Los sedentarios tienen el doble de probabilidades de tener enfermedades cardíacas que los más activos
Un nuevo estudio realizado con más de 90.000 participantes del Reino Unido confirma que los niveles más altos de actividad física se asocian con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular
El epidemiólogo británico Jeremy Morris descubrió en 1950 que los conductores de los emblemáticos autobuses londinenses de dos pisos, que subían y bajaban escaleras varias veces al día, tenían la mitad de probabilidades de sufrir un ataque cardíaco que los conductores de los autobuses normales, que pasaban todo el día sentados.
A partir de ese momento se han hecho numerosos estudios científicos que asocian la actividad física y el ejercicio con la buena salud cardiovascular. Sin embargo, el análisis de Morris y la...
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El epidemiólogo británico Jeremy Morris descubrió en 1950 que los conductores de los emblemáticos autobuses londinenses de dos pisos, que subían y bajaban escaleras varias veces al día, tenían la mitad de probabilidades de sufrir un ataque cardíaco que los conductores de los autobuses normales, que pasaban todo el día sentados.
A partir de ese momento se han hecho numerosos estudios científicos que asocian la actividad física y el ejercicio con la buena salud cardiovascular. Sin embargo, el análisis de Morris y la mayoría de las investigaciones posteriores se han realizado con información dada por los recuerdos de los pacientes, a través de encuestas y cuestionarios. Esta metodología, muchas veces inexacta, ha impedido confirmar con datos empíricos y masivos la relación inversa entre la actividad física y las enfermedades cardiovasculares.
Por eso, Terence Dwyer, profesor de Epidemiología de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, y su equipo, han llevado a cabo un gran estudio con información de 90.211 personas adultas que midieron con un acelerómetro la intensidad de su actividad física entre 2013 y 2015. Los acelerómetros son pequeños sensores de movimiento livianos que generalmente se usan en la muñeca y miden de manera fiable los niveles de ejercicio.
Los investigadores dividieron los datos de 90.211 adultos en cuatro grupos que dependían del tiempo y la intensidad del movimiento registrado en los acelerómetros, y recopilaron datos de hospitales y registros de defunción de los voluntarios que desarrollaron una enfermedad cardíaca en los años posteriores. Así, descubrieron, por ejemplo, que las personas del grupo menos activo, que no se ejercitaban con frecuencia y tenían una vida sedentaria, presentaban más del doble de probabilidades de tener enfermedades cardíacas que los hombres y mujeres más activos. Además, los participantes que hicieron menos ejercicio también fumaban más, tenían un índice de masa corporal más alto y muchos fueron diagnosticados con hipertensión.
Los voluntarios, registrados en el Biobanco del Reino Unido (base de datos con información sanitaria y genética de medio millón de personas), proporcionaron también muestras de saliva, sangre y orina, respondieron extensos cuestionarios sobre sus vidas y sus hábitos de ejercicio, y se sometieron a exámenes médicos. Los resultados de la investigación, publicados recientemente en la revista Plos Medicine, confirman los beneficios del ejercicio para prevenir las enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud.
De acuerdo con el estudio, “los niveles más altos de actividad física se asocian con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular”. En otras palabras, las personas que hacen ejercicio con frecuencia y se mantienen activas tienen muchas menos probabilidades de desarrollar infartos, cardiopatías o accidentes cerebrovasculares, frente a aquellas que en su vida cotidiana se mueven poco. Los investigadores encontraron que unos minutos de trote al día o unas horas de caminata a la semana son suficientes para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Las personas del grupo menos activo, que no se ejercitaban con frecuencia y tenían una vida sedentaria, presentaban más del doble de probabilidades de tener enfermedades cardíacas que los hombres y mujeres más activos
Dwyer y sus colegas insisten en que este trabajo ayuda también a descartar las hipótesis y conclusiones de investigaciones previas que establecían que el exceso de ejercicio podía ser malo para la salud del corazón. Al contrario, dicen los científicos, “algo de actividad física es buena, pero cuanta más, mejor”. “Nuestros hallazgos sugieren que la actividad física no solo se asocia con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino que el mayor beneficio se observa para aquellos que están activos al más alto nivel”, dice el estudio.
En una entrevista con The New York Times, Dwyer afirmó que los resultados de su estudio “brindan evidencia aún más sólida de que la actividad física, incluido el ejercicio de alto nivel, es importante para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular”. Y concluye: “Los beneficios fueron aproximadamente el doble de lo que se había encontrado antes con la mayoría de los estudios que no utilizaron los acelerómetros”.
Cuatro minutos de ejercicio intenso diario pueden aumentar los años de vida
Otro gran estudio masivo publicado a finales del año pasado en la revista médica British Medical Journal demuestra que es poco probable que las personas que hacen ejercicio mueran prematuramente. La investigación, además, revela que si el ejercicio es intenso, el riesgo de mortalidad temprana disminuye aún más y la calidad de vida mejora.
El estudio, que se realizó en Noruega con 1.567 adultos de 70 a 77 años, confirmó que el ejercicio sistemático reduce la mortalidad por todas las causas y que el entrenamiento en intervalos de alta intensidad reduce la mortalidad más que el entrenamiento continuo de intensidad moderada. Dorthe Stensvold, investigadora de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y directora del estudio, concluye que los individuos activos muestran hasta un 72% menos de riesgo de mortalidad prematura en comparación con los individuos totalmente inactivos.
Los científicos siguieron las rutinas de ejercicio de los voluntarios durante cinco años y los dividieron al azar en tres grupos. El primero, debía caminar media hora diaria; el segundo, tenía que ejercitarse durante sesiones más largas de 50 minutos dos veces por semana; y el tercero, desarrolló un programa de entrenamiento de alta intensidad dos veces por semana en el que trotaron o pedalearon intensamente en intervalos de cuatro minutos.
El análisis de los resultados demostró que los voluntarios del tercer grupo tenían un 2% menos de probabilidades de morir que los del segundo grupo, y 3% menos de probabilidades de morir que los del primero.
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