Sylvia Earle, bióloga marina: “Conocemos mejor la superficie de Marte que el fondo del mar”
La ‘Dama de las profundidades’ reclama atención sobre los océanos ante la necesidad de protección de un ecosistema: “Si no se conoce, no puede importar”
Millones de personas vuelan diariamente por encima de los 11.000 metros de altura, cerca de medio millar de humanos han viajado al espacio y el hombre ha pisado la Luna en varias ocasiones. Pese a que la primera vez que se llegó al punto más profundo conocido del océano, la Fosa de las Marianas, en el Pacífico, situado a 11.034 metros de profundidad fue en 1960, solo 13 personas han llegado a él hasta ahora. Y entre 1960 y 2012 solo fueron tres.
El estudio y la investigación de las profundidades del mar son ...
Millones de personas vuelan diariamente por encima de los 11.000 metros de altura, cerca de medio millar de humanos han viajado al espacio y el hombre ha pisado la Luna en varias ocasiones. Pese a que la primera vez que se llegó al punto más profundo conocido del océano, la Fosa de las Marianas, en el Pacífico, situado a 11.034 metros de profundidad fue en 1960, solo 13 personas han llegado a él hasta ahora. Y entre 1960 y 2012 solo fueron tres.
El estudio y la investigación de las profundidades del mar son mucho más exiguos que los de la superficie de la tierra o del cielo. No para la bióloga marina y exploradora Sylvia Earle (Nueva Jersey, EE UU, 88 años), que ha dedicado toda su vida a explorar la vida de los océanos, y que contesta con un “es un misterio” a la pregunta de por qué hay más interés en el espacio que en el mar. “El océano también es parte del universo y está aquí mismo”, señala y apunta, con cierta sorna, como causa, que algunos dicen que el cielo, en sentido religioso, “está ahí arriba cuando, en realidad, el cielo está abajo”.
Earle, conocida como la Dama de las profundidades y Premio Princesa de Asturias a la Concordia en 2018, tiene en su poder varios récords. Más de 7.000 horas de buceo, trabajos de varias semanas en laboratorios submarinos, fue la primera persona del mundo en caminar por suelo oceánico del mundo y considera que la predilección por el mundo espacial en detrimento del mundo submarino es, para algunos, una gran frustración “porque la tecnología existe. El agua es esencial para la vida, si no hay agua, no hay vida. Sabemos que hemos de ser más sostenibles, más verdes, y lo entiendo, pero también tenemos que tener en cuenta el agua porque la mayor parte del planeta, el 97%, es agua y es la parte del planeta que más vida tiene, más diversidad. Por lo tanto, la biosfera es prácticamente azul”, sentencia.
Menuda, ágil, siempre sonriente, curiosa, amable y con la virtud de la fascinación casi intacta, Sylvia Earle sigue buceando. Igual comparte su tiempo con niños que rodeada de científicos o admiradores que se acercan a ella en busca de una foto en el Oceanogràfic de Valencia, donde ha participado en la Semana de la Ciencia. En esta entrevista a EL PAÍS, explica que, al contrario que los astronautas, que no construyen sus propias naves espaciales, ella tuvo que trabajar con ingenieros para poder ir al fondo del mar. Incluso, fundó un grupo para el desarrollo de tecnologías submarinas que facilitasen el avance científico. Considera que, desde que se empezó a observar la Tierra desde el espacio, somos más conscientes de “cuánto de profundo y de inmenso es el océano” pero que se puede afirmar que “conocemos mejor la superficie de Marte que el fondo del mar”. “Si no lo conoces, no te puede importar”, afirma y por eso sigue con su tarea de divulgación sobre la importancia de la vida en los océanos. Para Earle, la gran era de los descubrimientos y exploración “está empezando”. Y se debería tener en cuenta “la magnitud de lo que no sabemos para no basar todo solo en lo que sabemos”. “Nos debería importar más lo que no sabemos”, reclama.
“Necesitamos dar acceso a niños, profesores y científicos”, asegura y por eso se ha embarcado en un proyecto para la construcción de dos submarinos que permitan inmersiones a 1.000 metros en un tramo en que se pueden ver calamares, crustáceos, medusas, muchos tipos de peces, la mayor emigración de la tierra: “Muy pocos han tenido el privilegio de ser testigos de eso y yo quiero que vaya todo el mundo”, expresa.
No cree que un sobreinterés masivo sea un riesgo que lleve a la masificación o conquista de las profundidades marinas. “Lo estamos destrozando por la ignorancia. La ignorancia está matando el océano”, advierte. “Estamos quitándole vida”, insiste, y plantea que uno de los grandes problemas es que a cosas increíbles del mar “le llamamos solo pescado. Solo se conoce al animal muerto. Si solo has visto animales muertos, cómo te van a importar”, se pregunta. “Nos importan los perros porque los conocemos, no los vemos como un trozo de carne, los queremos, nos importan. No sabemos tanto de la vida en el océano y sus animales del océano también tienen caras, tienen personalidades”, relata.
La doctora Sylvia Earl supo, desde muy pequeña, supo que quería dedicarse al mundo marino. Tuvo que romper muchos estereotipos y, pese a que le conminaron a ser azafata o enfermera, se considera “afortunada” porque tuvo la posibilidad de ser científica. Cree que los tiempos han cambiado “pero no lo suficiente” y, quizá por ello, atiende y alienta a las niñas a zambullirse en su mundo. “Todavía hay prejuicios”, sostiene, y no solo de género, pero sí impuestos por otros. “Nunca dejes que nadie te diga que no puedes”, repite.
Con 88 años se embarcará, en breve, rumbo a la Patagonia, donde participa en un proyecto “A sea of hope” (Un mar de esperanza) organizado por Mission Blue, que lidera la propia Earle, y en el que colabora la Fundación Azul Marino que, a su vez, colabora con la Fundación del Oceanogràfic de Valencia. Acompañada por Maximiliano Bello, experto en Política Oceánica Internacional, y Juan Antonio Romero, biólogo y explorador oceánico, la Dama de las profundidades busca la protección de esa parte de Chile, que alberga los bosques más extensos de algas kelp, con una capacidad de capturar carbono y emitir de oxígeno hasta 20 veces mayor que la de los bosques tropicales. Trabajará en la zona, amenaza por la cría de salmones, durante más de un mes, en su incansable lucha por dar a conocer la importancia de los océanos en la protección del medio ambiente y porque, como dice, “la vida es preciosa”.
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