El cielo protector de la Tierra tiene al menos 3.700 millones de años
Un grupo de científicos halla en rocas de Groenlandia la señal más antigua del campo magnético terrestre
En el suroeste de Groenlandia, rodeado de hielo milenario, se encuentra el cinturón de rocas verdes de Isua. Es la formación litológica más antigua y mejor conservada del planeta. En estas piedras, según algunos estudios cuestionados, quedaron grabadas las primeras muestras de vida hace 3.700 millones de años. Ahora, un grupo de científicos asegura haber encontrado en el mismo lugar y de la misma época, la señal más primitiva del ...
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En el suroeste de Groenlandia, rodeado de hielo milenario, se encuentra el cinturón de rocas verdes de Isua. Es la formación litológica más antigua y mejor conservada del planeta. En estas piedras, según algunos estudios cuestionados, quedaron grabadas las primeras muestras de vida hace 3.700 millones de años. Ahora, un grupo de científicos asegura haber encontrado en el mismo lugar y de la misma época, la señal más primitiva del campo magnético terrestre, una especie de cúpula que protege la Tierra y toda la vida que alberga de la radiación exterior.
Aunque la ciencia va algo a tientas en esto, se ha teorizado que la dinámica de la parte exterior del núcleo terrestre, compuesto esencialmente de hierro y níquel fundidos, girando en torno a una bola férrica más interna genera campos eléctricos que en su giro sostienen un campo magnético como si el planeta fuera la dinamo de una bicicleta. Su alcance se extiende centenares de kilómetros más allá de la atmósfera. Esta magnetosfera sale al encuentro de la radiación cósmica y, en particular, del viento solar, una lluvia de partículas que, de llegar a la superficie terrestre, podría romper las cadenas de ADN que sostienen a todos los seres vivos, por ejemplo. Pero este cielo protector no siempre estuvo ahí, y datar su aparición es relevante para terminar de escribir los primeros capítulos de la vida en la Tierra. También para entender su ausencia en otros planetas sin magnetismo, como Venus.
Por eso el descubrimiento recién anunciado por una decena de científicos de otras tantas universidades es tan significativo. Después de años de búsqueda han encontrado en aquel cinturón de rocas verdes de Isua un mineral de hierro, magnetita, que conserva la señal de un evento producido hace unos 3.700 millones de años que les permite detectar el campo magnético existente entonces. De confirmarse por nuevos análisis, se trataría el primer rastro del magnetismo terrestre.
En aquel entonces, un proceso geológico —probablemente tectónico— con temperatura superior a los 580º modificó la forma y composición de las rocas. En una de esas modificaciones, las partículas de hierro de la magnetita, el mineral con mayor magnetismo que se conoce, se reorientaron y capturaron la intensidad del campo magnético. “Las rocas se magnetizaron durante un evento metamórfico temprano de alta temperatura que provocó que se formara la magnetita, adquiriendo un registro del campo magnético hace 3.700 millones de años”, dice la profesora de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y primera autora del trabajo, Claire Nichols. Esta datación supone adelantar la presencia de este campo en varios centenares de años. Hasta ahora, la marcas de paleomagnetismo más antiguas se habían encontrado en formaciones rocosas de Sudáfrica y Australia.
Según los resultados de esta investigación, publicada en la revista científica Journal of Geophysical Research, la intensidad del campo magnético entonces era de 15 microteslas. En la actualidad, aunque variable, tiene un valor medio aproximado de 30 microteslas. El viento solar ha sido significativamente más fuerte en el pasado, lo que sugiere que la protección de la superficie de la Tierra contra la radiación exterior ha aumentado con el tiempo. Esto invita a fantasear sobre la conexión entre la protección del campo con la evolución de la vida sobre el planeta, primero permitiéndola y, después, facilitando el paso desde el ambiente marino al terrestre. Pero Nichols recuerda que su trabajo “no ofrece pruebas ni a favor ni en contra de la presencia de vida hace, o antes, de los 3.700 millones, años, solo las condiciones que experimentaría cualquier vida presente”.
Las fechas no concuerdan: ya antes de la formación de estas rocas de Groenlandia, la vida bacteriana marina ya existía. Habría que esperar varios cientos de millones de años para que se produjera la llamada Gran Oxidación. Y deberían pasar muchísimos años más para que la vida saliera del agua y conquistara la tierra seca. Pero nada de esto podría haber pasado sin el campo magnético terrestre y la magnetosfera.
El campo magnético de la Tierra se genera mediante la mezcla del hierro fundido en el núcleo externo fluido, impulsado por fuerzas de convección a medida que el núcleo interno se solidifica. Durante la fase inicial de la formación planeta, la parte sólida aún no se había formado, lo que deja abiertas preguntas sobre cómo se sostenía entonces el campo magnético. La investigadora británica cree muy probable que la Tierra “siempre ha generado un campo magnético, particularmente en su historia más temprana, cuando el planeta estaba muy caliente y la convección térmica en el núcleo habría sido vigorosa”.
Para las autoras, comprender cómo la intensidad del campo magnético de la Tierra ha variado con el tiempo también es clave para determinar cuándo comenzó a formarse el núcleo sólido interno del planeta. Esto ayudaría a comprender la rapidez con la que el calor se escapa del interior profundo de la Tierra, esencial para comprender procesos como la tectónica de placas. Y clave para el futuro. Aún queda mucho para que el núcleo terrestre se enfríe y solidifique del todo, pero este proceso debió suceder (o está sucediendo) en otros planetas que tuvieron y ya no tienen campo magnético y que tuvieron y ya no tienen atmósfera.
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