proceso. “Aún es un tema en discusión. Sí se han visto pruebas de estos efectos en verano, en invierno aún no está tan claro. De lo que sí estamos seguros es de que a partir de ahora habrá menos días de lluvia, pero más torrenciales”, explica.

Robert Vautard, codirector del grupo de trabajo sobre física atmosférica del IPCC, destaca que, independientemente de los cambios en la corriente de chorro, “es indudable que cuando las danas llegan, descargan cada vez más lluvia por toda Europa”. Un estudio preliminar del grupo de Atribución del Clima Mundial recién publicado sugiere que las lluvias de esta dana en España fueron un 12% más intensas debido al cambio climático y que serán el doble de habituales. Vautard, que no ha participado en el estudio, dice que es un cálculo razonable: “Nuestros estudios en Francia apuntan a un 20% más de precipitación debido al calentamiento. Esto puede no parecer mucho, pero es lo suficiente para producir un tremendo desastre, sobre todo porque el agua cae en zonas muy concretas”, destaca.

El meteorólogo y oceanógrafo francés apunta a otros dos factores que han empeorado el impacto de la dana. El primero es que, al contrario que muchas otras gotas frías, esta ha caído en zonas muy pobladas y urbanizadas, por lo que el agua no ha tenido por dónde permear en el terreno y ha provocado riadas “terroríficas”. El investigador también apunta a la creciente construcción cerca de los cauces de los ríos y las zonas inundables. “Es algo que sufrimos mucho en Francia, las casas se han comido parte de los cauces de los ríos, que están constreñidos, y los ríos necesitan espacio”. El drama que está viviendo Valencia debe “servirnos de lección”, resalta. “Tenemos que predecir mejor la escala de las riadas actuales y no basar nuestras políticas en tormentas pasadas, sino en las futuras”.

El geógrafo Sergio Vicente-Serrano fue coautor del capítulo sobre eventos climáticos extremos del último informe del IPCC. El científico explica que para la ciencia actual, entender bien las dinámicas atmosféricas, que engloban fenómenos como las fluctuaciones de la corriente de chorro polar, es un reto; y aún hay gran incertidumbre sobre su magnitud. En cambio, cada vez están más claros los impactos termodinámicos del calentamiento. Una atmósfera cada vez más cálida debido al aumento de temperaturas ya genera una situación de más lluvias torrenciales, pues la capacidad del aire para succionar humedad es mayor.

Un evento como el de Valencia tiene un tiempo de retorno de unos 50 años, lo que significa que de media se repetirán eventos similares cada medio siglo, lo que no es tanto, según los cálculos preliminares del investigador, que trabaja en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC). Vicente destaca que la gran novedad de esta dana no es que se haya producido, sino dónde ha caído en una zona de alta densidad de población y cruzada por muchísimas carreteras y vías de comunicación. “En 1983 se registraron precipitaciones similares en Oliva, pero en este caso fue lejos de zonas metropolitanas como ahora”, detalla.

La principal razón de que la dana haya causado tal destrucción y mortalidad es “es una falta de planificación dantesca”, opina Vicente. “No puede ser que se construya el mayor centro comercial de Valencia en una rambla. Ya no estamos hablando de edificaciones de antes de que hubiera una planificación urbana ordenada”, ejemplifica. “Lo que me parece vergonzoso y lamentable es que una región como Valencia no tenga ya un sistema de previsión de crecidas basado en un modelo hidrológico que esté anidado con el modelo de predicción meteorológica, y que a su vez esté anidado con un modelo hidráulico para determinar la altura de las zonas que se verán afectadas. Calcular la altura de la lámina de agua en estos casos es algo que ya se puede hacer con la tecnología actual, y debería ser una prioridad sobre otros asuntos como la Copa América, el fútbol o los toros”, lamenta.

Las fluctuaciones de la corriente de chorro polar han determinado las vidas de la mayoría de europeos por lo menos desde los últimos siete siglos, según un estudio publicado hace unas semanas. Los investigadores estimaron la variabilidad de la corriente analizando los anillos de los árboles, y demostraron que las anomalías en esta circulación atmosférica están relacionadas con sequías, hambrunas, e incluso epidemias de peste. “Ante la posibilidad de que la corriente de chorro se haya alterado y haya intensificado eventos extremos”, decían los autores, es clave estudiar su variabilidad de cara a conocer “los riesgos climáticos del futuro”.

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