En busca del tiburón blanco en aguas gallegas

Una expedición intenta capturar y marcar tiburones blancos en el Atlántico nororiental para determinar sus vínculos con la población de este depredador en el Mediterráneo

Un tiburón blanco sobre la cubierta del M/V, en una expedición de Ocearch por la costa este de EE UU en abril de 2023.Heather Barton (Ocearch)

Mar adentro, a unos 10 kilómetros del puerto de Fisterra (A Coruña), rompe el alba entre una bruma ligera y un cielo de nubes grises. La marejada anima un leve vaivén en la cubierta del M/V, un pesquero con casi 40 metros de eslora reconvertido en laboratorio de biología marina. Parte de la tripulación prepara el operativo: cebos, caldo de pescado, aparejos y boyas dispuestos en torno al buque. Un ingenioso imán para atraer al tiburón blanco. Eficaces trampas para apresarlo a la mínima oportunidad que se presente.

Mientras los pescadores ultiman el reclamo, investigadores español...

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Mar adentro, a unos 10 kilómetros del puerto de Fisterra (A Coruña), rompe el alba entre una bruma ligera y un cielo de nubes grises. La marejada anima un leve vaivén en la cubierta del M/V, un pesquero con casi 40 metros de eslora reconvertido en laboratorio de biología marina. Parte de la tripulación prepara el operativo: cebos, caldo de pescado, aparejos y boyas dispuestos en torno al buque. Un ingenioso imán para atraer al tiburón blanco. Eficaces trampas para apresarlo a la mínima oportunidad que se presente.

Mientras los pescadores ultiman el reclamo, investigadores españoles y estadounidenses se mentalizan para el gran momento. Si el animal aparece y se logra subirlo a bordo en una plataforma ad hoc, apenas contarán con un cuarto de hora. Tiempo escaso para marcarlo con un geolocalizador, extraer muestras y tomar medidas antes de devolverlo al agua. Sería un auténtico hito, la primera vez que se captura un “blanco” —así se refieren todos en el M/V al escualo— nadando por el Atlántico nororiental. “Muchos piensan que es imposible, pero nada lo es si tienes la tenacidad suficiente y te niegas a rendirte”, sentencia, tirando de épica, Chris Fischer, fundador de Ocearch, la ONG que financia la expedición.

Chris Fischer, fundador de Ocearch, en el buque M/V.Emilio Badillo (Fundación Oceanográphic)

Fischer habla con gravedad de viejo marinero. En lugar de rudos ropajes, viste tejidos sintéticos. En vez de fumar en pipa, vapea. Pero el espíritu permanece. A principios de este siglo alcanzó la fama en EE UU protagonizando series de pesca mayor para ESPN y National Geographic. En 2007, un amigo investigador le alertó sobre la caída drástica en las poblaciones de tiburones blancos. “Me dijo que, sin ellos, el equilibrio de los océanos se vería seriamente amenazado”, asegura. A Fischer le empezó a rondar la mente una autoexigencia: el imperativo de contribuir a preservar al rey de los mares. Creó Ocearch, que ha impulsado exitosas campañas en EE UU, Sudáfrica y Australia. A medio camino entre el filántropo que baja al barro y un personaje de Joseph Conrad, Fischer expone sin tapujos la cara oscura de su misión. “Todo esto”, confiesa mientras traza en el aire vagas figuras con el dedo, “me ha costado un divorcio y hasta mi último dólar”.

Para su proyecto actual —Save the Med (en español, salvar al Mediterráneo)— Ocearch ha armado un equipo multidisciplinar con científicos de España, Francia e Irlanda. Quieren analizar ciclos reproductivos, rutas migratorias, salud, dieta... De aquí a dos años, se publicarán más de 30 estudios. La primera etapa arrancó a finales de julio y se prolongará durante ocho semanas. El M/V bordeará el Golfo de Vizcaya antes de seguir hasta las Islas Británicas. En marzo del próximo año dará comienzo la segunda fase: el trabajo de campo en el Mediterráneo.

El objetivo de la campaña es alejar al blanco mediterráneo del peligro de extinción. Aumentar su presencia. Garantizar su continuidad en relativa abundancia. ¿Por qué entonces surca el M/V las frías aguas gallegas? La respuesta se halla en dos hipótesis que la expedición se ha propuesto indagar. La primera —explica Pablo García Salinas, investigador de la Fundación Oceanogràfic, con sede en Valencia— postula que “las hembras del Atlántico podrían estar utilizando el Mediterráneo como una especie de guardería: irían allí a dar a luz y, cuando las crías crecieran, saldrían por el estrecho de Gibraltar”. Algunas especies de grandes animales marinos, apunta García Salinas, eligen bahías y otras zonas protegidas, con menos depredadores, para que las crías pasen sus primeros meses o años de vida. Además, continúa este investigador, las capturas y avistamientos de tiburón blanco en el Mediterráneo suelen tener, sobre todo en los últimos años, un denominador común: son ejemplares juveniles.

La segunda hipótesis, que conectaría a las poblaciones de tiburón blanco en el Mediterráneo y el Atlántico nororiental, se sustenta en razones más prosaicas, con menor encanto narrativo. “Es posible que un subgrupo salga del Mediterráneo en busca de presas, quizá siguiendo la migración del atún”, asevera Harley Newton, jefa de investigación en Ocearch, quien enfatiza la peculiaridad del blanco mediterráneo: “Es el único que vive en un mar cerrado, el resto habita en océano abierto”. En un fenómeno muy poco estudiado, cunde la falta de información. “Sí es seguro que hay blancos en las costas atlánticas española, portuguesa y francesa, tenemos pruebas documentales de sobra”, añade Newton. Y, por supuesto, en el Mediterráneo. García Salinas recuerda que “en los años 70 se capturó una hembra de casi seis metros, entre las más grandes jamás vistas”, cerca de Cap Farrutx, en Mallorca. Más recientemente, en 2018, la grabación de un gran escualo junto a Cabrera, también en Baleares, confundió a los expertos. Unos creyeron ver un blanco. Otros, un marrajo.

Harley Newton (izquierda), jefa científica de Ocearch, y Pablo García Salinas, investigador de la Fundación Oceanogràfic, conversan sobre la plataforma donde se captura y analiza a los tiburones blancos.Emilio Badillo (Fundación Oceanogràfic)

A pesar del reto que plantea calcular especies marinas, las tendencias de pesca y avistamientos invitan a pensar en una escasez creciente de Carcharodon carcharias (su nombre científico) en aguas mediterráneas. García Salinas y Newton coinciden en que las poblaciones de tiburón blanco van sucumbiendo a la presión pesquera. Sobre su alimento (otras especies menores) y sobre ellas mismas. También embarcado en el M/V, un exmarine británico que opta por el anonimato cuenta que lleva meses trabajando en un documental con el que quiere denunciar la falta de regulación (o la vista gorda de las autoridades) en el norte de África, que aún constituye un cierto refugio a la sobreexplotación de otras zonas. Muestra fotografías tomadas por él mismo de pequeños blancos ofertados en lonjas de un país magrebí que pide no especificar. “Estamos estirando la cuerda hacia su posible extinción”, lamenta. A nivel global, la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza sitúa al tiburón blanco como especie vulnerable.

Ocearch pretende que su experiencia en otras regiones sirva para evitar la catástrofe. Newton destaca que su organización ha ayudado a recuperar la población de blancos en la costa este de EE UU. “Hace tiempo mapeamos su ruta migratoria e identificamos su área de guardería”. La investigación concluyó que la primera se extiende hasta Canadá en verano y hacia el Golfo de México en invierno. A su vez, delimitó, para la segunda, una bahía cercana a Nueva York. Información muy valiosa que ha ayudado a afinar las medidas de conservación. Y a hacer lobby para que se aprueben leyes más estrictas. ¿Podrán convencer a los estados norteafricanos para que sus flotas dejen de pescar blancos? “Será todo un desafío”, admite Newton.

Pasan las horas a bordo del M/V y el anhelado momento no llega. Se observan ballenas a lo lejos. Asoman algunos delfines. De pronto, varios investigadores se arremolinan a popa. Una figura esbelta, con el torso azul intenso y unos dos metros de longitud, aparece, se oculta y reaparece de nuevo, sirviéndose de la quilla como escondite. Una voz dictamina que se trata de una tintorera, una de las más de quinientas especies de tiburones catalogadas. El animal juguetea unos minutos y sigue su rumbo.

El buque M/V y uno de los miembros de la tripulaciónRodrigo Santodomingo

“Un blanco, un solo blanco en estas ocho semanas, es todo lo que necesitamos”, subraya Fischer mirando al horizonte. La captura abriría las puertas a su geolocalización en tiempo real. La muestra genética obtenida permitiría contrastar su grado de parentesco con el de otros ejemplares capturados durante la campaña. Y, en caso de que en algún momento cruzara el estrecho de Gibraltar, saldría fortalecida la teoría de una conexión atlántico-mediterránea. También se allanarían futuros apresamientos. “El primero nos guiará hacia el resto”, asevera el fundador de Ocearch.

Fischer va más allá de logros científicos y apela al poder simbólico de esa captura inaugural: “La gente podría saber dónde se encuentra el tiburón en cada momento [en la web de Ocearch, se puede consultar la ubicación exacta de sus más de 200 marcados]. Se crearía expectación y esto contribuiría enormemente al debate. Es nuestra forma de dar voz al animal”.

Desestigmatizar el pez más temido del mundo supone otra prioridad para la tripulación del M/V. Sus poderosos dientes han nutrido miedos desmesurados, algunos inspirados en ficciones hiperbólicas. García Salinas insiste en el abismo que dista entre su imagen de depredador sanguinario y una realidad mucho menos sensacionalista. Los hechos describen a una criatura de aspecto imponente, pero apenas interesada en los humanos, a los que no considera comida digna de su paladar. “Los ataques a personas, muy raros, suelen ser bocados de tentativa”, aclara. Según un archivo elaborado por el Museo de Ciencias Naturales de Florida, los blancos mataron en 2023 a cuatro personas en todo el mundo. Mucho más reseñable se antoja su papel para la diversidad de los océanos. “Están en lo alto de la cadena alimentaria. Protegiéndolos a ellos, se protege al resto. Como ocurre con los osos o los tigres, sería impensable que desaparecieran”, remata García Salinas.

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