Una asamblea crucial
La OMS aceptará una investigación independiente. El Gobierno debería hacer lo mismo
La primera asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se celebró en los peores años de la segunda posguerra, pero pocas habrá habido desde entonces más trascendentes que la que concluye hoy martes en Ginebra. No puedo conocer sus conclusiones mientras escribo esto, pero sí saber que, sean cuales sean, tendrán efectos perdurables en la gobernanza internacional. El momento es crítico, tal vez decisivo para el futuro de las sociedades y de la propia ONU que se afana en armonizarlas, con el éxito que todos conocemos.
La 78ª asamblea de la OMS llega en todo lo alto de la pandemia,...
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La primera asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se celebró en los peores años de la segunda posguerra, pero pocas habrá habido desde entonces más trascendentes que la que concluye hoy martes en Ginebra. No puedo conocer sus conclusiones mientras escribo esto, pero sí saber que, sean cuales sean, tendrán efectos perdurables en la gobernanza internacional. El momento es crítico, tal vez decisivo para el futuro de las sociedades y de la propia ONU que se afana en armonizarlas, con el éxito que todos conocemos.
La 78ª asamblea de la OMS llega en todo lo alto de la pandemia, con 320.000 muertos en el mundo, y en los albores de una recesión económica que va a superar a cualquier otra que hayamos conocido las personas vivas. Y justo cuando necesitamos más que nunca una coordinación sanitaria internacional, llega en medio de una guerra ideológica entre Estados Unidos y China que amenaza seriamente con arruinar los esfuerzos científicos internacionales. Envidio al lector, que ya puede conocer los resultados de la reunión, pero bueno, mañana ya me pondré al día con ustedes.
La Casa Blanca de Donald Trump ha suprimido su aportación anual a la OMS, unos 370 millones de euros, o una quinta parte del presupuesto del organismo de Naciones Unidas, como un castigo a haber reaccionado tarde y mal al brote inicial de Wuhan. Más en general, Trump acusa a la OMS de chinocentrismo, lo que va en línea con su ya larga campaña contra el dragón asiático, e incluso contra los científicos norteamericanos que tienen relaciones con China. En enero, el FBI llegó a sacar esposado del campus al jefe de Química de la Universidad de Harvard, en un espectáculo inolvidable que algún día llegará al cine si Dios no lo remedia. Por desgracia para la propaganda de Trump, la OMS está plagada de científicos y expertos estadounidenses, pero a ver quién se atreve a soltarle eso al búfalo del 1.600 de la avenida Pensilvania.
Con todo, uno de los asuntos más interesantes que saldrá de la asamblea es la aprobación, o no, de una iniciativa de la Unión Europea que propone una investigación independiente y exhaustiva sobre el papel de la propia OMS durante la propagación de la pandemia. El director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus –en adelante el doctor Tedros— tiene datos sobrados para defender su actuación, y apoyará la investigación independiente propuesta por Europa.
Esa es una lección importante que España debe aprender. El Gobierno y las Administraciones locales tendrían que aceptar una investigación científica independiente, crear una agencia de salud pública con poderes ejecutivos en caso de emergencia sanitaria y reformar el sistema de información epidemiológica mejorando mucho, mucho, la obtención de datos y su análisis. Algunos científicos creen necesaria la creación de un CNII (centro nacional de investigaciones infecciosas), al estilo del CNIO (oncológicas) y del CNIC (cardiovasculares). Ahí es donde está el debate. Núñez de Balboa naufragó hace siglos.
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