Un dominó irracional retrasa la vacunación
La parada europea del fármaco de AstraZeneca carece de fundamento científico
Ahora que no tenemos nada que hacer, hagamos un experimento mental inspirado en el matemático John Allen Paulos. Tú vives en un barrio estupendo de calles arboladas, arquitecturas compatibles con la estética y todas las tiendas, servicios y terrazas que pueda desear un vecino. Un día lees en el periódico que van a poner cerca una incineradora de basuras, y que eso triplica el riesgo de una rara y letal enfermedad respiratoria. ¿Qué haces? Largarte del barrio, por supuesto. ¿Haces bien? No. Como la enfermedad es rara, tu...
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Ahora que no tenemos nada que hacer, hagamos un experimento mental inspirado en el matemático John Allen Paulos. Tú vives en un barrio estupendo de calles arboladas, arquitecturas compatibles con la estética y todas las tiendas, servicios y terrazas que pueda desear un vecino. Un día lees en el periódico que van a poner cerca una incineradora de basuras, y que eso triplica el riesgo de una rara y letal enfermedad respiratoria. ¿Qué haces? Largarte del barrio, por supuesto. ¿Haces bien? No. Como la enfermedad es rara, tu riesgo de morir de ella era de un 0,001% antes de la incineradora, y después será del 0,003%. Lo más probable, por tanto, es que te acabes muriendo de lo mismo que todo el mundo, infarto y cáncer, y no de esa remota posibilidad de la enfermedad rara. Antes te matará una teja en la cabeza, por más que el riesgo se haya triplicado. Debiste quedarte en tu barrio.
Nacemos con sesgos cognitivos, y uno de ellos consiste en descubrir causas donde no las hay. Hay un ejemplo que le vi exponer a Francis Crick en una conferencia en Cambridge, en los primeros noventa, y que no ha abandonado mi cabeza desde entonces. Los neurocientíficos querían conocer los principios de la visión en relieve, y una línea de investigación pujante era mostrar a los voluntarios un patrón disperso de manchas y puntos distinto para cada ojo. Los sujetos veían en relieve ese patrón, y los investigadores se esforzaban en cambiar aquí la posición de un punto y allá la de otro para ver cuándo se perdía la visión en 3D, y por tanto cuáles eran los fundamentos de esa capacidad humana. Pero no había manera: todo el mundo seguía viendo en relieve por muchos puntos que le cambiaras.
Un psicólogo experimental se acabó mosqueando y mostró a cada ojo de los sujetos dos patrones de puntos diseñados al azar. ¿Adivinan lo que pasó? Exacto, que los voluntarios siguieron viendo en relieve. Inventaron la tercera dimensión del azar, aunque obviamente no había ninguna. Nuestro cerebro está programado para encontrar pautas en el mundo, y tenemos que reeducarlo para que no se fíe de ellas.
Nacemos con sesgos cognitivos, y uno de ellos consiste en descubrir causas donde no las hay
Otros ejemplos cotidianos: en cuanto enciendo un pitillo llega el autobús; es lavar el coche y te cae una tormenta de barro; siempre voy por el carril más lento y voy a armar un cisco para pasarme al otro. La mayoría de las supersticiones se basan, en realidad, en el mismo sesgo de causalidad con el que nacemos lastrados.
La cuestión puede parecer un arcano académico, pero es exactamente lo que estamos viendo con la vacuna de Oxford/AstraZeneca. La pauta inexistente empezó con tres casos de trombosis en noruegos vacunados, siguió por Irlanda, Dinamarca y, sobre todo desde que llegó a Alemania, se ha extendido por la mayor parte de Europa, España incluida. Resultado: dos semanas de parada de la vacuna de Oxford sin el menor argumento racional y con la forma clásica de la espantada en un gallinero. Muy mal.
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