La covid y la lotería neandertal
Los europeos con un gen arcaico cuadriplican el riesgo de muerte por el virus
Estamos programados para buscar razones a la suerte. Ayer martes le tocó el Gordo al 72.897, y los loteros que lo habían vendido aseguraban que era un número muy bonito, una apuesta ganadora. Ya nos lo podían haber dicho antes. Mi torpeza natural me impide apreciar el atractivo de ese número a simple vista, pero la belleza tiene caminos que el ojo no entiende. Coge el Gordo y suma las cifras en posición impar (7+8+7 = 22). Ahora suma las cifras en posición par (2+9 = 11). Y ...
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Estamos programados para buscar razones a la suerte. Ayer martes le tocó el Gordo al 72.897, y los loteros que lo habían vendido aseguraban que era un número muy bonito, una apuesta ganadora. Ya nos lo podían haber dicho antes. Mi torpeza natural me impide apreciar el atractivo de ese número a simple vista, pero la belleza tiene caminos que el ojo no entiende. Coge el Gordo y suma las cifras en posición impar (7+8+7 = 22). Ahora suma las cifras en posición par (2+9 = 11). Y por último resta una de otra (22-11 = 11). Ese es el criterio para que un número sea divisible por 11: que esa operación que acabamos de hacer dé 0, 11 o un múltiplo de 11. Como el Gordo también es divisible por 3 (ejercicio para mañana: ¿por qué?), debe ser divisible por 33, y así es. Da 2.209, tal vez el año del Apocalipsis, podría pensar un cabalista. Como ven, es muy fácil encontrar razones a la suerte, aun cuando no las haya.
Por si fuera poco con la lotería, vivimos días de solsticio y conjunción planetaria. Júpiter y Saturno, los dos gigantes gaseosos del Sistema Solar, aparecen en el cielo nocturno tan juntos que a una persona con mala vista les parecerán un solo cuerpo celeste. Este verano tuve la oportunidad de ver a esos dos planetas con un telescopio de aficionado. Ya eran pareja, pero no estaban tan cerca como ahora. Me sentí como Galileo cuando enfoqué a Júpiter y vi sus cuatro grandes lunas brillando en una formación casi militar, dos a un lado y dos a otro en una evidente exhibición astronómica. También pude intuir los anillos de Saturno, recordando que Galileo los interpretó erróneamente como lunas de ese planeta. Algo han mejorado los telescopios caseros desde que el genio italiano construyó el suyo.
Las conjunciones planetarias, como el Gordo, nos estimulan a buscar signos en el cielo, razones en la suerte. Los humanos llevamos sin ver una superposición semejante de Júpiter y Saturno desde 1226, cuando nació el obispo y poeta sirio Bar Hebraeus y murió Francisco de Asís. Ninguno de los dos pudo ver la conjunción, dadas las circunstancias, pero mucha gente debió observarla. Este tipo de alineamientos y superposiciones planetarias han alentado desde la noche de los tiempos el mismo tipo de teorías cabalísticas que la numerología del Gordo, y brillan en el universo de la bruja Lola. Pero no hay razones para la suerte.
Tampoco las hay para la lotería genética de la que nacemos todas las personas. Si tus raíces son europeas, tienes una alta probabilidad de llevar genes neandertales en tu genoma, frutos de una noche de primavera paleolítica en que las fronteras entre especies importaban poco. El 2%-8% de los europeos llevan una variante neandertal de un gen (DPP4) que cuadruplica la probabilidad de enfermedad grave y muerte en los infectados por el SARS-CoV-2. Es otra vez la suerte, en este caso muy mala, y es inútil buscar razones.
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