¿Son 150 años el límite de lo que puede durar realmente la vida humana?

La esperanza media de vida es relativamente fácil de calcular, pero estimar la edad más avanzada que podría alcanzar un ser humano es mucho más difícil

Jeanne Calment, que vivió hasta los 122 años, en una imagen de 1995.Pascal Parrot

Si bien la mayoría de nosotros podemos esperar vivir más o menos hasta los 80 años, algunas personas desafían las expectativas y viven más de 100. En sitios como Okinawa, en Japón, o Cerdeña, en Italia, hay muchos centenarios. La persona más longeva de la historia ‒una mujer francesa llamada Jeanne Calment ‒ vivió hasta los 122. Cuando nació en 1875, la esp...

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Si bien la mayoría de nosotros podemos esperar vivir más o menos hasta los 80 años, algunas personas desafían las expectativas y viven más de 100. En sitios como Okinawa, en Japón, o Cerdeña, en Italia, hay muchos centenarios. La persona más longeva de la historia ‒una mujer francesa llamada Jeanne Calment ‒ vivió hasta los 122. Cuando nació en 1875, la esperanza media de vida era de unos 43.

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Pero ¿cuánto tiempo puede vivir realmente un ser humano? Llevamos siglos haciéndonos esta pregunta. Mientras que la esperanza media de vida (el número de años que una persona puede esperar vivir) es relativamente fácil de calcular, estimar la duración máxima de la vida (la edad más avanzada que podría alcanzar un ser humano) es mucho más difícil. Algunos estudios han situado este límite cerca de los 140 años. Sin embargo, un trabajo más reciente propone que el límite de la duración de la vida humana se acerca más a los 150.

Calcular la duración de la vida

El método más antiguo y todavía más utilizado para calcular la esperanza de vida, y por lo tanto, su duración, utiliza la ecuación de Gompertz. Se denomina así a la observación, hecha en el siglo XIX, de que la tasa de mortalidad humana por enfermedad aumenta de manera exponencial con el tiempo. Básicamente, esto significa que la probabilidad de morir ‒de cáncer, de una cardiopatía o de numerosas infecciones, por ejemplo‒ se multiplica aproximadamente por dos cada ocho o nueve años.

Hay muchas maneras de ajustar la fórmula para explicar cómo diferentes factores (tales como el sexo o la enfermedad) afectan a la duración de la vida de una población. Los cálculos de Gompertz se utilizan incluso para calcular las primas de los seguros médicos. Por eso las compañías están tan interesadas en si usted fuma, está casado, o en cualquier otro detalle que pueda permitirles conjeturar con mayor exactitud a qué edad morirá.

Otro método para calcular cuánto podemos vivir es observar cómo se deterioran nuestros órganos con el tiempo, y comparar el ritmo de deterioro con la edad a la que dejan de funcionar. Por ejemplo, la función ocular y la cantidad de oxígeno que consumimos al hacer ejercicio muestran un patrón general de declive a medida que envejecemos, y la mayoría de los cálculos indican que los órganos solo funcionarán hasta que una persona media tenga alrededor de 120 años.

Pero estos estudios también revelan cierta variabilidad entre personas al envejecer. Por ejemplo, en algunos casos la función renal se deteriora rápidamente con la edad, mientras que en otros casi no cambia.

Actualmente, varios investigadores de Singapur, Rusia y Estados Unidos han adoptado otro procedimiento de cálculo de la duración máxima de la vida humana. Utilizando un modelo informático, llegan a la conclusión de que el límite de lo que puede durar la vida humana es de unos 150 años.

Ana Vela Rubio (en silla de ruedas), con 114 años y 221 días, junto a su hija Ana en 2016, en Barcelona.Gianluca Battista

Vivir hasta los 150

Intuitivamente, debería haber una relación entre la posibilidad de morir y con cuánta rapidez y hasta qué punto una persona se recupera de una enfermedad. Este parámetro constituye una medida de la capacidad de mantener la homeostasis ‒el equilibrio biológico normal‒ y se conoce como resiliencia. De hecho, el envejecimiento se puede definir como la pérdida de capacidad de mantener la homeostasis. Normalmente, cuanto más joven es una persona, más capaz es de recuperarse rápidamente de una enfermedad.

Para llevar a cabo la modelización, los investigadores tomaron muestras de sangre de más de 70.000 participantes de hasta 85 años y observaron los cambios a corto plazo en su cantidad de células sanguíneas. El número de glóbulos blancos que tiene una persona puede indicar el nivel de inflamación (enfermedad) de su cuerpo, mientras que el volumen de glóbulos rojos puede ser un indicador del riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca, un accidente cerebrovascular o un deterioro cognitivo, como la pérdida de memoria. A continuación, los científicos simplificaron estos datos en un solo parámetro al que llamaron “indicador dinámico del estado de los organismos” (DOSI son sus siglas en inglés).

Los cambios en los valores del DOSI de los participantes predijeron quiénes iban a contraer enfermedades relacionadas con la edad y cómo variaba esto de persona a persona, y modelizaron la pérdida de resiliencia con el tiempo. Estos cálculos pronosticaron que en todos los casos ‒con independencia de la salud o la genética‒ la resiliencia dejaba de funcionar por completo a los 150 años, lo cual ponía un límite teórico a la duración de la vida humana.

Sin embargo, esta clase de cálculos da por sentado que nada nuevo intervendrá en una población, como por ejemplo, que no se descubrirán nuevos tratamientos médicos para las enfermedades comunes. Este es un fallo importante, ya que a lo largo de una vida se producen avances significativos que benefician a unas personas más que a otras.

Por ejemplo, un niño que nazca hoy puede confiar en unos 85 años de avances médicos para mejorar su esperanza de vida, mientras que una persona que hoy tenga 85 años está limitada por las tecnologías médicas actuales. En consecuencia, el cálculo utilizado por estos investigadores resultará relativamente preciso para las personas mayores, pero lo será cada vez menos cuanto más joven sea la persona objeto de estudio.

El límite DOSI para la duración máxima de la vida es alrededor de un 25% más largo que el tiempo que vivió Jeanne Calment. Así que si usted tiene en mente superarlo (y superarla a ella), necesitará tres cosas importantes. En primer lugar, buenos genes que permitan apostar por más de 100 años de vida autónoma. En segundo lugar, una dieta y un plan de ejercicio excelentes, que pueden sumar hasta 15 años a la esperanza de vida. Y por último, un gran avance a la hora de convertir nuestro conocimiento de la biología del envejecimiento en tratamientos y medicamentos capaces de prolongar la duración de una vida saludable.

En la actualidad, añadir más de un 15% o un 20% a la duración de una vida saludable en mamíferos normales es extremadamente difícil, en parte debido a que nuestro conocimiento de la biología del envejecimiento sigue siendo incompleto. Pero es posible aumentar la de organismos mucho más simples, como las lombrices intestinales, hasta 10 veces.

Incluso al ritmo actual de los avances, podemos confiar en que la esperanza de vida aumente, porque es lo que ha estado haciendo desde que vivió Gompertz en la década de 1860. De hecho, si dedica media hora a leer este artículo, la esperanza media de vida habrá aumentado seis minutos. Por desgracia, a este ritmo, una persona media tardará otros tres siglos en llegar hasta los 150 años.

Richard Faragher es profesor de Biogerontología de la Universidad de Brighton.

Cláusula de divulgación: Richard Faragher es miembro del comité de dirección de la Federación Americana para la Investigación del Envejecimiento (AFAR) y de la Fundación para la Investigación en Biogerontología. También es miembro del consejo asesor científico del Longevity Vision Fund.

Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation en inglés.

Traducción de NewsClips.

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